Capítulo 5 (Lucía)

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Abro los ojos lentamente, ya ni siquiera la negrura me perturba, ahora soy parte de ella, como una sombra que va desapareciendo en la oscuridad. La cabeza me duele demasiado, me siento débil, agotada.

Al principio me sentía aterrada, grité por horas, luché contra las ataduras, pero al final solo conseguí que me doliera la garganta y que me ardieran las manos y las piernas, de los intentos por zafarme, al final entendí que no podría escapar, supongo que es un tipo de amarga resignación. Hace mucho frío aquí adentro, si tan solo tuviera algo para cubrir mi cuerpo.

De seguro ese maldito le hizo algo a la calefacción, por el puro placer de hacerme sufrir, todo lo que quiere es hacerme daño, debe ser un sádico que le regocija el sufrimiento ajeno.

No recuerdo cuando fue la última vez que comí, puede que hayan pasado varios días, es difícil llevar la cuenta. Creo que él no ha bajado para nada, quizá en los momentos en que me quedé dormida a causa de la debilidad, puede que bajara para admirar mi sufrimiento y luego volviera a subir, lo único que sé es que desde que lo reté no lo he vuelto a ver, tal vez este muy molesto o quizá solo quiere matarme.

Puede que se diera cuenta de que no le serviré de mucho, eso debe ser. Pero ni eso quiere ponerme fácil, quiere alargar mi muerte.

Lloro amargamente mientras mi estómago gruñe, mis labios resecos solo piden un poco de agua, pero no tengo fuerza para seguir gritando, de cualquier forma, no creo que venga si me escucha, está claro que esta es su forma de enseñarme que él tiene el control. ¡Qué idiota fui al creer que era más fuerte! Otra muestra amarga de lo débil que eres —me reprende mi mente.

El ambiente huele a mis orines, tengo la espalda, parte de los glúteos y las piernas mojadas de ellos, intenté aguantar, mantener al menos esa dignidad, pero terminé fallando. Oficialmente, debo parecer un despojo humano.

De tener algo en el estómago ya habría vomitado, el olor a la comida que ese hombre tiró y ahora se encuentra descompuesta es realmente intenso. En el ambiente hay un hedor incomparable. Desearía tanto escapar de mi cuerpo. Así continúo, lloro, me desespero, vuelvo a dormir y el ciclo se repite.

Después de no sé cuánto tiempo más, soy levemente consciente que la puerta se abre, los parpados me pesan demasiado, intento mantenerlos abierto para observar que se aproxima, pero me es casi imposible.

—Ay Ratoncita ¿qué haré contigo?, mira este cochinero que tienes aquí abajo —Dice una voz algo preocupada.

Es lo último que alcanzo a escuchar, la oscuridad me absorbe...

Me hace parte de ella.

EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora