Sé qué han pasado algunas horas, la poca luz que logra entrar por la ventana se ha ido consumiendo poco a poco. Desearía tanto poder ver al exterior, pero la mayor parte de la ventana se encuentra bloqueada y es imposible poder ver algo a través de ella.
He conseguido limpiar el desastre que se formó en el piso, me bañé y lavé mi ropa mientras lo hacía y aunque no se ha secado por completo me la puse, no quiero correr el riesgo de que me vea y eso lo provoque.
Estoy recostada en la cama, mi estómago sigue protestando, pero no debo comer, no quiero tener que volver a pasar lo mismo. Él dijo que cada vez que quisiera alimentarme debía ganármelo, prefiero no repetir lo sucedido.
Hacerlo es tener que revivir los recuerdos del pasado que hace poco he logrado mantener a raya. He llorado, me he calmado y vuelto a llorar.
Tocan a la puerta un par de veces, yo no respondo. Es otra forma de burlarse de mí, estoy segura. Nunca ha llamado antes de entrar, ¿por qué lo hace ahora? Seguramente es una nueva forma de humillarme.
No caeré en su juego.
Me giro dándole la espalda.
A la octava vez en llamar, decide entrar.
—Hola —dice en una forma tímida, una que jamás había escuchado.
—Hola —susurro sin ganas.
—Necesito hablar contigo —dice autoritario.
Ahí está de nuevo, el hombre dominante asomándose.
Me vuelvo sin muchas ganas. Encontrándomelo de pie con un plato que contiene un trozo de pastel de chocolate.
—No tengo hambre —Le miento.
—Escucha, no tienes que volverlo hacer—me explica mientras me tienden el plato.
Lo miro completamente indecisa, por un lado, no confío en él, ¿qué clase de loca lo haría? Por otro me muero de hambre.
—Yo... —la voz me tiembla.
—Solo tómalo —me anima, de pronto me recuerda a la serpiente del génesis.
—Prefiero no hacerlo, muchas gracias.
Me mira seriamente, pero no me insiste más y se va, dejando la invitación abierta.
Pasan algunas horas, no puedo dejar de mirar el pastel, cada minuto se me antoja más, aunado a eso el estómago me duele, sé que si sedo tarde o temprano lo lamentaré. ¿Por qué no se lo llevó?, en sus juegos oscuros siempre llevo las de perder, nunca es justo.
No sé cuánto tiempo pasa, pero termino cediendo, la tentación es más fuerte y ese pastel se convierte en mi fruto prohibido. Lo tomo y empiezo a comerlo sin pensar en más. Sabe de maravilla, está relleno de más chocolate, es dulce y un poco amargo.
¡Qué débil soy!, la idea me hace sentir triste, pero no paro hasta terminármelo, cuando me lo acabo entro al baño y cierro con llave, no le pondré fácil las cosas, si quiere volver a herirme, le costará acceder a mí.
Me siento en el piso, reposando la espalda sobre la puerta y sin darme cuenta me quedo dormida, sobresaltada abro los ojos y tardo unos minutos en recordar como llegué ahí, al otro lado de la puerta se escuchan unos golpecitos, como pidiendo entrar. Los ignoro y no hago ruido.
—Veo que decidiste comer el pastel —comienza hablar al otro lado de la puerta—, espero que tomes este pastel como una forma de pedirte una disculpa —dice de forma precipitada.
—¿Se está burlando de mí? —le pregunto mientras hago presión con mi cuerpo, en un intento de formar un escudo por si decide ir por una llave para abrir.
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Estocolmo
General FictionADVERTENCIA: material solo acto para +18 o en compañia de un adulto. Queda prohibida la copia parcial o total de este material o se tomaran acciones legales. EL autor no se hace responsable por los actos de las personas que lean la siguiente histor...