Capítulo 9 (Lucía)

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Agradezco que mi sueño fuera ligero porque eso me permite levantarme enseguida que escucho el picaporte hacer ruido, finalmente la puerta se abre y su rostro se asoma. Lleva una bandeja con comida sobre las manos. Se acerca a mí poniendo delante la comida.

—Lo prometido es deuda, aquí está, ¡Come! —me ordena con calma, luego jala una silla y se sienta cerca de la cama donde me encuentro.

No espero mucho, enseguida comienzo. Es apenas una ración, por primera vez agradezco estar acostumbrada a comer poco. Sin embargo, admito que aquella porción apenas mitigará mi hambre. Quizá es otra manera de mostrarme que él sigue teniendo el control, no pienso refutarlo, en ese momento solo me importa comer.

Lo que menos quiero es que se moleste y vuelva a dejarme sin alimento. ¡La simple idea me aterra! ¡Soy patética!

El caldo sabe muy bien, no tiene ningún tipo de carne, solo verduras. Pero a pesar de eso tiene un sabor estupendo y mi estómago aún sensible agradece su cálida consistencia.

Me detengo solo para beber un poco de agua que amablemente me ha traído. Nunca he sido amante del agua, pero en estas circunstancias ya nada de eso importa.

—¿Te ha gustado? —me pregunta una vez que termino.

—Sí, Muchas gracias por la comida —contesto. Y esta vez estoy siendo sincera.

Al principio me mira y casi puedo jurar que en su rostro hay una chispa de compasión, pero de forma repentina cambia su expresión, a una difícil de descifrar.

—¿Cómo que muchas gracias? —pregunta sarcásticamente—. ¡No, cariño!, te dije que la próxima vez que decidiera alimentarte tendrías que ganártelo —se burla arrogante.

—Pero... —pone un dedo sobre mis labios—. ¡Shhh! No existe pero que valga Ratoncita, te permití comer primero por cortesía, ahora te toca pagar —concluye.

Mi corazón da un vuelco, late a mil por hora. Puedo incluso escucharlo palpitar, casi podría salirse de mi pecho.

Hace a un lado la bandeja con los platos de comida. Desocupando así la cama. Al principio pienso que se sentara sobre ella. Pero sus planes son otros, toma una almohada y la tira al suelo.

—Híncate sobre ella —me ordena.

Yo lo miro perpleja. No entiendo a dónde quiere llegar.

Me mira con impaciencia y en un arranque me jala de un brazo y me obliga a colocarme de rodillas sobre la almohada, no le cuesta nada de trabajo debido a que aún me encuentro un poco débil, pero eso no parece importarle.

Yo solo lo observo asustada mientras él comienza a desabotonarse el cierre del pantalón. Enseguida vuelvo mi rostro hacia otro lado.

—Déjate de tonterías, para lo que tengo en mente necesitaras poner toda la atención en mi cuerpo. Así que entre más rápido te hagas a la idea mejor —exige.

Volteo lentamente y ahí está, completamente desnudo de la cintura para abajo. Ni siquiera puedo describir sus proporciones, solo quiero dejar de tenerlo frente a mí, Me asusta la idea de pensar lo que quiere hacer conmigo. Solo quiero olvidar que no es la primera vez que veo uno contra mi voluntad.

Casi siento las arcadas viajar de mi estómago a mi garganta. En ese instante deseo ser invisible.

—¿Te gusta? —pregunta moviéndolo entre una de sus manos de arriba abajo.

No respondo nada, no quiero hacerlo.

—Solo mira lo feliz que está, me parece que quiere divertirse un poco contigo —dice regocijado.

EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora