Capítulo 6 (Sebastián)

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Ha pasado una semana desde que le puse ese castigo a la Ratoncita, en estos últimos días intenté ir a verla, pero el enojo que aún guardaba no me lo permitía, terminé decidiendo que la mejor forma de no arruinar el castigo era no aparecer por ahí.

Ahora me encuentro más sereno y sé que podré enfrentarla sin cometer una tontería. Son exactamente las ocho de la noche cuando decido que ya es suficiente el castigo que le he impuesto, así que me dirijo escaleras abajo.

Desde afuera la peste es hedionda, el corazón se me acelera ¿Y si está muerta? ¿Qué harás?, Ignorando todos mis pensamientos, abro la puerta y descubro que el olor proviene de la comida que tiré la última vez, junto con los orines de la chica. ¡Menos mal que era eso!

Entro y me acerco a ella. Abre un poco los parpados, pero enseguida los vuelve a cerrar.

Le pregunto qué haré con su conducta, como si ella estuviera en condiciones de contestar, era más una pregunta para mí, pero aun así la formulé en voz alta, esperando que me respondiera, aunque fuera con un insulto.

Preocupado, me acerco, está muy débil. Le rozo la mejilla, está fría.

Ves lo que provocas, si tan solo me hicieras caso —le susurro preocupado, sin saber si me escucharía.

La tomo en brazos, y la llevo hasta mi habitación recostándola en la cama. Me dirijo al baño para prepararlo para ella, una vez que el agua está tibia, la deposito dentro de la bañera con mucho cuidado. Tiene un cuerpo muy bonito; pechos pequeños pero definidos, piel blanca y suave, caderas pequeñas, unas nalgas redondas y paradas, sin exceder en tamaño. Su cuerpo es pequeño y delicado, pero muy atractivo, su cara es alargada con rasgos definidos, una nariz respingada, labios delgados, rosados, y pómulos altos.

Me resisto ante la idea de tocarlo más de lo necesario, la necrofilia no va conmigo, así que la baño con delicadeza.

Cuando está limpia la seco y la visto. Por más que me resista tendrá que quedarse aquí en mi habitación, aún tengo que limpiar el sótano, agradezco no tener que preocuparme por amarrarla, ya que está demasiado débil como para levantarse.

Se ve muy pálida, de verdad su aspecto es fatal. Agradezco tener conocimientos prácticos sobre enfermería y por supuesto contar con el material necesario, uno nunca sabe cuándo se necesitará, y en mi situación no puedo llevar a la Ratoncita a emergencias.

Compruebo que su presión arterial está por debajo de lo normal, los ojos se encuentran hundidos, tiene taquicardia y algunas de sus mucosas están muy secas, todas son señales claras de una deshidratación grave. Preparo lo que voy a utilizar y le pongo una intravenosa con suero y otros medicamentos para lograr estabilizarla.

Lo hago porque quiero que pronto esté bien, para empezar con su aprendizaje —me digo mentalmente.

La dejo sobre la cama mientras sigue inconsciente, cierro la puerta con llave por cualquier cosa, y me dirijo al sótano.

Tengo mucho trabajo por hacer.

EstocolmoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora