Capítulo 2

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Capítulo 2

El texto estaba delante de mí tal y como el día en que lo había escrito, casi dos semanas antes. Ni siquiera recordaba haberlo guardado, lo había hecho en apenas unos minutos de aburrimiento entre clase y clase. No lo había pasado a ordenador, ¿no? O quizás sí, no me acordaba.

El hecho era que en ese momento estaba allí. Que lo había impreso en cientos de ejemplares de la revista del instituto y que todo el mundo lo había leído. Incluso los que no leían ni lo que el profesor apuntaba en la pizarra.

Quise morirme, desvanecerme de un momento a otro. Dejarme caer de la silla y hacerme puré de adolescente esparcido por todo el suelo. ¿Cómo iba a volver a alzar la mirada? Había sido honesta en esas palabras dedicadas a Ryan, tan honesta que ahora tenía miedo de volver a mirarle a la cara. Le había desnudado mis sentimientos, mi alma. Mierda.

Era evidente que ese texto no estaba destinado a llegar a Ryan -ni a nadie más, claro- jamás. Era una especie de texto con toques poéticos, ñoño y romántico. Tomé aire, preguntándome cómo podría cavar un agujero allí mismo que me hiciera desaparecer. Para una persona que generalmente no acaparaba las miradas de nadie, ser el centro de atención significaba mucho más que para una persona normal.

Mi cabeza bombeaba, pero aun así fui capaz de escuchar unos pasos acercándose a mí. Bajé la cabeza, rezando porque no fuera alguien con intención de humillarme en público. Jamás alguien había hecho eso, pero a juzgar por las risitas que se escuchaban por doquier, era posible que sucediera de un momento a otro.

—¿Estás bien? —fue el susurro que me llegó.

Me relajé un poco. Muy poco, pero algo, pues era la voz de Tatti. Alcé los ojos y me crucé con su abundante cabello pelirrojo y rizado. Sus gafas grandes dejaban ver unos ojos verdes y brillantes que resaltaban en su piel oscura.

—¿Cómo ha podido suceder esto? —susurré, más para mí que para ella.

—Me he sorprendido al verlo. Me imaginé que había sido un accidente -me dijo ella.

Dios Santo, Tatti. ¡Por supuesto que había sido un accidente! Nadie en su sano juicio habría hecho lo que yo hice. Por un momento la presión se hizo tan insoportable que creí que me explotaría la cabeza. Agarré mi mochila y me puse en pie, apretando los labios en una fina línea mientras me dirigía hacia la puerta del comedor tan rápido como podía, aunque sin correr. Podría haber corrido, para ser sinceros no me quedaba mucha dignidad ya.

Pensé que podía salir de ahí sin mayores incidentes. De hecho estuve casi segura de ello hasta que cerré la puerta del comedor a mi espalda.

Entonces, la carcajada general fue tan ruidosa, tan alta, que me retumbó en el pecho. Apreté los ojos, tratando de contener las lágrimas, pero mis compañeros de instituto seguían ahí, riéndose cruelmente de mí al otro lado de esos muros.

Yo, Anne Luntz, a pesar de tratar de pasar percibida tooodo el tiempo, jamás me había sentido tan expuesta.

***

@HHSsays era una cuenta de Instagram malévola. Bueno, a decir verdad, tampoco me lo había parecido antes, pero sí después de mi incidente. No sabía quién manejaba esa cuenta, pero probablemente era la persona más cotilla de todo el instituto quien lo hacía. ¡Y tenía un montón de seguidores y «me gusta» en sus publicaciones. Eso, tenía que reconocer, sí me molestaba un poco. Yo me molestaba en escribir sobre la preocupante plaga de zorros en todas las ciudades grandes de Reino Unido, obteniendo tan solo la enhorabuena de mi profesor de medio ambiente... y @HHSsays publicaba una foto titulada «Cuervonegro -el chico gótico de la clase de al lado- reconoce que solo duerme bien por las noches si lo hace en un cementerio». Y PUM, mil quinientos likes y comentarios por doquier. No estaba celosa, pero un poco de reconocimiento me habría venido bien.

Las 10 citas de Anne. #1 La chica invisible/#2 La chica estrella ☆.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora