18| Trago Amargo

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Cap (2/4)
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A la mañana siguiente Adrién se dio cuenta de doa cosas importantes. La primera: Que ha Oscar le dolía la cadera e incluso cuando intentaba por todos los medios fingir que no era así, se notaba cada vez que daba un paso o cuando hacía muecas doloridas al sentarse. Se sintió culpable al saber que era el quien había provocado eso, sin embargo Oscar se encargo de tranquiluzarlo diciendo "No te sientas culpable, no hiciste nada que yo no quisiera y realmente lo disfrute". Eso ayudo un poco a mitigar la culpa y la preocupación. Pero aun así se encargarlo de mimarlo y cuidar de él preparándole el desayuno.

Lo segundo de lo que se dio cuenta, fue de que Oscar estaba más mimoso de lo normal. No había parado de robarle besos, de rodearle el cuello o la cintura con sus brazos. Incluso se había sentado sobre su regazo a la hora del desayuno y eso realmente le gustaba a Adrién. El hecho de que la táctilidad del pelinegro se hubiera multiplicado por mil. Además ser el blanco de todos esos arrumacos no era algo por lo que Adrién fuera a quejarse, ni ese día...ni nunca.

Puede que estuvieran siendo rematadamente cursis, besándose cada dos por tres, al menos dentro del apartamento. Pero incluso mientras caminaban al trabajo, no podían dejar de darse miradas complices y sorisitas bobas. Eran como un par de jovencitos que escondían una travesura. Rozaban sus manos de vez en cuando, enganchando sus meñiques y soltándolos casi al instante.

Aquella mañana había amanecido nublado por lo que Adrién había optado por llevar un abrigo azul y no le pasaban por alto las miraditas apreciativas que Oscar le lanzaba. Al parecer a su cachorro le encantaba que visitiera formal, era bueno saberlo. Y si era sincero consigo mismo, a Adrién realmente le encantaba la forma tan desenfadada con la que vestía Oscar. Jeans, a veces con rasgaduras en las rodillas o en los muslos. Camisetas básicas, con algún estampado o con leyendas graciosas. Zapatillas deportivas, converse o de vez en cuando botas de combate.

Era realemnte raro verlo con algo remotamente formal, a lo más que llegaba era una camisa de botones. De hecho un día le había confesado que odiaba usar corbatas. Pero eso era parte de Oscar, de su personalidad que resultaba como un viento fresco para el francés que había estado tan acostumbrado a la formalidad y la ostentosidad de su familia.

Oscar jamás le recriminaría por cargar la camisa fuera del pantalón, por tener el cabello demasiado largo o por no combinar bien su traje y su corbata. Con Oscar, Adrién era libre y no debía preocuparse mucho de nada.

—¡Buenos días a todos!— gritó Oscar al nada más cruzar las puertas del hospital. De inmediato las miradas se posaron en él, la de los pacientes, la de sus dueños y la de los empleados. Adrién fue más recatado al saludar.

La doctora Shawn estaba en el mostrador de recepción hablando con Clemy, pero se giró para darle una mirda sorprendida a ambos.

—Vaya, parece que hoy estas de un humor extraordinario—comentó la doctora —bueno, más efusivo que otros días.

—Vera queridad doctora, eso es porque soy inmensamente feliz— se acercó a la mujer y la tomo de la mano para hacerla girar como si de una bailarina se tratata, ella rió.

—¿Y se puede saber por qué?— Preguntó Clemy  sonriendo avidamente, esperando por conocer el chisme.

—¿Acaso un hombre no puede ser simplemente feliz?— Oscar levantó los hombros como si le restara importancia, pero furtivamente le dedicó una mirada cargada de cariño a Adrién y le guiñó coqueto.

—Puede, pero estas prácticamente irradiando felicidad— Clemy no parecía rendirse— así que una buena razón debe haber.

—Comió demasiada azúcar para el desayuno— comentó Adrién en tono relajado. Y no era una mentira del todo, si se tomaba en cuenta la cantidad de besos y caricias dulces que habían intercambiado.

Amour Inattendu (Suerte #6)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora