Capítulo 29 (Lucia)

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Ayer llegamos a la casa nueva, todo fue muy inesperado. Solo sé que cuando Sebastián llegó del trabajo me dijo que al día siguiente viajaríamos al lugar donde viviríamos por un tiempo.

Una vez más la casa se encuentra en medio de la nada, no se ve ni un alma a los alrededores. Es bonita y espaciosa, tiene todas las comodidades, pero en cierta forma no deja de ser fría y solitaria.

El trayecto fue decepcionante, consiguió una camioneta grande, yo fui en la parte de atrás, donde no había ventanas ni algún acceso al exterior, salvo la puerta trasera que permaneció cerrada todo el viaje. Creo que fue su forma de expresar que no confía en mí.

Probablemente, tiene razón, la mitad de la noche anterior al viaje me la pasé pensando en mil formas de escapar, pero todos mis planes se vinieron abajo cuando me enseñó el medio de transporte que ocuparíamos.

Fui estúpida al creer que saldría victoriosa, hemos tenido una charla en donde me ha pedido que use un nombre, edad y estado civil falso. De todo lo que tengo que decir, lo único real es que este hijo es suyo.

Lo único que le agradezco es que tuviera la cortesía de avisarme que tendrá que besarme y tocarme, todo eso para darle más realismo a todas las mentiras que está inventando, aunque me prometió que sería lo menos intrusivo posible, de verdad que deseo que cumpla su promesa, nada de esta situación está siendo sencilla

Quisiera tener el valor de contarle todo al supuesto amigo, pero he pensado en las dos cosas que podrían salir mal, la primera sería que fuera una trampa y eso me dejaría expuesta, y la segunda es que si es ignorante de toda la enferma obsesión que Sebastián parece tener por mí al contarle la verdad lo pondría en peligro a él y a mí.

Temo que más persona salgan heridas, mi única opción es seguirle el juego y aguantar todo lo que sea necesario para poder ser libre. Sé que Sebastián se ha portado como una persona diferente, pero a veces sigue teniendo esa mirada, una mirada de cazador, la mirada de alguien peligroso, que puede hacer mucho daño, si no juegas bajo sus reglas.

El sonido del su auto me distrae de mis pensamientos, el estómago me duele de los nervios, que bueno que me arreglé y preparé todo lo demás con anticipación.

Llevo un vestido de maternidad color durazno, unos flats a juego, el cabello recogido en un moño, y maquillaje ligero. Él eligió todo, a veces me siento como una muñeca que dirige a su antojo.

Estoy de pie en el recibidor esperando a que entren. Al primero que veo es Sebastián, que me mira como suele verte alguien que te ama. No sé cómo sentirme ante eso. De forma precipitada, pero con delicadeza, se acerca a mí y coloca sus labios sobre los míos, el beso dura a penas unos instantes. Parece que está cumpliendo su promesa.

—Buenas tardes, cariño, te ves preciosa, ¿cómo están? —pregunta tocándome el vientre.

Es extraño tenerlo cerca y tocándome.

—Estamos muy bien —respondo mientras le hago un gesto indicándole que se ha olvidado de su amigo, no imagino que otra cosa decir.

—¡Oh!, Claro, —dice enarcando una ceja— Diego, mi esposa Daniela Lara.

Diego me estrecha la mano sonriendo.

Es un hombre apuesto y con una sonrisa bonita. Tiene los ojos color verde, uno muy intenso. El cabello oscuro, de una estatura alta y de complexión atlética.

—Mucho gusto Daniela, Soy Diego Montero. Sebas me ha hablado mucho de ti. Es un placer conocerte.

—Igualmente, para ti, gracias por venir, ¿Pasamos a la mesa? ―les digo a ambos poniendo la mejor sonrisa que se me ocurre.

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