Cada segundo los recuerdos se hacían más pesados como gotas densas en picada. Una cascada de recuerdos cayendo sobre mí. No sabía qué hora era, y ni siquiera me interesaba, lo único que lo hacía era el saber que él no estuviera despierto.
Tenía mucho frío, pero no me atrevía a moverme de donde me encontraba, prefería continuar con la ropa mojada a salir y buscar algo que ponerme y encontrármelo, no resistiría que me volviera a tocar... a lastimar. En mi mente me había creado la absurda esperanza de creer que no volvería hacerlo, todo para conseguir que la cordura no me abandonara, pero ya estaba claudicando.
En esos momentos deseaba estar con mi madre, que me acunara entre sus brazos, pero ni siquiera ella o su recuerdo me podían proteger de los míos.
—Ábreme por favor, necesitamos hablar
La voz de "S" me sacó de mis cavilaciones haciendo que todo mi cuerpo se pusiera alerta y a la vez petrificada; sin atreverme a hablar. Como cuando sabes que tu agresor está por atacarte y la única alternativa que te queda es no moverte con la esperanza de evitarlo.
—Prometo no hacerte daño
Como si esas palabras cambiaran algo, luego escucho ruido. Pasos que se alejan y de nuevo regresan, ahora se escucha el sonido de unas llaves intentando abrir mi único refugio. Los vellos de la piel se me erizan y decido cubrirme la cara con el cabello.
Cuando noto que intenta acercarse me armo de valor y decido hablar:
—"Por favor no me hagas más daño", "Por favor no me hagas más daño" —mis labios repiten automáticamente, mi voz suena extraña, como si no fuera yo.
—Te prometo que no lo haré, en serio —me susurra acercándose lentamente.
—No es verdad, tú no cumples tus promesas —le digo en un tono casi inaudible. Mi corazón late tan deprisa que puedo escucharlo en mis oídos.
Esta vez no puedo contenerme más. Es demasiado. Algo se ha roto en mí y esta vez ya no tengo duda. Las lágrimas descienden por mi rostro.
Él se encuentra a unos centímetros de mí, puedo notar su presencia. Y me provoca demasiado temor, solo quiero que se marche. Siento su mirada sobre mí y solo puedo pensar en lo que va a hacerme.
Mis temores parecen confirmarse cuando se acerca más, quedando a escasos centímetros de mí. No me atrevo mirarlo.
Entonces me levanta la barbilla con delicadeza para que lo mire, y lo hago, por un momento en sus ojos está la persona de la que me había empezado a enamorar, pero no dura mucho, porque al mirarlo también recuerdo lo que me hizo y pienso que me enamoré de una mentira.
Está a punto de llamarme por el seudónimo que me dio, pero se detiene, luego de eso intenta justificarse, pero nada de eso sirve en mí. No hay vuelta atrás, estamos en un camino sin retorno, al menos para mí.
Y parece que por el momento se rinde y decide cambiar la conversación
—Mira, estás muy mojada, será mejor que te cambies o te enfermarás, sé que es el peor momento para hablar, te daré privacidad para que te vistas, y volveré con algo de comer. Ya habrá tiempo para que los dos hablemos —dice en tono comprensivo y por fin decide soltarme la barbilla.
Solo quiero que se vaya y me deje sola, como tantas veces parece que lee mis pensamientos y se retira dejándome sola, una vez más.
Me quedo ahí más tiempo sin querer moverme, no me hago a la idea de que se haya marchado y nada me asegura que no está afuera esperándome y todo sea una trampa.
Los minutos se hacen eternos, saco el poco coraje que me queda y decido salir del baño, cada paso que doy me provoca la sensación de centenares de espinas clavándose en mi cuerpo. Hay partes de mi cuerpo que duelen más que otras, me siento agotada emocional y físicamente. No me atrevo a volverme hacia el espejo, ya no importa.
Con cuidado abro la puerta del baño y espió como si fuera una niña pequeña, cuando estoy segura de que no hay rastro de él, salgo. La habitación está completamente limpia, incluso cambio las sabanas, ¡por supuesto en un intento de borrar el crimen cometido! ¡Cómo lo odio!
Por más que detesto la idea de ponerme la ropa que me dejó, no tengo más remedio que hacerlo, no soportaría que me volviera a encontrar, mojada y con la ropa transparentándose.
Incluso vestirme me provoca incomodidad y dolor, cada vez que la tela rosa una parte herida.
Soy como un cuerpo sin vida arrastrándose sobre la cama, ignoro los golpes que suenan llamando a la puerta "ya no me importa nada", no quiero comer, no quiero verlo de nuevo, no quiero vivir, solo quiero llorar hasta desaparecer. Al principio temo cerrar los ojos y que la historia se repita, pero al final mi cansancio es el ganador.
La siguiente vez que mis pupilas se abren, siento su presencia tras de mí, cuando lo noto ya estoy comenzando a llorar.
—No probaste la comida —me dice.
No respondo, solo deseo llorar y llorar.
—Por favor, dime algo —su voz es suplicante y escucho como se acerca.
En mi interior solo deseo que no me toque, la simple idea hace que mi cuerpo sea invadido por temblores. Quizás si le respondo me deje tranquila y se vaya.
—No tengo hambre, ¡déjame por favor! ¡Ya no me lastimes! — le susurro temblando y esta vez soy yo quien lo mira. No sé qué ve en mis ojos, pero de pronto se ve pálido. Su mirada es suplicante y sus palabras también.
Intenta decir algo, pero no parece atreverse, de sus labios solo escapa un "lo siento", finalmente Sale de prisa, dejándome tranquila, con mi dolor.
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Estocolmo
General FictionADVERTENCIA: material solo acto para +18 o en compañia de un adulto. Queda prohibida la copia parcial o total de este material o se tomaran acciones legales. EL autor no se hace responsable por los actos de las personas que lean la siguiente histor...