Subo al auto donde Diego se encuentra esperando, quedo tranquilo mirando hacia el frente, mientras decido como comenzar —en su mirada hay confusión
¿Qué sucede Sebas?―pregunta de forma precipitada.
Entonces pongo en marcha el coche, y no le contesto hasta que nos encontramos en los límites de mi propiedad.
—¿Qué demonios ocurrió en mi ausencia?, cuando llegué parece que interrumpí una charla importante, Lucía se veía asustada. ¡Estaba pálida!, ¿Qué le dijiste?, ¿Te has puesto a pensar que está embarazada y podría afectarle cualquier tipo de emoción fuerte? ―comienzo a interrogarlo.
Detengo el auto en la orilla de la autopista. Diego se pone rígido sobre su asiento.
—Descuida, solo me estacioné para hablar un momento —lo tranquilizo.
―No pasó nada, Sebastián, solo le pregunté por su estado de salud y le ofrecí mi apoyo, nada más ―contesta retomando nuestra conversación.
Resisto el impulso de decirle que ella me tenía a mí para preocuparme por su salud, que nada tenía que hacer metiéndose. Pero en su lugar le doy una respuesta cortante.
―Sobre mi "Esposa"—hago énfasis en la palabra―, apenas la conoces, yo estoy todo el tiempo a su lado. Todo lo que te conté es verdad. No tendría por qué mentirte. Acabas de estar ahí, está feliz y saludable.
—Sí, lo sé. Perdona si fui intrusivo ―dice mientras su mirada se pierde en la ventanilla.
Parece que mis palabras logran causar efecto en él. El resto del viaje nos mantenemos callados.
Aprovecho ese momento de silencio para regocijarme con la noticia que recibí minutos atrás: Todo está listo para mudarnos de nuevo, solo por eso valió la pena el riesgo de contestar esa llamada que causó que dejará sola a Lucía con Diego. Me tranquiliza saber que sigo manteniendo el control de la situación.
Conduzco en dirección al lugar donde sé que vive Diego
―¿No íbamos al hospital? ―comenta confundido.
—No, esa fue una excusa que le inventé a Daniela, siendo sincero la vi muy agotada, sabía que ella no permitiría que le pusiera fin a la reunión, es sumamente cortes y considerada, por eso tuve que pensar en otra manera de hacerlo, disculpa si no te dije antes, solo estoy haciendo lo mejor para mi Daniela.
―Lo entiendo, también pienso que fue lo mejor. Sebastián, yo... —comienza a decir incómodo.
—Descuida, no pasa nada. De verdad lo entiendo―le digo interrumpiendo, mientras que por dentro me siento satisfecho.
—No, es que me comporte como un idiota, sé que a veces digo o hago las cosas sin pensarla, disculpa ―parece bastante arrepentido.
—No hay drama, ¿Amigos?
―¡Amigos! —me dice y nos damos un apretón de manos.
―Bueno, muchas gracias de nuevo por este día, la pasé de maravilla. Tienes una esposa muy bella. Cuídala mucho a ella y al bebé, ¿Vale?
—Por supuesto amigo.
Asiente.
―¡Nos vemos mañana!
Luego de eso me dedico a conducir en dirección a la casa.
El reloj marca cuarto para las doce. La carretera permanece en silencio, mientras yo me integro a la oscuridad de la noche. La luna permanece oculta en la cima del cielo. Hoy es una de esas noches donde no parece verse estrellas. Solo la negrura del anochecer me acompaña.
El estrépito que causan los animales nocturnos parece acompañar mi viaje. La ironía del alrededor golpea mi rostro.
Le he metido a mi amigo; al único amigo que tengo. Le he mentido a Lucía. No tengo remordimiento por eso. Porque una parte de mí sabe que, si quiero que siga a mi lado, tengo que seguir con las mentiras.
Si Diego supiera que la chica que conoció hoy, no es mi esposa, sino una chica a la que secuestré, humillé y embaracé de la manera más cobarde posible.
Eso sin contar la peor de las mentiras, Si Lucía tuviera conocimiento de que su padre ha dejado las drogas y ha dedicado los dos últimos años a buscarla, no me lo perdonaría. Ni ella ni mucho menos Diego.
Por eso debía mantener todas las mentiras que había fraguado. Solo así la tendría a ella y a nuestra hija a mi lado. Habíamos pasado por mucho, la amaba demasiado y no permitiría nunca que nos separaran. No me importaban las consecuencias, hacía mucho que había quebrantado esa línea.
Con el tiempo, Lucía me terminaría aceptando. No permitiría que nadie interfiriera con mis planes. Ni siquiera su padre volvería a saber de ella, tarde o temprano se tendría que cansar.
Cuando llego a la casa, encuentro todo el desastre provocando por la cena, había olvidado que le prometí a Lucía ayudarla a ordenar todo.
Después de dejar todo en orden, subo en dirección a su habitación. Ella permanece profundamente dormida, me alegraba no haberla despertado con todo el ruido que cause en la misión de dejar todo limpio.
Le doy un beso en la frente. Permanezco unos minutos tocando su vientre, mientras le hablo en tono bajito a nuestra hija:
"Soy papá pequeño, te amo mucho. ¿Sabes?, tu mami y yo te esperamos con mucho amor y hoy te haré una promesa: nunca dejaré que nadie las separa de mí" —Le doy un beso sobre el vientre.
Me siento en la nueva mecedora que compré, mientras cuido su sueño.
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Estocolmo
General FictionADVERTENCIA: material solo acto para +18 o en compañia de un adulto. Queda prohibida la copia parcial o total de este material o se tomaran acciones legales. EL autor no se hace responsable por los actos de las personas que lean la siguiente histor...