Capítulo 23 (Lucía)

683 32 4
                                    


Los días han sido horribles, tengo muchas náuseas, casi todo lo que como lo vomito, mi cuerpo se siente extraño, no entiendo como las mujeres pueden soportarlo y en más de una ocasión.

No he querido hablar con Sebastián, por suerte parece entenderlo porque él tampoco me ha preguntado nada, se ha limitado a traerme comida y luego de unos minutos en silencio, desearme buen provecho y marcharse.

Si no me hubiera hecho daño no estaría pasando por esto. Tengo tanto coraje guardado, no quiero enfrentar esta situación, no estoy lista para ser madre, soy demasiado joven, no tengo el deber de serlo. No me busqué nada de lo que me pasó, una vez más Sebastián tiene la culpa de todo.

Ahora quiere venir y ser el bueno conmigo, solo quiero que me deje libre y poder tratar de olvidar todo lo que me hizo, si es que se puede.

Él me debe ayudar, tiene que entender que la forma en la que puede hacerse responsable es solucionando mi problema. Sé lo que es crecer y no sentirse amada, no quisiera arrastrar a esta criatura a eso, sé que estoy a tiempo para pararlo.

Hoy lo he esperado toda la tarde, se ha retrasado mucho, en otro momento estaría feliz de no tener que verlo, pero en esta ocasión no, necesito mantener el valor para poder hablar con él.

Mis pensamientos quedan interrumpidos cuando escucho el familiar sonido de la puerta al abrirse, luego entra Sebastián con la bandeja de comida y la deposita en el lugar acostumbrado.

—Perdón la demora, ha sido un día complicado —dice sin más.

—Necesitamos hablar —le digo ignorando cuan agotado parece.

—¿Debe ser ahora? —me mira a los ojos, noto como tiene bastantes ojeras—, no creo que sea el mejor momento.

—Es importante, por favor —le digo enfatizando las ultima palabras sin dejarlo de mirar.

—¿Qué sucede, Lucía? —pregunta en tono resignado, mientras permanece de pie.

Es extraño escuchar mi nombre después de tanto tiempo, pero evito mencionárselo, necesito concentrarme.

—No quiero tener, esté bebé —le digo sin más.

No me dice nada, en su rostro hay una expresión que no puedo descifrar, no tengo idea que piensa.

—Perdóname Lucía, pero no puedo ayudarte con eso.

Su respuesta es casi gélida, es evidente que está molesto y no quiere ceder, pero yo tampoco quiero hacerlo.

—Pero eres médico, puedes hacer ese tipo de intervenciones, no te entiendo, dices que quieres ayudarme, pero no estás dispuesto a cooperar conmigo.

Estoy poniéndome furiosa, pero mi voz suena temblorosa y me resta autoridad, odio eso.

—No hago ese tipo de cosas, estudié para salvar vidas, no para interrumpir una vida futura y menos en un caso como este.

—¡Eres un hipócrita!—me levanto de la cama para encararlo—, porque para destruir mi vida no tuviste contemplación, pero cuando se trata de lo que te pido si te pones en plan moralista. Además, ¡Que tiene este caso de especial! — le cuestiono.

—Es mi decisión profesional, además se trata de nuestro hijo —me grita.

—También se trata de mi cuerpo, no quiero sentirme así —le empiezo a gritar también.

Sebastián me mira, toma un poco de aire y se acerca a mí, yo retrocedo, él  hace una señal con las manos, dándome a entender que no me hará daño, pero no confío en sus intenciones. Me siento acorralada.

—Dijiste que me apoyarías —le digo susurrante.

Pelear con Sebastián  me hace sentir tan agotada.

—No puedo apoyarte cuando se trata de una decisión así, te pido que me perdones, pero no puedo hacerlo —responde y su voz parece apagada.

Lo miro pensando en que más decir, pero no se me ocurre nada más.

—Escucha —me invita a sentarme, acepto de mala gana—, si no quieres a ese bebé, al menos acepta tenerlo, luego de que nazca me encargaré de todo. No tendrás que preocuparte por eso.

No entiendo a donde quiere llegar, pero tengo que estirar el hilo tanto como pueda.

—¿Qué ganaría con algo así?, seguiré siendo tu prisionera, sin mencionar todos los síntomas con los que tendría que lidiar.

—Si aceptas continuar con el embarazo, cuando nazca mi hijo te dejaré libre, podrás ir a donde quieras, siempre y cuando lo entregues conmigo, recuperarás tu libertad y podrás olvidar todo lo que pasó, pero tienes que acceder a cuidarte y seguir mis órdenes.

Su propuesta me deja helada, no esperaba que me dijera algo así, pero, ¿no es lo que quería?, libertad y todo lo que conllevaba. Esta era mi oportunidad.

—Me gusta la idea, pero como saber que cumplirás tu parte

—Tendrás que confiar una vez más en mí, piénsalo de este modo; estás sola y a mi disposición, bien podría obligarte a continuar con el embarazo y mantenerte cautiva. Pero prefiero que lleves un embarazo tranquilo y voluntario, aunque me cueste perderte, mi consuelo será tener una parte de ti viviendo en nuestro pequeño hijo.

No sé qué creer, mis opciones parecen limitadas, lo que me propone me da la posibilidad de libertad. Sé que le tengo que dejar al bebé, pero no creo que sea muy difícil, no tengo sentimientos hacia él. Probablemente, Sebastián le dé todo lo que yo no podría ofrecerle y yo tendré la oportunidad de empezar de nuevo, lejos de todos los que me hicieron daño.

—Está bien, acepto tu propuesta, pero tengo algunas condiciones.

No pienso dejar que Sebastián confunda las cosas, no quiero que me intente enredar de nuevo.

—Te escucho —me dice serio.

—No quiero que intentes ningún tipo de contacto físico hacia mí, soy la mujer que llevará nueve meses a tu hijo, no soy tu novia, tu amiga o familiar, no necesito de tu afecto. Tampoco quiero agresividad de tu parte.

—Dalo por hecho, me dedicaré a cuidarte solo lo necesario y respetaré tus condiciones. No tendrás queja de mí.

Me extiende la mano, tardo unos minutos mirándolo con desconfianza, pero termino tomándosela, finalmente nos estrechamos las manos, sellando el trato acordado.

—¿Cómo te has sentido hoy? —me pregunta cuando nuestras manos recuperan su libertad.

—Solo con muchas náuseas —le contesto sin agregar algo más

—Es normal en tu situación, habrás más síntomas, cualquier cosa puedes decírmelo o preguntarme. Mañana te traeré algunos medicamentos que me gustaría que empezaras a tomar.

Estoy a punto de protestar, pero recuerdo que el trato es seguir sus indicaciones, así que solo asiento y no digo nada.

La incomodidad se percibe en el ambiente, ninguno de los dos parece saber que más decir.

Al final Sebastián termina rindiéndose, se despide, no sin antes pedirme que coma todo lo que me sea posible, Luego de eso se va, dejándome con la cabeza llena de dudas y el estómago revuelto. 

EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora