Ante el ocaso

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La puerta del café tintineó cuando Hoseok entró viendo alrededor.

—¡Hobi! —Jimin le hizo una seña desde una de las mesas. Sus ojos se encontraron al momento y un par de sonrisas brotaron en sus rostros.

—Siento haberte hecho esperar. —se disculpó sentándose junto a él.

—No hay problema. Me entretuve hablando con Yoongi. —señaló la dirección de donde el chico venía para tomar la orden.

—Ah, ¿así que tú eres Yoongi? No tenía idea de que trabajabas aquí cuando escogí el lugar. —se reía alegre mientras estrechaba su mano con energía a modo de saludo y, en ese momento, Jimin pensó que tenía un perfecto ejemplo de antónimo frente a él con esos dos chicos juntos.

—Tú debes ser Hoseok. Jimin habla de ti a menudo. —comentó, y recibió un topón en la pierna por debajo de la mesa. Se aclaró la garganta viendo al pelirrojo por el rabillo y, luego de una efímera expresión de "voy a matarte si mi pantalón se ensució", preguntó de manera amable: —¿Qué van a ordenar?

La cafetería se llenaba con mayor facilidad últimamente, y el señor Han estaba seguro de que era tanto gracias al inminente término del año, como a la ayuda y presencia de Yoongi.

La razón por la que no había dudado en contratarlo era, en parte, porque él ya no podía hacer todo solo y estaba desesperado. Y el rubio, aparte de aligerarle la carga, había conseguido también aumentar la popularidad del lugar; mucha más gente concurría al café, sobre todo colegialas, y no era difícil adivinar por qué.

Le debía mucho, y le tenía un gran cariño también, como si Yoongi fuera el hijo que nunca tuvo pero siempre quiso.

El día terminó como siempre a las ocho y media y, luego de cerrar y limpiar, el hombre le extendió una bolsita con un par de postres antes de que se fuera.

—Ten, Yoongi. Buen trabajo hoy.

—Gracias señor. Nos vemos. —hizo una pequeña reverencia y se fue bajo la puesta de sol, llevando la bolsita de pastelillos con una pequeña sonrisa.

Era normal que sobraran uno o dos al final del día. Otras veces sobraba alguna porción de pastel, y a veces, nada. Pero cuando algo quedaba y el señor Han se lo regalaba para no tirarlo, Yoongi sabía exactamente qué hacer: conocía a alguien al que le encantaban los dulces.

Se encontró con Taehyung en aquella placita que quedaba cerca de su casa, y no se sorprendió al verlo allí en cuclillas tomando fotos de las flores, mientras los últimos rayos del día se les reflejaban en los pétalos, y a él, en las mejillas.

Esbozó una sonrisa y se acercó a él.

—Taehyung. —lo sacó de su trance con voz suave, poniendo una mano en su hombro, y sintió cómo el menor se estremecía con su tacto.

—¡Y-Yoongi! —perdió el equilibrio por la impresión y se fue hacia atrás, cayendo sobre su trasero.

Ambos rieron bajito.

—Estaba concentrado, me asustaste. —se sonrojó incorporándose un poco.

—Lo siento. ¿Tomaste una buena? —se inclinaron ambos a ver la cámara, pero la pantalla mostraba una captura borrosa, que Taehyung había tomado al caer. —Perdón...

—No importa, me gusta como se ve. —le dio una sonrisa cuadrada y el mayor desvió rápidamente la vista hasta la bolsa que llevaba en la mano.

—Uh... te traje esto. —se la dejó en el regazo.

—¡Ah, pastelillos! Gracias, hyung. —en su expresión era evidente que le encantaban. Tomó ambos con cuidado de no dañar el glaseado, y mordió uno al tiempo que acercaba el otro a los labios del mayor.

Los comieron con calma, mientras hablaban de cómo habían pasado la tarde, y así los rayos del sol finalmente se escondieron tras el horizonte.

A menudo pasaban tiempo juntos así. Y a Yoongi le parecía realmente valioso, a pesar de que eran simples panoramas improvisados, como hablar en el parque, en lugar de salir a divertirse en grande en cualquier otro lado. Yoongi de hecho prefería la paz y la tranquilidad, y claro estaba que Taehyung también, así que ambos disfrutaban en sobremanera la compañía del otro.

—¿No quieres quedarte en mi casa hoy, hyung?

El rubio se rió desde su regazo. —Todavía no te acostumbras a llamarme por mi nombre a secas. ¿Por qué? —sonrió de lado.

—No... no lo sé, solo... lo digo sin pensar. —se sonrojó levemente, porque de verdad no tenía una explicación. Sabía que al mayor no le gustaban mucho los honoríficos. Quizás era la costumbre tan arraigada que tenía desde pequeño de referirse así a sus mayores.

Desde que se habían olvidado de la búsqueda semanas atrás, el mayor se sentía de manera diferente. De cierta forma, el entusiasmo que había mostrado Taehyung con el asunto le había hecho sentir cierta responsabilidad, por lo que le había seguido la corriente sin pensar en nada más, sin siquiera reflexionar en qué quería él mismo.

Porque ¿qué iba a hacer si encontraban a ese chico? ¿Valía la pena? Más importante que eso, ni siquiera tenían cómo encontrarlo —o eso pensaba él—, y de seguro el chico en cuestión tampoco se acordaría de él ni de lo que había pasado en aquel entonces.

Pero ya no tenía que pensar en eso más. Ahora, ante el ocaso, de vuelta al hoy y sin eso en mente, concentrándose solo en lo que tenía delante como había dicho ese día, había podido notar que Taehyung estaba ahí.

Taehyung siempre había estado ahí para él.

Y también se había dado cuenta de algo más.

—Bueno... si no es molestia, me gustaría. —cerró los ojos con calma.

—¡Perfecto! Prepararemos leche con chocolate y pondré malvaviscos en el microondas, ¿te parece?

Él alzó los párpados y se encontró con aquellos ojitos oscuros sobre él. —... Suena perfecto. —se sonrieron.

La verdadera razón por la que había desistido de la búsqueda era mucho más simple.

A Min Yoongi le gustaba Kim Taehyung.

Notitas para Yoongi hyung~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora