Abro los ojos de golpe, encontrándome con la mirada de "S". No digo nada, solo lo observo. Su semblante ha cambiado, no parece ser el mismo que conozco. Tiene las ojeras marcadas en el rostro como si no hubiera podido dormir bien, parece agotado. Incluso parece preocupado, pero aun así no me fio de él.
—¿Lucía, ¿cómo te encuentras? —me dice de forma pacífica, como si estuviera esperando que saltara a la defensiva.
Estoy a punto de reprocharle de nuevo el que me llame por mi nombre, pero lo dejo pasar. Conforme mi cuerpo se va despejando, voy sintiendo una molestia conocida, seguramente me volvió a canalizar.
―Estoy bien, gracias, ¿Por qué me duele el brazo y también la muñeca?
Sé que me veo molesta y sueno molesta. No me gusta que decida por mí, de nuevo.
―Estas últimas horas he estado muy preocupado por ti, te canalicé, estabas muy débil por la falta de comida y no tuve otro remedio. Probablemente por eso tengas esa sensación.
―No quiero más agujas, ni siquiera tenías derecho a hacerlo—le digo sintiéndome cada vez más irritada.
—Lo sé, y me disculpo, ahora que despertaste no haré nada sin antes consultarlo contigo —me dice intentando sonar inofensivo.
—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —Le pregunto mirándolo con sospecha e ignorando lo anterior.
—Desde ayer y bueno —hace una pausa, parece nervioso—, ahora son las seis de la tarde. No pienses mal, te aseguro que la única vez que te toqué, fue para ponerte sobre la cama y para canalizarte —me explica.
Parece sincero, pero aun así le pongo los ojos en blanco, ya no puedo fiarme de él. Pasa por alto mis expresiones y continúa mirándome fijamente. Eso me pone nerviosa y empeora mi mal humor.
—¿Qué sucede ahora? —le pregunto tajante.
Estoy harta de que con él todo parezca encerrar dobles intenciones.
—Por favor tienes que comer algo, no puedes seguir así, la simple idea de que algo te pase me provoca... —se calla como reflexionando lo que está por decir―, no sabes lo mucho que me preocupas.
Quisiera poder creerle, pero me ha herido tanto que sus palabras solo me causan desconfianza.
―Creí haber sido muy clara contigo, no me importa lo que me pase, ya sabes lo que quiero ―mi voz suena decidida.
Le sigo teniendo miedo, pero no quiero demostrárselo, ya no quiero ser esa chica temerosa que se escabulle de él. No me ha funcionado eso, necesito adoptar otro tipo de estrategia y espero que mostrarme firme sirva de algo.
―Sabes que eso no lo puedo hacer. Pídeme otra cosa, ―de repente se pone de rodillas a un lado de la cama—, por favor, Lucía.
Su rostro refleja súplica, su actitud me confunde, es difícil saber lo que de verdad espera con esa acción, no me extrañaría que buscara manipularme. No quiero caer en su juego, pero tampoco me gusta ver a las personas comportarse así.
―No tienes por qué arrodillarte, aunque no lo creas, yo no disfruto de la humillación ajena, como tú ―le digo sentándome sobre la cama.
Se levanta con seriedad, pero basta con ver su expresión para entender que lo he herido, aun así, no se aleja de la cama.
Sin embargo, se me viene a la mente, algo que me pregunté desde el momento en que desperté en aquella habitación oscura. Esa era mi oportunidad "era ahora o nunca".
—¿Por qué a mí? —le pregunto en voz baja.
Se queda callado y después de un largo respiro decide hablar.
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Estocolmo
General FictionADVERTENCIA: material solo acto para +18 o en compañia de un adulto. Queda prohibida la copia parcial o total de este material o se tomaran acciones legales. EL autor no se hace responsable por los actos de las personas que lean la siguiente histor...