Capítulo 33

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El frío era aterrador, cada parte de su cuerpo se estremecía con violencia. El chillido de las ratas hizo que volviera en si y comenzará a revivir todo el dolor de aquellos días.

"¿Por qué?"

Trató de mover sus brazos pero le fue imposible. ¿Cuanto había estado en ese lugar? El olor a humedad y mugre era una mezcla horrible, la verdad era muy asquerosa.

Su cuerpo se encontraba totalmente desnudo, sus brazos estaban atados y por en cima de su cabeza, sus pies rozaban levemente el piso y ya comenzaba a doler la espalda.

De pronto, algunos sonidos llamaron su atención. Se alarmó, sabía que él ya venía.

Se movió un poco más, quería aflojar el agarre de sus muñecas pero su intento fue inútil, lo único que consiguió fue tener un fuerte dolor en las mismas.

"Maldición."

Unas llaves fueron introducidas en el cerrojo de la puerta, su pulso iba en aumento y el desespero comenzaba a tomar control de su cuerpo.

Un joven atravesó la puerta y la cerró. Era el mismo joven que había estado en esa misma habitación las noches pasadas. Si no fuera por su tétrica y siniestra mirada, ella se hubiera enamorado de él. Era guapo, muy guapo y alto, se podía observar que poseía un perfecto porte y la forma de su quijada era lo que más le llamaba la atención.

Cerró los ojos con fuerza y tragó grueso, se sentía estupida por haber permitido que aquel pensamiento entrará en su cabeza.

Él encendió un cigarrillo y se apoyó en la pared de la habitación. El cuerpo de la joven empezaba a tener ciertos espasmos por el frío que había en el lugar.

-P-por favor-r... -Pronunció. Su garganta ardía. -N-no...

-No deberías hablar. -Él la interrumpió, exhaló el humo que había retenido y suspiró.

-Y-yo... -Mojó sus labios, los mismos se encontraban resecos y rotos, dolían como una quemadura. Agachó la mirada, cansada por suplicar, por pedir, por esperar algún acto de compasión hacia ella. Sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas, sentía que no saldría viva de aquello.

-Cállate.

Su vello se erizó. Su mirada recayó en la de él, calándole hasta el alma. El joven del cigarro se encontraba al frente de ella. Su tétrica y siniestra mirada le había impresionado. Comenzó a temblar con mas fuerza, había sido demasiado.

Ahogó un sollozó pero no pudo aguantarse, se había orinado en cima y con ello, había abierto paso a las lágrimas. ¿Aquello había sido por la vergüenza que sentía, por la angustia o por el miedo que él le generaba? Podía ser todo eso y mucho más.

-Me das asco. -Comentó él con sequedad. Llevó la punta del cigarrillo encendido y lo apretó en uno de los pezones de la joven. Grito del dolor, llevaban haciendo eso por muchos días, sin contar los golpes y algunas cortadas que solían dejarle. Pero, eso no había sido nada en comparación con lo que se avecinaba. -Calla. -Le ordenó. Volvió a apretarlo con fuerza mientras que ella se retorcía por el dolor.

Él se alejo unos cuantos pasos y la observó. Se apoyó en la pared y suspiró. Era tal y como le gustaban, sin fuerzas y ni voluntad propia, hacía todo lo que él quisiera y le ordenara. Ella era la sumisa perfecta.

-¡ERES UN MALDITO BASTARDO! -Gritó. Era la primera vez que gritaba desde que la habían secuestrado. -¡UN CERDO, UN HIJO DE PUTA, ERES UN COBARDE! -El dolor comenzaba a generar odio, dejando el miedo de lado.

Pero, había sido el peor error que había cometido.

La sangré se le heló, él se acercó con rapidez y dejo ver la vara de hierro que llevaba en sus manos.

¿Cómo saber sí es el chico correcto?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora