Capítulo 3
Mi madre trabajaba mucho, era jueza. Pasaba en el trabajo de lunes a sábado, desde las nueve de la mañana hasta las siete de la noche. Y cuando estaba en casa tampoco notábamos gran diferencia, pues siempre se encontraba en su despacho, tomando café y hablando por teléfono a voz en grito con su ayudante. «¿Qué te he dicho, Gary? Esos informes son importantes. El caso no está archivado aún y todavía quedan pruebas en el aire, blablablá».
Me daba miedo acabar así. Estresada y atrapada en un trabajo que me exigía sacrificar toda mi vida por él. Me aterraba pensar en que podría no conocer a mis hijos, no saber cómo les iba en el instituto, quiénes eran sus amigos...
Pero para eso, al menos, estaba mi padre: todo un todoterreno nacido en Canadá y enamorado de mi madre hasta las trancas desde una fiesta rockera allá por el mil novecientos noventa y algo. Se había mudado a Escocia por ella y, a pesar del poco tiempo que pasaban juntos, no parecía estar arrepentido. Mi padre, Greg, no trabajaba desde hacía un par de años, así que se dedicaba por completo a atender nuestra casa y a cerciorarse de que Alia, mi hermana pequeña, y yo regresábamos con vida cada día del instituto.
Mi padre supo al instante que pasaba algo, en cuanto me vio cruzar la puerta. Con el cabello negro y despeinado y las mejillas sonrojadas. Ni siquiera hablé.
—¿Qué ha pasado?
—¿Por qué lo dices?
—Sé que ha pasado algo —respondió mi padre—, y llegas casi tres horas pronto. ¿Te han expulsado del colegio?
Tomé aire y traté de escabullirme, dirigiéndome a las escaleras de la casa. Mi padre me siguió y clavó sus ojos oscuros en mí. Yo tenía los mismos ojos que él, a diferencia de Alia, que había heredado los ojos verdes de mamá.
—Sí, papá.
—Mentira. ¿Qué ha pasado?
Yo apreté los labios y solté la mochila en el suelo con un suspiro. Después lo miré, bajando las cejas.
—¿Puedo estar sola un momento? Te lo diré luego, te lo prometo... o te lo dirá Alia.
Mi padre pareció extrañado, pero ante la gravedad de mis palabras asintió con la cabeza y me dejó subir a mi habitación, arrastrando la mochila como si se tratara un saco de maíz.
Mi cuarto era pequeño, pero bonito. A veces se me iba de las manos el desorden, y todo parecía cubierto por una capa de ropa sucia mezclada con ropa limpia, pero en general lo controlaba bastante bien. No quería que mi madre me diera un sermón sobre lo importante de mantener todas las áreas de la casa limpias.
Me tiré sobre la cama, deseando que al día siguiente no fuera viernes y no tuviera que regresar al instituto. Quizás podía fingir que estaba enferma... o que había fallecido. Puede que así pudiera cambiar de instituto, empezar de nuevo en un lugar nuevo y quizás no ser una chica invisible. Hacer amigos y... bueno, ir a fiestas. Ese tipo de cosas.
Tomé mi teléfono móvil entre mis manos y me sorprendí al ver que tenía quince notificaciones en instagram. Fruncí el ceño, temiéndome lo peor y me dirigí a mi perfil. Todas las notificaciones me indicaban que alguien nuevo había comenzado a seguirme y yo suspiré. Antes tenía 38 seguidores, teniendo en cuenta que casi 30 de ellos eran miembros de mi familia. Pasé los perfiles que me seguían de uno en uno, encontrándome con caras conocidas por ser mis compañeros de algunas clases: Clara Evans, con la que había hablado un par de veces en historia. La seguí de vuelta. Lucas Owen, que solo compartía mi clase de gimnasia, como todos los alumnos del último curso, también lo seguí de vuelta porque me parecía agradable. Joe Hill, uno de los malotes de mi clase de Historia. Guao, su instagram molaba de verdad, ¡estaba lleno de fotos artísticas en las que él se encontraba vestido de negro, fumando o simplemente contemplando la ciudad. Lo seguí de vuelta.
Me sorprendí al ver a Malcolm Graham, el mejor amigo de Ryan y probablemente uno de los alumnos más populares del Hollyrood High School. No quise seguirlo en la aplicación, pues me daba la impresión de que solamente pretendía reírse de mí.
De repente, un aviso me saltó en la barra de notificaciones: un comentario. Entré en él, alguien acababa de comentar en mi última foto, en la que yo salía comiéndome un helado junto a mi hermana.
«Mucha suerte con las citas, ¡no puedo esperar a que lleguen!». El comentario estaba escrito por una chica menor que yo y con la que nunca había hablado, pero a la que reconocía por los pasillos del instituto.
«¿Qué citas?», respondí.
Debía de haberse equivocado. Quizás había malentendido el artículo de la revista y creía que yo estaba saliendo con Ryan Fiennes. Já, sí ya.
Estuve a punto de dejar el móvil en ese mismo momento para ir a tomarme una ducha y pensar excusas para no ir al instituto al día siguiente. Casi lo hice... pero en ese preciso instante me llegó un mensaje privado de esa misma chica que había escrito el comentario.
«¿No lo has visto aún? ¡Entra en @HHSsays!».
Suspirando, entré a la cuenta de cotilleos más conocida del instituto. Me imaginaba que habían posteado algo sobre mí, pero la verdad era que no había querido mirarlo. Yo era más feliz en mi ignorancia.
Y, de todas formas, ¿qué importaba? En una semana todos se habrían olvidado de mí, eso era lo importante.
ERROR. Grandísimo error pensar eso, de hecho.
Porque NADIE iba a olvidarse en una semana y NADIE iba a dejar de hablar de mí durante los próximos meses. NADIE.
Y eso fue algo que solo comprendí al ver el último post de esa maldita cuenta de instagram.
«@HHSsays: ¿ENCONTRARÁ ANNE A SU PRÍNCIPE AZUL? PUEDE QUE NO SEA RYAN FIENNES, PERO PODRÍAS SER TÚ. SI QUIERES TENER UNA CITA CON ANNE LUNTZ, MÁNDANOS UN MENSAJE PRIVADO. NUESTRA NUEVA ALUMNA ESTRELLA TENDRÁ UNA CITA CON UNO/A DE VOSOTROS. ¡PREPARAOS PARA LAS 10 CITAS DE ANNE!».
Espero que os esté gustando la historia <3
¡Mil besos!
ESTÁS LEYENDO
Las 10 citas de Anne. #1 La chica invisible/#2 La chica estrella ☆.
Teenfikce♡~Nunca supe la suerte que tenía de ser invisible... hasta que dejé de serlo. El instituto no estaba resultando fácil, pero créeme, todo se puso mucho peor cuando todo, repito, TODO el mundo descubrió mis sentimientos por Ryan Fiennes. A partir de e...