Capítulo 52

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Capítulo 52

Me sentía destrozada. Mi amiga Jessica, la persona a la que yo le había dado toda mi confianza, era la persona que me había traicionado. Y yo no entendía por qué, si ni siquiera la conocía ni había hablado nunca con ella antes. Quizás solo quería reírse de mí y eso era el colmo, porque yo antes era invisible, no había ninguna necesidad de hacerme algo así.

En mi habitación, apenas unos minutos antes de que comenzara mi famosa fiesta de cumpleaños, yo aún seguía nerviosa. Richard me observaba, tumbado en mi cama. Sus rizos castaños me daban confianza, me recordaban los tiempos en los que, aunque yo no había tenido muchos amigos, los que tenía no trataban de hundirme.

—Creo que deberías hablar con Jessica —opinó él—. Te ha llamado mil veces y tú no le contestas el teléfono.

—Porque no quiero hablar con ella, Richard. Me ha mentido durante meses, yo creía que era mi amiga.

—Conozco a Jessica, Anne. No es mala, jamás podría serlo. Probablemente creía que te estaba haciendo un favor.

—¿Y cómo explicas el resto de cosas que me han sucedido? No es solo el artículo, sino también todo lo demás. ¡Quería arruinarme!

—No creo que haya sido ella.

Yo apreté los labios ante su comentario.

—Richard... ni siquiera yo soy tan popular en el instituto para que tanta gente distinta quiera meterse en mi vida.

Si un año antes hubiera sabido que algún día iba a decir una frase como esa, jamás me lo habría creído. Era una locura.

Mi amigo se levantó de la cama y se ató los cordones de los zapatos con parsimonia. Yo me quedé mirándolo, entornando los ojos. Sentía ternura y agradecimiento al tener allí a Richard, que había llegado desde Newcastle esa misma mañana.

—Muchas gracias por venir a Edimburgo por mi cumpleaños.

Richard se acercó y me abrazó estrechamente, después sonrió.

—¿Cómo no iba a hacerlo? Fui tu primera cita.

Me reí. Parecía que había sucedido mil años antes: nuestra cita a través de una videollamada, una de las personas que mejor me comprendía y me quería del mundo. El timbre de la puerta de mi casa sonó y se escuchó un grito de Alia desde el pasillo.

—¡Yo abro!

Me giré hacia Richard.

—Ya están llegando mis invitados. Espero que la fiesta no se convierta en otro problema más.

—Saldrá bien, no te preocupes —me tranquilizó Richard.

Pero lo que escuché no fue, para nada tranquilizador. Proveniente de la puerta y, ante mi total sorpresa, escuché un enorme golpe que me hizo saltar fuera de mi habitación. Lo que vi, me dejó muda: Malcolm cargaba un enorme barril de cerveza en su espalda y se chocó contra una de las estanterías de mi salón al llevarlo. Tres o cuatro libros cayeron al suelo con un golpe sordo, pero Malcolm no les hizo ningún caso y dejó el barril en el medio de la mesa de madera de roble que mi madre tanto quería. Me llevé una mano a la cabeza, preocupada.

—¡Empieza la fiesta, chicos! —exclamó Malcolm.

Y por mi puerta comenzaron a entrar la mitad de los alumnos del instituto.

***

Alia parecía estar pasándoselo de fábula junto a su amiga Lair, y la música retumbaba en las paredes de mi casa. Entre ellas se encontraba Ray, la hermana pequeña de Malcolm, con el cabello pelirrojo y largo atado en una cola de caballo. Cada vez que Ray se giraba, bailando, golpeaba con su pelo a alguien o, peor, alguno de los adornos del salón de mis padres. Yo solo rezaba porque ninguno de mis vecinos pensara en llamar a la policía. ¡Esa fiesta estaba más que descontrolada! Ni siquiera conocía a la mitad de las personas que había allí, pero todo el mundo me saludaba y me abrazaba. Me cantaron «cumpleaños feliz» unas ocho veces y ya me habían dado unos seis regalos de los que uno resultó ser un libro de fotografía (de parte de Charles, por supuesto) y el resto solamente perfumes, de parte de gente que no me conocía lo suficiente como para saber qué me gustaba en realidad. Al menos olería bien casi hasta acabar la universidad.

Las 10 citas de Anne. #1 La chica invisible/#2 La chica estrella ☆.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora