Capítulo 61

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Capítulo 61

No había nadie en mi casa, por fin. Mi madre estaba en el juzgado y mi padre se había marchado con Alia al cine y a cenar. Me habían invitado a ir con ellos pero yo me había negado, diciendo que tenía que estudiar matemáticas...

A las cinco y media de la tarde, mis «matemáticas» llamaron a la puerta de mi casa y yo salí corriendo para abrir. Estaba nerviosa, pero traté de disimularlo.

—Oh, Ryan, eres tú —dije, fingiendo sorpresa cuando abrí la puerta.

Él me miró, extrañado.

—¿Esperabas a alguien más?

Vale. No tendría que haber fingido que no estaba nerviosa. Ahora parecía idiota. Él sonrió, de todos modos, y se inclinó ante mí, posando sus labios sobre los míos en un suave beso. Yo me iba a derretir, lo juraba, ¡me iba a derretir! Pero Ryan se apartó y alzó su mano derecha, en la que llevaba dos vasos de plástico rojo.

—Chocolate caliente.

Yo boté de alegría al escucharlo.

—¡Te quiero! —exclamé, contenta.

Y a Ryan casi se le cayeron los vasos al escucharme. Tardó un par de segundos en apoyarlos en la encimera de la cocina y mirarme. Yo me había tapado la boca con las manos. ¿De verdad, Anne? ¿Por qué acababa de decirle eso?

—Te has puesto roja —susurró Ryan.

—Quería decir gracias —logré dejar escapar en un hilo de voz—, eso, gracias.

Ryan se acercó a mí de nuevo y, con una sonrisa, me estrechó entre sus brazos. Yo tomé aire: olía muy bien, olía a Ryan.

—Yo también —me dijo—, por si no lo sabías.

Y esas palabras me hicieron sentir un calor inesperado dentro del pecho. Nunca había visto a alguien que me provocara tanta ternura como lo hacía Ryan. Yo me alejé de él y me acerqué a uno de los armarios de la cocina, de ahí saqué una bolsa de palomitas de maíz sin hacer.

—¿Vemos una película? —ofrecí.

—Vale.

Durante dos minutos y treinta y siete segundos yo me quedé frente al microondas, escuchando cómo las palomitas se abrían con un rítmico «pop». Ante mí, Ryan se acercó al televisor y lo encendió, eligiendo entre la numerosa lista de películas disponibles.

—¿Qué te apetece ver? —me preguntó.

Como si yo fuera a fijarme en la película... ¿no?

—Me da igual.

Unos minutos más tarde, me senté en el sofá con el bol de palomitas en el regazo y con Ryan a solo unos centímetros de mi cuerpo. Una sucesión de zombis se mostró en la pantalla y yo me puse cómoda. Me gustaban los zombis, me distraían un poco de los nervios que sentía por estar sentada junto a él.

Ryan metió su mano en el bol de palomitas y nuestros dedos chocaron. Aparté mi mano como si me hubiera dado un calambre y ambos nos reímos. Entonces Ryan tomó el bol y lo dejó apoyado en el suelo, a un metro del sofá. Tragué saliva cuando se inclinó hacia mí y me besó.

«¿Y la película?» estuve a punto de preguntar, pero tenía la boca ocupada en otro asunto en ese momento. Respondí al beso con tantas ganas como pude, pero mi mente parecía estar en otro universo. Los labios de Ryan, suaves y cálidos, acariciaban los míos con calma y sus manos se posaron en mis caderas. Antes de que yo me diera cuenta, Ryan se recostaba sobre mí y mi cabeza estaba apoyada en uno de los cojines del sofá.

Las 10 citas de Anne. #1 La chica invisible/#2 La chica estrella ☆.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora