Abro los ojos poco a poco, la habitación es demasiado blanca, eso jamás es indicador de buenas noticias. Fragmentos de recuerdos me golpean, uno cada vez más preocupante que el anterior; el celular, la tarjeta, el árbol y luego de eso mucho dolor. ¡Qué estúpida fui! Las lágrimas me caen entre las mejillas, automáticamente toco mi vientre que ahora se siente flácido y vacío, ¿Qué le ocurrió a mi bebé?, la desesperación me invade, intento moverme, pero la pierna me duele y el dolor de la herida que tengo en el vientre también me lo impide, como si en cada movimiento algo se pudiera desgarrar por dentro, pero nada comparado con el dolor que se ha colado en mi pecho.
Pensé que el dolor más grande que podía pasar era ser abusada, pero lo que ahora percibo es distinto, este hace que me duela hasta respirar, solo pensar que soy la responsable de la muerte de mi propia hija, por mi inmadurez, me provoca una culpa inexplicable.
Hago un intento más por levantarme, pero Sebastián aparece de repente y me lo impide, su contacto es cuidadoso, pero firme. Supongo que lee la desesperación en mi rostro porque no tarda mucho en hablar:
—Mi hija está viva, esta grave, pero sigue con vida —susurra sin mirarme a los ojos.
Me duele que hable así, sus palabras y su distancia me hacen entender que no soy digna de ser madre de esa bebé. Intento tragarme las lágrimas, pero me siento tan a la deriva que no puedo, termino dejándolas salir sin importar que me vea así de destruida, sé que me merezco eso y más.
El no comenta nada, se pone a observar el monitor que se encuentra a un lado de mi cama, —la herida de la cesárea va bien y tu pierna no está rota, estás recuperándote muy bien, en unos días podrás salir de aquí— dice y por primera vez me mira a los ojos, en su mirada hay frialdad.
Tengo tanto que preguntarle, pero no sé cómo empezar, estoy tan avergonzada, llena de culpa, mi hija está viva, pero sé que grave significa que aún no ha pasado lo peor.
—Lo siento mucho, Sebastián ―consigo decir ahogada en lágrimas.
― ¿Sabes lo que más me duele?, la irresponsabilidad al subirte a ese maldito árbol, ¿No pudiste esperar a dar a luz?, me robaste ese celular, le intentaste hablar a mi mejor amigo, no sé qué planeabas Lucía. ¿Destruir mi reputación?, solo ibas a causar que me alejaran de mi bebé, fuiste muy egoísta.
―Nunca pretendí que eso pasara, debes creerme, jamás le haría daño
―Tenías toda la razón cuando decías que no estabas lista para ser madre, demostraste que eres capaz de destruir lo que tocas ―dice elevando la voz.
Sus palabras me hacen añicos. Soy un cúmulo de emociones de dolor.
―No seas cruel, por favor ―le suplico, tragándome el poco orgullo que me quedaba.
―No Lucía, no soy cruel, soy sincero y si te duele es porque en el fondo sabes que todo lo que acabo de decir es verdad ―su voz es gélida.
―Puedo ser madre, me equivoque, pero no tienes por qué decirme esas cosas, ¿acaso no tengo derecho a cometer errores? Tú lo has hecho y te di una oportunidad.
―El problema es que mis errores no estuvieron por costarle la vida a un ser inocente, en eso nos diferenciamos, tu actuaste por impulso, ¿con qué confianza puedo dejar que estés cerca de Valentina, si ya nos has fallado antes? ―me explica mientras acomoda su cabello, señal que está impacientándose.
Lo miro y solo pienso en que la llamó Valentina, es un hermoso nombre, sin embargo, hasta esa elección me quitó, sé que me lo merezco, pero lo que no merezco es que me robe la oportunidad de demostrarle a mi hija que puedo cambiar.
―El nombre es maravilloso, Sebastián. ¿Cómo puedo demostrarles que puedo cambiar?, no me alejes de Valentina, por favor ―le suplico.
―Por el momento quédate hasta que salga de la incubadora, donde en este momento se encuentra, ayúdame con el proceso de lactancia, luego de eso hablaremos del tema otra vez, si de aquí a ese tiempo sigues queriendo ser parte de la vida de Valentina, estableceremos un acuerdo, de lo contrario podrás irte y olvidarte que tuviste una hija ―su mirada sigue siendo glacial.
―Gracias y te prometo que no cambiaré de opinión ―le explico con la voz entrecortada.
―Ahórrate esas palabras, comprenderás que ya no tienen valor para mí, mejor concentra tus fuerzas en recuperarte por completo, le serás de mayor utilidad a nuestra hija ―dice con recelo, me mira por última vez y sale de la habitación dejándome con mi dolor.
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Estocolmo
General FictionADVERTENCIA: material solo acto para +18 o en compañia de un adulto. Queda prohibida la copia parcial o total de este material o se tomaran acciones legales. EL autor no se hace responsable por los actos de las personas que lean la siguiente histor...