Capítulo 8

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Capítulo 8

Me acerqué a las taquillas después de la clase de historia. Había tenido un día bastante tranquilo, si dejábamos a un lado el hecho de que algunas alumnas que ni siquiera había visto en mi vida, me habían parado en mitad de los pasillos para preguntarme con quién sería mi próxima cita. Yo me había quedado callada: ¿cómo podía saberlo yo? De hecho, ¿cómo podía saber si tendría más citas?

Por lo demás... todo había transcurrido con normalidad. Tatti y yo habíamos comido juntas ese día y mi amiga parecía emocionada por preparar la nueva edición de la revista del instituto. Según ella, sería muy complicado superar el éxito que habíamos cosechado ese mes, pero ahora contábamos con el interés de todos nuestros lectores.

Ya solo me quedaba una hora antes de poder irme a casa. Hacía ya más de una semana que había sucedido la publicación de la declaración de amor accidentada y Ryan y yo no habíamos hablado en tres días. Las cosas parecían volver a la normalidad, o algo así.

Supe que algo marchaba mal en mi taquilla en cuanto marqué la combinación para abrirla. Pareció quedarse atascada y cuando por fin tiré de la puertecita de metal, ahogué un grito asustado cuando un líquido gelatinoso salió del interior de la taquilla, cayendo al suelo y salpicando mis zapatos y mis pantalones.

¡¿Qué demonios era eso?! Miré a mi alrededor, tratando de encontrar una explicación... y lo que me encontré fueron risas. Algunos alumnos se habían quedado mirándome y acto seguido una carcajada se extendió por todo el pasillo. Yo me aparté de la taquilla, contemplando como la mayoría de mis cosas se habían empapado y mis pantalones vaqueros estaban manchados de color rojo. ¿Quién había hecho eso? No lo sabía. Yo nunca había tenido enemigos en el instituto... ahora todo parecía una historia distinta. La gente hablaba de mí, me insultaban o me admiraban. No había un término medio.

Me forcé a contener las lágrimas. No sabía qué hacer. Necesitaba una fregona, limpiarme, secar mis libros y la cantidad de cuadernos en los que escribía todas mis ideas... no entendía qué estaba pasando. ¿Qué había hecho yo para acabar en esa situación? Las risas a mi alrededor no cesaban y me sentía humillada, una sensación que hasta entonces me había resultado desconocida.

Y entonces llegó ella. Por primera vez en mi vida, o al menos eso me pareció a mí, Jessica Larson paseaba por mi lado y en vez de seguir su camino, se detuvo, observándome con los ojos muy abiertos. Nunca habíamos hablado y mucho menos habíamos tenido algún tipo de relación, pero eso no impidió que se acercara a mí corriendo con el ceño fruncido.

—Pero... ¿pero qué es esto? —preguntó.

Yo respondí con la voz ahogada.

—No lo sé... alguien... —sentí que me iba a echar a llorar de un momento a otro—, alguien me ha hecho esto.

Señalé mi taquilla, de la que caía ese líquido viscoso que parecía una especie de refresco dulce y rojizo.

Jessica pareció enfurecerse de verdad cuando sus ojos viajaron desde la taquilla hasta mi propia ropa manchada. Era rubia, muy alta y con los ojos azules y rasgados. Sus cejas perfectamente delineadas se fruncieron con disgusto y yo me pregunté por primera vez por qué estaba allí. ¿Por qué no se reía junto al resto de espectadores que me observaban?

—¿Pero se puede saber quién le ha hecho esto a Luntz? —estalló Jessica, cortando todas las carcajadas con su grito—, ¿de qué demonios os reís?

De inmediato sacó un paquete de pañuelos de su bandolera y comenzó a intentar secar mis libros. Yo, por fin, salí de mi shock y dejé de estar petrificada. Tomé un par de los pañuelos que Jessica me tendía y traté yo también de arreglar ese destrozo.

—Menudos imbéciles —susurraba ella, como si hablara para sí misma—, tenemos que hablar con el director. No me creo que alguien te haya hecho así.

Al otro lado del pasillo, de pronto, Tatti se fijó en nosotras y acudió corriendo a mi taquilla.

—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó mi amiga.

—Alguien me ha llenado la taquilla de... refresco, creo.

—No te preocupes. Vamos a averiguar quién ha sido —me tranquilizó Jessica—, no se van a salir con la suya.

No entendía nada. Jessica era, probablemente, la chica más popular del instituto. Y me estaba ayudando a mí a limpiar el destrozo que había causado alguien que nosotras conocíamos, alguien que se creía con el poder de humillarme de ese modo. Yo nunca había hablado con Jessica antes, pero siempre me había parecido una joven simpática y divertida. Se le daba mal estudiar, según había visto por las clases que compartía con ella, pero aun así se llevaba bien con todos los profesores y la mayoría de veces se salía con la suya para aprobar.

El año anterior había estado saliendo con Ryan durante unos meses y... si tengo que ser sincera, desde entonces yo me había autoconvencido de que debía caerme mal. Llamadme tonta, pero había dado por hecho que no podía caerme bien la novia del chico que me gustaba... aunque ninguno de los dos me conociera de nada.

—Yo me encargo de esto —me dijo Tatti con voz dulce—, iré a buscar al conserje para que me ayude a limpiarlo y después me voy a clase.

Tatti tenía un año menos que yo, por lo que tristemente no coincidíamos en ninguna de las clases del curso. Aun así, nos habíamos hecho amigas gracias a la revista del instituto.

Para mi sorpresa, ante esas palabras, Jessica me tomó del brazo y tiró de mí.

—Vamos al baño a limpiarte. Estás hecha una mierda, te voy a tener que dejar algo para que te pongas. Y la verdad es que ahora mismo hueles a salsa barbacoa, qué desastre.

Yo me quedé mirando a Tatti sin saber qué hacer, pero entendí que Jessica tenía razón y que lo mejor era limpiarme cuanto antes. La seguí sin rechistar, sin saber qué me encontraría después.


¡¡Gracias por leerme!! Este capítulo se me ha hecho super cortito, así que subiré uno nuevo en estos días <3 ¿Qué os ha parecido? ¿Confiaríais en Jessica si fuerais Anne?

Mil besos.

Mil besos

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Las 10 citas de Anne. #1 La chica invisible/#2 La chica estrella ☆.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora