Imposible (Extra)

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Manuel recuerda haberle pegado a Miguel cuando eran niños.

Estaban en primero de primaria y Miguel era un pesado que no dejaba de molestarlo porque Manuel era más pequeño y sus brazos parecían, "tallarines crudos." Esa vez Miguel terminó tirado en el suelo, chillando de dolor después de que Manuel le tirara una patada en el estómago. Manuel tuvo un ojo morado por tres días. Los profesores hicieron de todo para evitar sus peleas; desde el estúpido método de tratar de hacer que fueran amigos hasta sentarlos en polos opuestos del salón.

De una u otra manera siempre terminaban tratando de estrangular al otro, gritando hasta que sus caras se ponían rojas y parecía que iban a explotar. Hasta que un día, Manuel ya no vio a Miguel en el salón. No lo notó los primeros días, y aún cuando lo hizo y pensó que el paraíso había caído a la tierra. Después de un tiempo le empezó a parecer extraño. Hasta se aburría en clase sin nadie con quien discutir.

Pasado un tiempo más, sin embargo, se olvidó por completo del asunto.

***

La siguiente vez que ve a Miguel, ya están en secundaria. Una secundaria pública que queda lo suficientemente cerca a su casa para que pueda ir caminando. A Manuel no le hace nada de gracia tener que ir a la escuela; apenas habla con un par de personas y detesta el insoportable escándalo del salón de más de treinta mocos con hormonas en llamas.

Le habla a Francisco, que es tranquilo y habla mucho de fútbol y cosas que a Manuel le parecen interesantes. Y luego un día está sentado en la cafetería comiendo un sandwich que trajo de casa, cuando aparece Francisco con un chico de pelo negro y piel morena. Manuel no tiene que mirarlo dos veces para reconocerlo, y es que Miguel no ha cambiado mucho. Sigue teniendo los ojos grandes, perdidos en el espacio, y la misma sonrisa tonta que se esparce por su rostro cada que algo le parece chistoso.

-Ya nos conocíamos, Fran.

Explica Miguel con una media sonrisa cuando Francisco intenta presentarlos. Y sin pedir permiso alguno, se sienta al lado de Manuel. Manuel quiso azotar su cabeza contra la mesa hasta perder la consciencia. Aún más cuando Miguel decidió que empezaría a hablarle a diario y muy seguido.

Manuel pone todo su esfuerzo en ignorarlo y evitar hablar con él, siendo tan cortante como suele ser con la gente que lo exaspera. Le responde con monosílabos, lo fulmina con la mirada en vez de reírse de sus comentarios, no acepta sus invitaciones a su casa, nunca lo llama "amigo."

De alguna manera, parece que Miguel es completamente ignorante de su deseo por alejarlo. Y finalmente, Manuel termina por rendirse y dejar que le hable. Principalmente porque buscar maneras de tratar de evitarlo es agotador y, además, al parecer completamente inútil ya que Miguel no capta el mensaje.

***

Tiene quince cuando empieza a notar que hay algo más—aparte de los chistes malos y tonterías que suele soltar—que lo molesta de Miguel. Hay algo en la manera en cómo le sonríe a las chicas cuando le hablan o se desaparece todo el día, en lo extraño que se siente cuando no tiene a Miguel siguiéndolo. No es algo que pase muy a menudo de todos modos. Al parecer Miguel no gusta de estar solo por mucho tiempo.

Manuel sabe que debería estar feliz y tranquilo cuando Miguel se va a hacerle la vida imposible a alguien más, cuando lo deja tranquilo por un día o dos para que pueda leer o avanzar tarea en los recreos. Aún así, basta que note su ausencia por un segundo—en una pequeña distracción de su lectura—para que el malestar regrese y termine preguntándose dónde demonios está Miguel.

Es como una picazón, un ardor en el pecho que no lo deja en paz. Es mortificante. Como Miguel. Manuel culpa a su edad, al hecho de que quizás le da demasiadas vueltas a las cosas y se limita a cerrar el tema. No le hace bien buscarle un por qué a todo.

No Me CantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora