Capítulo 42

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Capítulo 42

La semana de vacaciones de Navidad pasó demasiado rápido y yo contaba los días que me quedaban para tener que volver al instituto. Ojalá pudiera estar meses enteros de vacaciones, ojalá... pero cuanto antes pasaran los siguientes cinco meses, antes terminaría todo. Estar en el ojo del huracán todo el tiempo era extenuante.

Día tras día esperaba un mensaje de Ryan, una señal. Pero no recibí nada en toda esa semana. Como si de pronto no nos conociéramos. Yo le escribí tres veces, sin respuesta, por supuesto.

Esa mañana, antes de ir al instituto por primera vez ese año, decidí ver si podía averiguar algo por mi parte. Me senté en la cocina con dos tostadas en mi plato y un vaso de zumo de cereza. Mi hermana aún se estaba vistiendo y llegaba tarde, como siempre. Mi padre ojeaba la prensa del día y mi madre ya se encontraba al teléfono con el abogado de un caso reciente. Traté de sonar casual.

—Papá... —comencé—, ¿puedo preguntarte algo?

Capté su atención, pero antes de que él respondiera, mi madre colgó el teléfono, resoplando.

—Dios Santo —se quejó, agarrando una de mis tostadas casi con violencia—, ¿es que no puedo tener un descanso ni siquiera a las siete y media de la mañana? ¿Esta gente vive en los juzgados?

Mi padre se acercó a ella con una sonrisa conciliadora y la besó en la mejilla. Durante unos segundos sentí que mis siguientes palabras estarían totalmente fuera de lugar. Pero ya había abierto la boca, no tenía vuelta atrás.

—¿Sabéis si ha pasado algo con los Fiennes en los últimos años?

Mi madre enarcó una ceja.

—¿Fiennes?

—La familia canadiense —aclaré.

—Sí, claro. Los recuerdo pero, ¿a qué viene eso?

No tuve que improvisar rápidamente una respuesta, mi padre lo hizo por mí.

—Anne sale con Ryan.

Tosí cuando la tostada se coló por mi garganta sin previo aviso al escuchar eso. No sé qué idea tenía mi padre al respecto, pero si conociera la realidad... la palabra «salir» nos quedaba muy lejos a Ryan y a mí, si ni siquiera me contestaba a los mensajes. Mi madre me miró con los ojos como platos.

—¿Qué me he perdido? ¿Cómo que sales con Ryan?

—Salimos como amigos —apunté.

Mi padre me guiñó un ojo:

—¿Hay más formas de salir?

Su tono de voz me molestó y fruncí los labios ante su insinuación. A mí, que conocía perfectamente la historia entre Ryan y yo, no me hacía ninguna gracia.

—Lo digo en serio, papá. ¿Sabéis si ha sucedido algo en su familia en los últimos años? Estoy intentando entender algunas cosas y no sé, vosotros erais sus amigos. Quizás os dijeron algo.

Mis padres se miraron y fue esa clase de mirada cómplice que solo las personas casadas desde hace veinte años pueden tener. Mi madre frunció los labios casi imperceptiblemente y mi padre enarcó una ceja. Supe al instante que, si sabían algo, no me lo dirían. Y eso me dolió, porque tenía la respuesta delante de mis narices, pero me iba a quedar sin conocerla.

—Cariño, los Fiennes dejaron las reuniones hace muchos años —dijo mi madre—, y eso nos distanció.

—¿Por qué?

Otra mirada cómplice y yo maldije que fueran tan discretos.

—No se sabe muy bien, son cosas familiares... y personales. Si Ryan no ha hablado contigo sobre eso, lo mejor sería que no intentaras averiguarlo por tu cuenta, sino que esperaras a que él te lo cuente.

Las 10 citas de Anne. #1 La chica invisible/#2 La chica estrella ☆.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora