10. Conversación Motivacional

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¿Había alguien más sabio que él? Ella quería creer que sí, puesto que no le gustaba admitir ciertas cosas que tuvieran a la grandeza de por medio.

Hayden sabía también que si él no se atrevía a decirle aunque sea una cuarta parte de todo lo que acababa de descubrir, entonces tendría que irse por lo bruto ¿Qué tan malo puede ser quemarle los dedos a un viejo profesor? Sin embargo tenía la certeza de que eso no sería necesario, de todas formas lo pensó un rato más.

Le pasó por la cabeza que, si Caronte le acercaba a la Isla entonces podría tener más información de su parte, junto con lo que sea que le pudiera decir su profesor, podría estar sabiendo todo para mañana en la mañana.

Si todo salía bien, claro está.

—¡Hey, Caronte! —gritó desde las escaleras llamando al viejo en la barca.

Caronte era el encargado de llevar a todas las almas a su lugar correcto en el inframundo, trabajo que a Hayden le interesaba muchísimo más no creía que pudiese hacerlo, por ello le admiraba un poco.

—Oh, majestad —dijo el hombre casi en un susurro yendo hasta ella-. No pensé volverla a ver por aquí después de haber descubierto aquellos atajos.

—Catacumbas —corrigió—. Hoy quería que me llevaras a un lugar, para no perder la costumbre.

El viejo sonrió sin mostrar los dientes (tampoco es que tenía), como si estuviese charlando con una niñita de 10 años.

—Será un placer.

Hayden se subió a la barca, no tuvo que decirle a Caronte a dónde tenía que ir, pues él ya sabía.

El camino era silencio, exceptuando a las almas quejándose sin parar, tratando de subir a bordo sin éxito, la joven estudiaba el triste y lúgubre paisaje, preguntándose si Cerbero había comido hoy o si su padre se preguntaría por ella.

Dubitativa volteó a ver al viejo esqueleto que ya la estaba mirando.

—Sé qué hace por aquí, majestad —confesó—. Pero lamentablemente no puedo ayudarle, puesto que de aquel trágico día solo quedan imágenes borrosas.

Hayden tragó en seco, y creía que el profesor de la túnica rara le daba escalofríos, descubrió que Caronte le causaba la misma sensación.

—¿Por qué todos se refieren a eso como el día que se acabó la felicidad? —Preguntó incrédula—. Solo caí al agua.

Caronte la miró nostálgico.

Entonces supo que no solo había sido eso, pero él no se acordaba, por ende no podía concretar alguna cosa.

—Lo único que puedo decirle es que, si usted está culpando a su padre, no lo haga —hizo una pausa—. Al menos no del todo.

Hayden se estremeció, adivinó de nuevo.

—Es como si algo impidiera que fuese más allá de ese recuerdo —susurró— ¿Por qué alguien no estaría de acuerdo en que recuerde quien soy... o era?

—Estamos en un lugar lleno de maldad, majestad, no puede olvidarlo —explicó—. Incluso en la más bella pradera, las flores tienen espinas y aquí, hay de sobra.

La barca se detuvo justo al lado de un muelle, sucio, en su totalidad destruido pero estable, Hayden antes de bajar le dedicó una mirada a Caronte, la cual él pudo entender completamente, dedicándole una sonrisa de medio lado.

—Estamos para servirle, majestad —dijo—. Salude al profesor de mi parte.

—Así lo haré.

Hayden bajó, se volteó para contemplar como Caronte desaparecía entre la niebla.

Quedando así, sola.

Miradas del Inframundo [An Under Disney Descendants Story] "TERMINADA"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora