¡Ánimo!

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—Jimin... creo que esto no va a funcionar... —el castañito hizo un puchero. Ya había transcurrido la mitad del día y estaban almorzando; recién en ese momento Taehyung se sintió mejor por lo ocurrido en la mañana, aunque aún se avergonzaba de solo recordarlo.

—¿De qué hablas? —Jimin lo observó sin entender, dándole una mordida a su manzana. —Que yo sepa no te he propuesto nada.

El menor enrojeció y golpeó al pelirrojo en el hombro.

—¡Eso no, bobo! Me refiero a lo de las notas... —infló una mejilla, desviando la vista a la mesa, en la que comían.

—¿Y por qué no? Es la mejor idea que he tenido desde que untamos de mantequilla el piso del gimnasio para patinar.

—¡Eso tampoco fue buena idea, Jimin! Nos suspendieron por dos semanas luego de que limpiamos toda la grasa, ¿no recuerdas? —Taehyung lo observaba, con el ceño levemente fruncido.

— ... Pero de todos modos fue divertido. —murmuró el contrario, cruzando sus brazos. —De todos modos, ¿por qué dices que lo de las notas no es buena idea? —miró a su amigo de nuevo.

—Porque yo... soy yo, ese es el problema. —suspiró el castaño. —Soy torpe e inseguro, y demasiado tímido. Casi metí la pata en la mañana, y por si fuera poco, Yoongi hyung me ignoró. —apoyó el mentón sobre la mesa, haciendo un adorable puchero que conmovió a Jimin.

Ahora mismo, Taehyung parecía un pequeño globo desinflado.

—Hey, no pienses así... —el mayor le despeinó, sonriendo un poco. —Puede que hayas hecho las cosas mal en la mañana pero eso no quiere decir que lo harás igual a la próxima. Es más, ¿por qué no escribes una nota nueva? Yo me encargo de que la reciba y la lea sin contratiempos, ¿quieres? —le sonrió cálidamente, contagiando al castaño algo de alegría.

—¿Harías eso por mí? —se irguió poco a poco, ilusionado. Jimin asintió. —Me parece una mejor idea. —sonrió bajando la vista.

—Entonces ya está. Escribe algo para él, y prometo que lo tendrá en sus manos de aquí a que toque el timbre para irnos. Ni siquiera sospechará que eres tú.

Los ojos de Taehyung brillaron. Si tenía esa ventaja, podía controlar el cuándo quería que su hyung supiera quién era el que le escribía notas. Tenía todo el tiempo del mundo para armarse de valor, y para entonces, Yoongi ya le habría tomado al menos un poco de cariño. Serían amigos, y luego tal vez podrían ser algo más.

No tenía porqué fallar.

Sonrió entonces y sacó su estuche y libreta.

Tenía todo el recreo para escribirle algo a aquel chico, que se había robado su atención desde hacía ya tanto tiempo.

¿En qué momento exactamente Taehyung se había enamorado tanto de Yoongi? No lo sabía con exactitud. Solo sabía que nunca olvidaría su primer día de clases en aquel instituto.

Aquel día llovía. Llovía intensamente, como si el cielo llorara por presenciar aquel momento en que el pequeño Taehyung lloraba también, empapado y cubierto de barro, mientras un trío de niños se burlaba de sus gruesos lentes y su uniforme.

No era su culpa. Su madre no tenía dinero para comprarle el uniforme de aquel nuevo instituto. Desde luego, no se preocuparon demasiado por ello. Pero tampoco pensaron que algo así ocurriría.

Los niños reían, protegidos con sus paraguas, mientras veían a Taehyung sacudiendo el barro de sus mejillas cada vez que ellos chuteaban el charco frente a él.

Y Taehyung hubiese deseado correr, pero cada vez que intentaba levantarse, alguno de los tres niños le bloqueaba el paso o lo empujaba al agua nuevamente.

En ese momento no sabía si tenía la vista nublada por la falta de sus lentes, que estaban rotos en el suelo, las lágrimas, o la lluvia que estilaba por sus mechones castaños, pero ciertamente distinguió la silueta borrosa de un chico que se aproximaba.

De un momento a otro, los tres niños salieron corriendo, dejando caer incluso una de sus sombrillas. Taehyung no entendía lo que había sucedido, pero al levantar la vista, y secando un poco sus lágrimas, pudo ver una mano tendida que le invitaba a ponerse de pie.

Era él.

Yoongi apretaba sus labios al ver el estado en que se encontraba aquel castañito. De seguro pescaría un resfriado.

Aún así, tomó su mano y lo llevó al gimnasio, hasta los vestidores. El entrenamiento se había cancelado por el mal clima, puesto que varios de los miembros del equipo vivían lejos. Aparentemente, él era el único que no se había enterado; tenía el equipo puesto, y su uniforme guardado en su bolso.

Pero ahora, alguien más lo necesitaba.

Le tendió sus pantalones secos, su camisa y polerón a aquel niño que recién conocía, y que aún no dejaba de llorar, tiritante, y le permitió cambiarse en uno de los camarines.

Le ayudó a guardar la ropa embarrada en su bolso y, dándole la sombrilla que uno de aquellos niños había dejado caer, se despidió, pidiéndole sus ropas y bolso de vuelta al día siguiente, antes de irse con el uniforme de basketball puesto, ese uniforme de tela delgada y pantalones cortos que se le pegaba a la piel debido a la fuerte lluvia.

Ese era su héroe. Ese era el héroe de Kim Taehyung.

Al día siguiente, como prometió, le devolvió todas sus pertenencias, incluyendo la sombrilla que no pertenecía a ninguno de los dos, y le dio algo más a cambio de todo lo que había hecho por él; una bolsa de gomitas de dulce, todas con una adorable forma de osito.

En ese entonces, Taehyung aún no conocía el amor.

Y en ese entonces, Yoongi aún no conocía la verdadera cara del mundo.

Notitas para Yoongi hyung~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora