Capítulo 8

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Narrador omnisciente


El joven de cabello negro se encontraba apoyado en las barandas del balcón del bar, observaba los últimos rayos que dejaba el sol. Se encontraba fastidiado, todos los recuerdos y sentimientos seguían allí, inundando todo su ser, dejando la oscuridad de donde los había olvidado.

Llevó el cigarrillo a su boca, dándole una fuerte calada para calmar todas aquellas sensaciones, las odiaba.

-Así que aquí estas. -La voz de una joven se pudo escuchar a su espalda. Él giró. -Es un lindo crepúsculo. -Comentó, se acercaba a paso lento, haciendo que sus caderas se hicieran notar. Era rubia, alta, de una pequeña cintura, grandes pechos y gran trasero. "Tal y como le gustan a él." Pensó. Se detuvo cerca de su cuerpo, su gran escote no dejaba mucho a la imaginación. -El invierno se acerca. -Froto sus brazos.

-Yo también tuviera frío si usara eso. -Comentó el pelinegro.

Ella sonrió.

-La verdad es que no cambias. -Negó. -¿Para qué soy buena?

Él enarcó una ceja, no se debía responder lo que ya era obvio.

-¿Bien? -Preguntó. Sacó de su chaqueta de cuero una bolsa transparente, los ojos de la rubia destellaron. -¡Que bien! -Exclamó, dando pequeños saltitos mientras aplaudía, él aún se preguntaba por qué la buscaba. Se acercó más para tomar la bolsa pero, él la detuvo.

-No. -Sonrió de lado, apartando la bolsa. -Primero lo primero. -Levanto su mano, ella esbozó una gran sonrisa.

Sacó de su bolso de piel varias pacas de billetes. Acto seguido, se las entregó. Él empezó a contar las pacas, estaba familiarizado con las cuentas, nadie lo podía joder tan fácil.

-Listo, preciosa. -Guardo el dinero en su chaqueta. Acto seguido, le entregó la bolsa. -Toda tuya.

Emocionada por aquel paquete, se apresuró para abrirlo, sacando de el un cigarrillo de papel oscuro; busco entre sus cosas su encendedor, llevó el cigarro su boca para luego prenderlo y darle una calada.

-Oh Dios. -Exhalo. -Esto si que esta bueno. -Sonrió. -¿No quieres? Se te ve tenso. -Le ofreció el cigarrillo mientras le observaba coquetamente. -Esto siempre me hace sentir mejor.

-Cariño, yo no necesito drogas para sentirme mejor. -Le quito el cigarrillo, arrojándolo hacía la calle. La tomo de su cintura, acercándola un poco más. -Para eso estas aquí.

Ella sonrió mucho más, él era un ser misterioso y demasiado rebelde, era perfecto, tal y como le gustaban.

-Lo sé. -Trato de besarle pero él le esquivo el rostro, nunca había logrado un beso de esos labios.

-No te pases de lista. -La tomó por los hombros con fuerza. -Haz lo de siempre. -Ordeno.

Ella asintió. Se arrodilló, empezó a darle pequeños masajes a su amigo por encima del jean, poco a poco fue bajando la bragueta del mismo hasta que una gran erección se hizo notar. Acto seguido, lo tomó con ambas manos y lo llevó hasta su boca.

Él emitió un leve gemido, ella sabía lo que hacía, sabía actuar, no por nada ya tenia una gran reputación.

Ella subió un poco su rostro, le gustaba hacerlo disfrutar, él era su favorito dentro de su gran lista.

-Arriba. -Ordeno. Ella se levantó, volteándose un poco. Acto seguido, bajó sus bragas, estas eran de lencería roja, para luego alzar su vestido. -Apóyate en la baranda. -Volvió a ordenar. A él no le importaba si ella se encontraba incomoda o no, necesitaba quitarse todo eso de encima.

¿Cómo saber sí es el chico correcto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora