Narrador omniscienteDepartamento del centro.
Era una mañana cualquiera, el joven de cabello negro se encontraba acostado en su espaciosa cama en su lujoso departamento. ¿Cómo no estar orgulloso de eso? Cualquiera lo estaría pero, últimamente él no lo estaba. Sus sentimientos estaban revueltos, creía que los había calmado pero no, era muy fastidioso para él.
La luz entraba por la ventana, él se revolvió un poco más en la cama, aún no quería levantarse.
Su teléfono empezó a vibrar, ¿quién sería? Él había pedido días libres para poder hacer sus cosas, no debían joderlo.
Gruñó ante aquella insistencia de la persona, ¿por qué debían llamarlo tan temprano? Tomó el teléfono para pulsar el botón de cancelar. Dejo el teléfono de lado y se revolvió un poco el cabello. Estaba cansado de todos los malditos sentimientos y de pensar tanto en la joven de ojos grises.
-Ojos de lobo. -Dijo para si, le gustaba ese sobre sobrenombre. Sonrió un poco pero esta iba cargada de amargura.
Se sentó un momento en su cama y observo su alrededor. Sabanas blancas y pulcras, paredes de color hueso, sus cortinas eran de un azul intenso al igual que sus muebles, un gran televisor al frente de su cama y a un costado de la habitación habían dos puertas, una marcaba el baño y la otra el closet. Suspiró, tanto espacio y vivía solo pero, la vida que llevaba y su trabajo hacía que fuera así pero, a fin de cuentas, era su hogar.
Su teléfono volvió a vibrar, esta vez era un mensaje.
Aaron: Bro, espero estés bien. Te llamaba para saber si querías acompañarme al boulevard, avísame si puedes.
Frunció el ceño, él no estaba acostumbrado a eso.
No respondió.
Se levantó de la cama, necesitaba ir al baño y sacarse el pesar que dejaba el sueño. Entro al baño y se detuvo justamente en el gran espejo de cuerpo completo que había dentro.
Tenia un gran físico, no era un cuerpo de luchador pero era suficiente para él, algunas pequeñas cicatrices se daban a conocer conforme la luz las iluminaba, poseía un tatuaje en su brazo izquierdo, se lo había realizado cuando ingresó a la mafia de su tío y, conforme al tiempo, lo fue agrandando.
Se despojo de su ropa (de la poca que poseía) y se adentró en la ducha. Le gustaba sentir como el agua caía por su cuerpo, eso le relajaba pero, no era suficiente. Últimamente estaba de muy mal humor, detestaba que su cuerpo tuviera aquellas reacciones y debía alejarlas, ya se había jodido con haber sentido lastima por aquella joven de piel morena. Eso le molestaba, él no era así.
Le propició un golpe a la pared, sintió que no fue lo suficiente. Dio otro más, aún no le quitaba ese pesar de encima. Intento nuevamente, esta vez había sido mucho más fuerte, tanto así que pudo quebrar un poco la baldosa del baño.
Respiro profundamente, tenía algunos mechones cayendo por su rostro. Su mano, por otro lado, se encontraba entumecida.
-Maldición, creo que la rompí. -Comentó con sarcasmo mientras esbozaba una sonrisa de fastidio. Suspiró, no era la primera vez que pasaba.
Termino de ducharse, salió de esta y se enrolló una toalla en su cintura.
-¿Dónde coño lo habré dejado? -Se preguntó en voz alta, necesitaba limpiar y vendar todo el desastre que había dejado.
Buscó debajo del lavabo, la señora que le limpiaba el departamento los jueves siempre lo dejaba guardado en ese lugar y en efecto, allí estaba el botiquín de primeros auxilios. Lo tomó, acto seguido, se dirigió a su cama.
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¿Cómo saber sí es el chico correcto?
Tajemnica / ThrillerCreyeron que, tal vez, sufría de una enfermedad mental pero no era así. Sus sueños le mostraban lugares, sucesos y personas que ella no recordaba, pero lo que más la atormentaban eran unos ojos de color intenso. ¿Por qué?, ¿quién era?, ¿qué quería...