Capítulo 22 (Sebastián)

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Mientras conduzco en dirección al hospital, repaso la conversación que mantuve con Lucía, sigo sin poder entender su reacción, intento comprenderla, sé que se encuentra herida, pero de eso a que sea tan testaruda existe un gran abismo. Pensé que al sincerarme con ella me ganaría de nuevo su confianza.

Fue un error creer que con el tiempo ella estaría más calmada, no importa lo que haga por ella, su actitud hacía mi sigue siendo reprochable, no parece importarle nada de lo que le conté, me enerva su falta de gratitud.

Me dolió demasiado lo que me dijo, ella no entiende cuando la quiero, no sabe todo lo que haría por ella. Yo solo quiero que coma y este bien, lamento demasiado lo que le hice, pero no por eso estoy dispuesto a dejarla ir, después de todo lo que pasamos, de todo el trabajo que me costó que estuviéramos juntos, no puedo darme ese lujo, a veces creo que la amo, pero ni todo el amor que le tengo es suficiente para permitirle dejarme.

Antes de llegar a mi centro de trabajo, me desvío un poco, tengo razones de peso para hacerlo, no por nada tomé la decisión de extraerle sangre mientras dormía, para estas horas los resultados  deben estar listos. No podía ser tan estúpido como para mandar a analizar las muestras de sangre en el mismo hospital que trabajo. Por suerte tengo un amigo, dueño de un laboratorio clínico.

Al llegar no tardo mucho en pasar, porque enseguida que llegó da la orden para que me lleven a su oficina, estando dentro platicamos un poco, hace unos años estuve encargado de realizar a su esposa una cirugía de emergencia, de la cual ella y sus hijos salieron en perfectas condiciones, desde ese momento ambos se sienten muy agradecidos conmigo, es por eso que este favor no fue difícil de solicitar, no me gusta pedir favores innecesarios, no pude elegir mejor momento.
Luego de charlar sobre su familia, me entrega los resultados y nos despedimos, no sin que antes le prometa que iré al próximo cumpleaños de su hijo menor.

Salgo del lugar sintiéndome nervioso, hacía mucho que no me sentía de esa manera, tengo el sobre en las manos, pero estoy seguro de su resultado, hace semanas que Lucía no me pide toallas sanitarias, sé que la relación que tenemos está pasando por un momento difícil, pero la higiene personal no tiene nada que ver con los problemas que tenemos, algo ocurre, ella es inexperta y probablemente no haya pensado en eso, pero yo soy un viejo lobo de mar, nada se me escapa. Además, un hombre siempre guarda esperanza, incluso alguien como yo.

Sin pensar más en el tema lo abro y al leerlo sonrío, una vez más no me he equivocado, parece que el destino de la Ratoncita vuelve a estar en mis manos y si no es así, me encargaría de que ocurriera.




Mi día en el hospital es grandioso, nada altera mi buen humor, ni cuando me encuentro con Diego y de nuevo se comporta insistente con la idea de vernos para convivir. Después de todo, él no sabe que no tengo tiempo para esas tonterías, ahora tengo dos vidas de las cuales ocuparme, sé que sus intenciones son buenas, pero ya no tengo espacio para su amistad.

Las horas me parecen algo eternas, pero cuando mi turno termina, me encuentro sonriendo mientras conduzco a casa, quisiera gritar lo que sé, pero tengo que actuar a la altura de la situación.

Cuando llego a casa me dan ganas de ir directamente con ella para ver como se encuentra, pero ha sido un día largo y decido que la mejor opción es ponerme presentable antes de acudir a su lado, cuando estoy listo le preparó algo para comer y subo a su habitación, luego de unos toquidos decido entrar, ella se encontraba sentada en la cama, justo donde la había dejado por la tarde, tenía los ojos hinchados, seguramente había estado llorando, pero evito preguntar, sabía que sería grosera y no tenía ganas de arruinarle la comida. Así que solo la miró señalando lo que le he traído.

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