Capítulo 8 (Sebastián)

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Salgo de la habitación dejando a la Ratoncita recostada, en verdad espero que no dé más problemas, de lo contrario me veré obligado a adelantar mis planes. Algo que me molestaría mucho puesto que con ella quiero ir despacio. Necesito tenerla un poco más para mí.

No puedo quitarme su expresión de la mente al verme, de la confusión pasó al miedo y luego simplemente comenzó a escrutarme a tal grado que parecía que por un momento podía ver mi alma. No es algo a lo que esté acostumbrado, tampoco me agradaría que pudiera hacerlo, por supuesto que esa es solo una idea absurda que se me ha venido a la cabeza, si ella en verdad la hubiera visto se habría asustado mucho más. Sé lo oscura que es y la reacción que provocaría en cualquier ser humano decente.

Dejando a un lado esa terrible realidad, debo admitir que mi parte preferida fue verla dormir, no es a la primera chica que observo, sin embargo, hay algo diferente, un recuerdo familiar. Esa paz que trasmitía mientras permanecía apacible, sus labios exhalando lentamente, su cabellera enmarcando su rostro.

Hizo que un viejo recuerdo viniera a mí:

Tendría apenas ocho años, mi padre me repetía una y mil veces que jamás entrara a una de las habitaciones de nuestra casa, en esa ocasión la curiosidad me pudo más, solo era un niño solitario e ingenuo.

Ese día en específico me encontraba jugando al investigador privado, naturalmente aquella habitación prohibida me incitaba a realizar una búsqueda que pensé que sería una aventura digna de contar a mi madre y amigos. De pequeño siempre temí a mi padre (como todo niño que constantemente era regañado), pero nunca imaginé las terribles consecuencias que traería a mi vida.

Así como tampoco imaginé que al entrar me encontraría a esa mujer, que sin saberlo se volvería parte de mi destino. Ella permanecía recostada, su cabello era rubio como el oro, resplandeciente, sus labios muy rosados y no pude evitar que era como uno de los ángeles de los que mamá me contaba cuando me arropaba para dormir.

Le toqué la mano, estaba tibia.

—Hola —le susurré, jalándola un poco del brazo.

Pero no respondió, tenía algo conectado a su muñeca, un cable que iba directo a una máquina que sonaba con un bip bip. Parecía como los que había en los hospitales, pero ese no era un hospital, no comprendía qué hacía aquí y que le estaba pasando, lo único en lo que pensé fue que si le quitaba todo eso la podía ayudar, así que luchando con mi estatura traté de alcanzarlo para quitarle todo a lo que estaba conectada. De pronto alguien tocó mi hombro y al volverme me encontré con el rostro de mi padre enfurecido, ni siquiera lo escuché entrar.

—¿Qué demonios haces aquí, Sebastián? — gruñó.

Yo... es que... creí escuchar algo —tartamudeé asustado.

—¡Te dije mil veces que no entraras aquí, esto es intolerable!

—Pero papá yo solo quería ayudar al ángel —le dije desesperado.

—No vuelvas a repetir eso —dijo propinándome una bofetada que me tiró de culo sobre el suelo—. ¡ESTA MUJER NO ES UN ÁNGEL, SOLO ES UNA PUTA DE LA QUE ME ESTOY ENCARGANDO! ¡ENTIENDES!

Yo solo lloraba en el suelo, no entendía nada, ¿cómo esa señora tan bonita no podía ser un ángel? ¿Qué era una puta?

—Ya es tiempo de que entiendas cuál es el negocio de la familia, querías meterte en lo que no te correspondía, ahora te enseñaré...

Me levantó de la camisa arrastrándome hacia fuera de la habitación, ese fue el día que comenzó a convertirme en un bastardo, desde ese día lo empecé a odiar, al igual que a mí.

Me concentro en la comida que le estoy preparando a la Ratoncita, dejando atrás los recuerdos de aquel día, no permitiré que eso me atormente, al menos por ahora. Tengo muchas cosas importantes en las que pesar. Requiero de mucha concentración para poner en orden mis planes.

Es claro que necesito distraer mi mente y para eso nada como un poco de satisfacción sexual, pero para obtener ese delicioso regalo, tengo que ser paciente, solo un poco nada más, antes debo hacer que la chica coma algo.

Lo que estoy cocinando huele de maravilla, es una dieta ligera, no quiero que se vomite, si algo no tolero es el olor a vómito, por eso elegí un menú que sea tolerable para su estómago, sé que no se resistirá a lo que le estoy preparando. Además, esta será mi verdadera primera lección para la Ratoncita. El día de hoy entenderá que nada se recibe gratis en esta vida.

Para eso necesito que muerda el sebo, ella es mi presa y estoy a punto de iniciar mi casería. La simple idea me hace sonreír...

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