Capítulo 1 (Lucía)

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Todo era borroso, mi cuerpo se sentía muy adolorido, los parpados me pesaban y tenía las muñecas entumecidas. Poco a poco fui abriendo los ojos, sin embargo, eso no ayudó en nada porque la oscuridad que me rodeaba era densa y profunda. No podía ver, la cabeza me daba vueltas, traté de mover mis manos instintivamente, pero noté que tenía las muñecas atadas sobre mi cabeza. Mi cuerpo estaba recostado en una cama, mis piernas permanecían atadas y semiabiertas.

¡Dios mío, qué hacía yo allí!, Fuera cual fuera el lugar donde me encontraba.

Las lágrimas comenzaron a descender por mis mejillas, traté de presionar mis recuerdos con la esperanza de encontrar los últimos que tenía, sabía que había estado bebiendo, eso no era difícil de recordar, puesto que desde hacía mucho tiempo me había convertido en la definición de "alma de la fiesta". Con todo y eso lo último que recordaba era que alguien había llamado a la policía y que en ese momento yo me había comenzado a sentir mal, las últimas imágenes navegaban en mi mente "un oficial llevándome en brazos a lo que parecía un hospital" luego de eso muchos rostros, de diferentes enfermeros y médicos; es una congestión alcohólica, recordaba que decían cerca de mi cara. Luego de eso solo había espacios en blanco.

De repente una pequeña luz se reflejó al otro lado de la puerta del lugar donde me encontraba, el picaporte comenzó a sonar y una silueta se adentró en la oscuridad donde me encontraba. La gran luz que entró por la puerta me cegó por un momento. Traté de mover mis parpados buscando acostumbrarme, pero todo esfuerzo se vio perjudicado cuando aquella silueta cerró tras de sí, dejando todo de nuevo en completa oscuridad.

—¿Quién es usted? —Conseguí articular. Mi voz sonaba rara, pero decidida.

—Ese no es un tono adecuado, Ratoncita —Respondió una voz gruesa y varonil en la oscuridad.

A través de la penumbra en que me encontraba podía notar que era un hombre alto.

—Yo no son ninguna Ratoncita, me llamo Lucia.

—Parece que no te han enseñado modales, pero no te preocupes, yo me encargaré de eso —dijo y comenzó acercarse a mí.

Mis instintos me decían que debía escapar, que quien quiera que fuera ese tipo era peligroso. Pero estaba atrapada, atada y asustada.

Sus manos tocaron mi rostro recorriendo mi labio inferior —aproveché la ocasión para morderlo. Soltó una maldición entre dientes, luego de eso sentí un fuerte golpe en la mejilla, fue tan repentino, tan brusco, que sentí enseguida que me mareaba.

—Y eso es solo para que entiendas que no puedes ponerte conmigo. Así que si quieres mantener tu bello rostro será mejor que comiences a modificar tus modales, Ratoncita— rio mientras hablaba.

De nuevo sus manos tocaban mi cuerpo, esta vez descendiendo de mi cuello hacia mis senos, por más que trataba de moverme era inútil, él tenía todas las de ganar. Se detuvo cuando sus manos estaban sobre mis pezones, entonces solamente comenzó a levantar mi blusa y sus manos estuvieron en contacto con ellos.

Estaba aterrada, no sabía hasta dónde iba a llegar, sin embargo, mi mente comenzaba a imaginarlo. Por favor, no me haga daño —susurré aterrada.

—¡Oh! Eso es lo que menos pretendo, al menos no en la forma que tú imaginas, créeme Ratoncita, te gustara todo lo que te haré —contestó divertido, mientras sus manos seguían jugando con cada uno de mis pezones que poco a poco se fueron poniendo duros, yo seguía moviéndome, buscando la manera de liberarme, pero era inútil, ninguna cuerda parecía ceder. Y simplemente de repente sus manos pasaron de mis senos, a mi cintura, una vez ahí deslizó mi falda y mis calzones entre mis piernas. Instintivamente, traté de cerrarlas, pero estaban amarradas, en mi mente rezaba un mantra personal; por favor que no me haga daño, por favor que no me haga daño.

— ¡No, no, no! ¡Por favor!— conseguí gritar.

—Shhh... será mejor que te calles o tendré que amordazarte, y créeme para lo que tengo planeado, necesito tu total cooperación —concluyó mordaz.

Su declaración me dejó helada ¿Qué más planeaba hacerme además de estar violando mi intimidad?

Cuando estuve completamente desnuda de la cintura para abajo, dos de sus dedos comenzaron a trazar círculos en mi clítoris, su contacto me causó un escalofrío, jamás nadie había tocado esa zona tan íntima. —Mira cómo te gusta esto, Ratoncita—susurra de pronto a mi oído.

—No me gusta, ¡déjeme, por favor! —le grité, ignorando las nuevas sensaciones que estaba experimentando.

—Qué lástima, porque tu cuerpo me dice que lo estás disfrutando, y mucho.

Sus manos cambiando de lugar y bajan y comienzan a pasar por fuera de la entrada de mi vagina. No, no, no, detente, por favor—pensé para mis adentros.

—¿Qué sucede ahora? ¿Te comió la lengua el gato? — pregunta, burlándose de mí.

—Detente, se lo pido. No tengo dinero, pero estoy segura que si le pide algo a mi padre, te lo dará.

—No quiero dinero, lo único que quería ya lo tengo y está justo frente aquí, desnuda y abierta para mí.

No digo nada, se me encriptan todas las palabras, una parte de mí pensaba que lo que buscaba era asustarme para conseguir dinero, pero su confesión me ha dejado perpleja, ¡Es a mí a la que quiere! Y no planea dejarme ir.

Sus manos siguen dibujando de mi clítoris a mis labios y luego sobre mi vagina, sin meter ningún dedo, solo jugando. Siento la humedad entre mis piernas, estoy muerta de vergüenza y de miedo por lo que imagino que vendrá.

Entonces de forma precipitada trata de meter un dedo, como respuesta grito de dolor y me levanto un poco. Sé que mi rostro muestra pánico y mi cuerpo tiembla y no precisamente de deseo, toda señal de él desaparece de mí.

—Muy mal, Ratoncita. Debiste decirme que eres virgen, de lo contrario habría sido más cuidadoso. —su voz suena, molesta.

—Como si me escuchara, solo busca lastimarme —Lo acuso.

Sus manos vuelven a mi clítoris y de nuevo traza círculos, la electricidad regresa a mi cuerpo y la sensación anterior desaparece.

—Descuida, no te desvirgué Ratoncita, pero debo confesarte que me ha tomado por sorpresa el saber que tendré que hacerlo.

Supongo que lee en mis ojos el miedo porque luego de colocar sus dedos de nuevo en la entrada de mi vagina continúa hablando:

—Pero ahora no, estás demasiado asustada, eso solo causará que tus músculos se tensen y te dolerá más de lo necesario. Pero ya veremos mañana....

Y sus palabras quedan suspendidas en el aire.

Sus manos suben a mi boca. Chupa —me ordena. Y yo estoy demasiado asustada como para desobedecerle. Sus dedos saben salados.

—Así sabes cariño— me dice y luego su rostro se aproxima al míos y me besa de forma brusca. Al principio pienso en volver a morderlo, pero luego recuerdo el golpe que me propicio hacía unos minutos y por primera vez me rindo ante él. Sus labios saben a mis fluidos y su lengua juega con la mía sin ningún tipo de ímpetu.

Luego se separa de forma precipitada

—No me equivoqué al elegirte, sabes de maravilla Ratoncita, pero por más que me gustaría seguir jugando contigo, debo irme, te prometo que pronto regresaré, puede que, si la próxima vez te portas mejor, te deje correrte.

Y entonces me deja ahí, desnuda de la cintura para abajo, humillada y en la oscuridad. Lloro de amargura, de tristeza a causa de su violencia y de soledad, de nuevo me siento usada y más sola que nunca.

Las lágrimas caen y esta vez no hago nada por calmarlas... me sentía demasiado herida para luchar.

EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora