Capítulo 7

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Capítulo 7

Si salía corriendo en ese momento, probablemente no quedaría tan ridículo como esperar diez segundos más hasta que él se encontrara más cerca. Mi corazón dio un vuelco y también lo hizo mi estómago, pero me las apañé para mirar mi reloj de pulsera y exclamar con fingida sorpresa en voz alta.

—Uy, ¡qué tarde es!

Comencé a caminar tan rápido como podía hacerse sin llegar a correr. Y, para mi sorpresa, Ryan Fiennes apenas tardó unos instantes en intervenirme. Nunca lo había tenido tan cerca. Ni siquiera en clase de química, ni siquiera esa vez que me caí frente a él en la clase de gimnasia y me golpeé la frente con un banco en el que él estaba sentado.

—¡Eh, espera, Luntz!

Esas fueron las primeras palabras que me dedicó. Como música para mis oídos, mi piel se puso de gallina y no pude evitar fijarme en una enorme tontería. ¡Sabía cómo me llamaba! Ryan Fiennes se sabía mi nombre y lo asociaba a mi cara... y eso me hacía inmensamente feliz. Por otra parte, ¿cómo no iba a saberlo después de haberme convertido en la chica más popular del instituto (y no en el buen sentido) de un día para otro?

Me quedé quieta y lentamente miré hacia arriba. Ryan Fiennes me sacaba más de una cabeza de altura, algo en lo que nunca había reparado porque jamás se me había pasado por la mente acercarme tanto a él.

—Hola —saludé.

Internamente quise matarme. «Hola» sonaba a imbécil. Tendría que haberle dicho: «¿Qué pasa?» o «¿Cómo va eso?». Sí, lo habéis adivinado. No soy muy buena hablando con la gente.

Para mi sorpresa, al contemplar su rostro pude ver que Ryan se encontraba tan avergonzado como yo. Apartó la vista, incómodo, y sus ojos verdes se entrecerraron un poco. Instintivamente miré a mi alrededor y me percaté de que un millón de ojos parecían puestos en nosotros. Qué vergüenza.

—¿Podemos hablar en otra parte? —me preguntó Ryan.

Asentí con la cabeza, sintiendo que mis ojos comenzaban a humedecerse por pura humillación al contemplar cómo algunos de mis compañeros de clases cuchicheaban y se reían en voz alta. Esto pareció no gustarle a Ryan, que frunció el ceño. Aun así, actuó como si nada sucediera y nos dirigimos a los jardines del instituto. Los jardines se utilizaban principalmente para que los alumnos pudieran tomar el sol y disfrutar del exterior los días cálidos en Edimburgo... es decir, unos diez días al año. La mayoría de gente se encontraba concentrada en la entrada principal y a esas horas de la mañana no había nadie en los verdes jardines. Los árboles y arbustos perfectamente recortados del instituto nos escondían de la vista de todas aquellas personas curiosas y cuando me percaté de que estábamos a solas... me puse más nerviosa.

Era consciente de cada centímetro de Ryan frente a mí. Sus ojos verdes, su cabello castaño, desordenado y ligeramente húmedo, su olor a gel de baño... nunca había visto a un chico más guapo en mi vida. Y yo era la chica que había escrito un texto declarándole mi amor y después lo había publicado accidentalmente en el periódico del instituto. Probablemente me había llevado hasta allí para rechazarme definitivamente, por si acaso yo guardaba alguna esperanza por estar con él.

La verdad era que se lo podía ahorrar. No necesitaba que me lo dijera, lo sabía de sobra.

Sus primeras palabras me sorprendieron.

—Sé que no hemos hablado nunca pero... —se quedó en silencio unos segundos—. ¿Cómo estás?

Yo abrí mucho los ojos.

—Bi-bien... gracias.

Ryan suspiró.

—No, lo digo de verdad. ¿Cómo te encuentras? He pensado que quizás podrías estar... agobiada.

Las 10 citas de Anne. #1 La chica invisible/#2 La chica estrella ☆.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora