Martín ( II )

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No tienen nada puesto, pero no importa porque aún tienen algo de cinco minutos más. Miguel está entre sentado y acurrucado sobre su regazo, con su cabeza escondida en su cuello. Martín pasea sus manos por su pecho, por sus piernas y cada esquina que alcanzan sus dedos.

-Quiero hacer algo contigo.

Susurra Martín en el pelo de Miguel. Inmediatamente, Miguel se separa para sonreírle coqueto con los ojos brillando como lo hacen cada vez que se le ocurre algo pícaro.

-¿Te quedaste con ganas?

Miguel se acomoda sobre él para quedar frente a frente y rodear su cuello con sus brazos. Sus bocas se encuentran en la oscuridad y Martín envuelve su cintura con cuidado. Antes de romper el beso, le muerde el labio y sonríe ampliamente cuando recuerda donde están.

-Sí, siempre con ganas. Pero no es a lo que me refería.

-¿Entonces?

Miguel apoya su cabeza en su hombro, mordisquea despacio la piel expuesta en la zona.

-No sé. Estaba pensando en ir a algún sitio los dos.

-¿Como a donde?

-A donde sea...tu casa o mi casa...

Hay silencio. Martín pasea sus dedos por el pelo de Miguel y se pregunta porqué se ha quedado callado.

-Un día podemos ir a tu casa...

Dice Miguel bajito, y Martín nota que hay algo escondido entre líneas.

-¿Y a tu casa?

-Ni de vainas.

Martín levanta una ceja extrañado e intenta ladear el rostro para ver a Miguel pero está muy oscuro y Miguel muy perdido en su hombro.

-¿Por qué?

Termina por preguntar. Siente como Miguel suspira y se encoge en hombros después de un segundo.

-Porque...- Martín siente los dedos de Miguel rozando la piel detrás de su cuello. -Mis viejos ni siquiera saben que estoy en el coro...

-¿Cómo?

-Que no saben,- Repite Miguel notablemente cansado. Sus dedos se quedan estáticos en la espalda de Martín. -Mira, mi padre es muy cerrado con eso de sus hijos interesándose por el arte y esas cosas. Lo ve muy afeminado. Imagínate si nos ve...

Martín tantea la idea en su cabeza. No puede decir que sabe lo que se siente, porque sus padres van a ver todas las presentaciones desde que se unió al coro. Y podría decir que su padre no es exactamente de mente cerrada con eso de que lo deja irse y venir a la hora que quiera, borracho o no.

Eso y prefiere no correr el riesgo de ser atrapado en pleno momento con Miguel y que lo echen a patadas.

-Mi casa, entonces.

Murmura Martín y le planta un beso en el pelo, envolviéndolo con sus brazos en un intento de acercarlo más a su cuerpo. Miguel asiente y le regala pequeños besos en el cuello.

No Me CantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora