8| Un día extraño

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Los días empezaron a correr de manera increiblemente rápida, tanto que Adrién apenas era capaz de creer que ya casi se cumplián dos meses desde que todo aquello había empezado. pero no podía culpársele, después de todo se había mantenido muy ocupado en su nuevo trabajo y también en no caer tanto por Oscar, que le había quedado poco tiempo para preocuparse por los verdaderos problemas en su vida.

Para cuando fue consciente, él y Oscar ya habían creado una rutina agradable. Desyunaban juntos, porque el pelinegro se había tomado en serio la  tarea de alimentarlo. Se iban juntos al trabajo, porque no tenía sentido que lo hicieran de otra manera. Almorzaban juntos, a veces solo los dos o en compañía de otros doctores y asistentes. Y por último volvían juntos a casa, porque tampoco tenía sentido que fuera de otra manera.

Adrién nunca había pasado tanto tiempo con alguien más, al menos no con alguien que no perteneciera a su familia. Había tenido amigos en el pasado y aún conservaba amigos de la escuela, de la universidad y colegas de trabajo, pero nunca se había permitido compartir tanto tiempo y espacio personal con alguien más. Quizá era porque siempre había sentido miedo de convivir tanto con otra perosna que esta se terminara dando cuenta de lo que escondía. Tal vez nunca había querido mostrarle a nadie su verdadero yo, ni siquiera a él mismo; Fuera como fuer, con Oscar era diferente. Quería mantener las distancias, de verdad que si, pero era imposible. Oscar Cross lograba irrumpir en su vida de una manera que no era forzada, era hasta...natural.

Y eso solo ponía cada vez más inquieto al francés, porque cada día había nuevas cosas que agregar a la lista de cosas que le gustaban de Oscar. Como hacia un par de días cuando durante el desayuno había descubierto que el pelinegro tenía una manera extraña de comer las tostadas. Les untaba crema y luego las remojaba en el café, soltando soniditos de puro gusto cuando se las llevaba a la boca. Y eso era malditamente adorable de ver.

O aquella noche que descubrió que Oscar tenía un pequeño lunar bajo el ojo derecho. Los supo porque al pelinegro se le había atorado una pestaña dentro del ojo. Había saltado frente a el diciendo "¡me pica, me pica!" y a Adrién no le quedó más opción que tomar el rostro del chico entre sus manos y tratar de quitarle dicha pestaña del ojo. Fue inevitable no ver ese pequeño y lindo lunar. Así como fue casi imposible contener el deseo de besarlo justo ahí y luego tal vez desviarse  hasta su boca...

Afortunada o desafortunadamente, depende de como se vea, Oscar había soltado una risita junto a un "Me haces cosquillas" y eso basto para que Adrién recordara en donde estaba y los motivos por los que no debía ceder a lo que Oscar le provocaba.

En fin, habían muchas cosas que añadió a esa lista y cada noche antes de dormir las repetía en su mente, sabiendo que eso no le hacía ningun bien, pero de igual manera no pudiendo evitarlo.  Pero sin importar cuan difícil fuera mantener a raya sus sentimientos y deseos al convivir con Oscar,  le encantaba estar a su alrededor.
**

Esa noche se encontraba sentado en el suelo, con la espalda recostada contra el sofá. Adrién no solía ver mucha televisión, sobre todo porque cuando aun trabajaba en Bonnet y Asociados volvía a casa muerto de cansancio, aveces se iba directamente a dormir, otras veces se metía a la ducha y luego se quedaba en el sofá hasta tarde trabajando en la portátil. Por lo que no tenía mucho tiempo para él.

Pues con el trabajo en el hospital veterinario se dio cuenta de que tenía más tiempo libre por lo que se permitió vagar un poco en los canales de televisión, se detuvó cuando vio que en la pantalla se desarrollaba lo que parecía ser una batalla mágica en un cementerio, el villano parecía ser un hombre calvo de piel pálida que no tenía nariz y el héroe era un chico de cabello oscuro todo alborotado, la cara sucia y unas gafas redodas cubriendo sus ojos.

Amour Inattendu (Suerte #6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora