Capítulo 34

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Capítulo 34

Eran las ocho de la mañana de ese sábado cuando el coche de Jessica Larson se estacionó en la puerta de mi casa. Yo me había levantado hacía apenas diez minutos y solo me había dado tiempo a lavarme la cara, los dientes, y a verter unos cereales en un cuenco de leche.

Mi hermana y mi padre estaban dormidos aún y tan solo mi madre rondaba por la casa, hablando por teléfono, cuando el timbre de la puerta sonó. Mi madre abrió la puerta y pude escuchar cómo dejaba de hablar durante unos segundos con su interlocutor para saludar a Jessica.

—Gary, espera un momento. Cariño, ¡Jessica está aquí! —exclamó—, pasa, no te quedes ahí.

Mi madre trabajaba muchísimo, prácticamente todos los días del año. El juzgado se encontraba colapsado durante las Navidades y se le acumulaban los casos.

—¿Lista para hacer deporte?

Jessica entró a la cocina casi saltando. Su cabello rubio estaba completamente liso y brillante y, como siempre que la situación lo requería, vestía ropa de deporte rosa a la última moda. Yo me había puesto el chándal que utilizábamos para las clases de educación física y tenía la inscripción «Hollyrood High School. Edimburgo» en el pecho.

—No, no estoy lista —me quejé—, ¿no podemos quedarnos aquí y... hornear pasteles, o algo así? —pregunté.

Jessica negó con la cabeza.

—Vaga, vaga. ¡Te lo vas a pasar bien!

—¿Corriendo a las ocho de la mañana? No creo —comenté, terminándome los cereales—, ¿quieres desayunar algo?

Jessica negó con la cabeza y sacó de su pequeña mochila verde una bolsa de plástico llena de barritas energéticas y batidos de proteínas.

—Voy servida —contestó.

Yo metí el tazón vacío que había usado en el lavavajillas, suspirando, y me dirigí hacia mi chaqueta, que reposaba sobre la encimera de mi cocina y la pequeña mochila en la que había metido una botellita de agua.

—Repíteme otra vez tu rutina de deporte de los sábados —pedí.

Jessica sonrió y pude ver que llevaba gloss de labios rosa, a juego con su ropa. ¿Cómo lo hacía para estar tan guapa y fresca un sábado por la mañana? Yo me había quedado escribiendo un artículo para la revista hasta las tres de la madrugada y me veía como si me hubiera atropellado una apisonadora.

—Corro tres kilómetros para calentar —comentó—, descanso un poco. Me tomo un par de barritas mientras paseo y después corro cuatro kilómetros más.

La sola idea de salir de casa para ponerme a correr hacía que quisiera volver a la cama. Pero la culpa era mía por haberme interesado en su rutina y haber comentado que me encantaría acompañarla. Desde luego, yo no había querido decir acompañarla ese mismo fin de semana.

—¡Cuánto me alegro de que vayáis a hacer algo de deporte! —comentó mi madre, entrando a la cocina y colgando su teléfono móvil—. Yo practiqué atletismo hasta los catorce años, pero tú, Anne... solo piensas en la revista y en la revista. ¡No hay quien te saque la idea de escribir de la cabeza!

Mi madre vestía un traje formal de color marrón chocolate. Llevaba el cabello oscuro recogido en un moño bastante apretado y sus ojos verdes destacaban en su rostro. Los mismos ojos de mi hermana, como ya os había contado. Muy distintos a mis ojos color café.

—¿Necesitáis que os lleve a algún sitio? —preguntó mi madre.

Jessica mostró las llaves de su coche.

Las 10 citas de Anne. #1 La chica invisible/#2 La chica estrella ☆.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora