Manuel ( V )

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Miguel es tenor. Uno de los mejores del colegio. Lo triste es que a Miguel sólo le interesa un cincuenta por ciento. Quizás incluso un poco menos. Le interesa tan poco que, cuando el rumor de que la escuela se quede sin talleres de artes el próximo año por falta de presupuesto empieza a correr como fuego en mechero, Miguel simplemente se encoge de hombros.

-¿En serio no te importa?

-No,- dice Miguel bajito, concentrado en garabatear en su cuaderno de matemática. -Mejor para mí. Así puedo dejar de mentir a mis padres....

-Sigo sin entender cómo es que se creyeron que entraste al taller de fútbol.

-Te crees muy chistoso, ¿no?

Y con eso intenta darle un manotazo en la cabeza, que Manuel esquiva sin dejar de reírse entre dientes. Miguel tantea el aire, estirando su mano. Termina sobando su mano sobre la cara de Manuel, como queriendo borrarle la sonrisa sin éxito.

-Pues fíjate que mi papá quiere que practique fútbol este verano. Tiene un amigo que da clases en un circuito deportivo o algo así. La cosa es que es gratis y quiere que aproveche.

Sorprendentemente, esa última línea carece emoción. Manuel bufa, rodando para quedar sobre su estómago y apoyado en sus codos. Coloca una mano sobre la cabeza de Miguel, jugando con sus dedos en su pelo oscuro. Lo despeina, tratando de sacarlo del trance de hacer garabatos.

-Mira, tú....- Susurra y suspira, fingiendo desinterés. -Y yo que pensaba pedirle a mis viejos que nos dejaran ir a acampar a la playa juntos.

Miguel bufa y sonríe de lado.

-Pero si a ti no te gusta la playa.

Manuel se encoge de hombros, tira despacio del pelo de Miguel.

-No tiene que ser la playa....

Eso es suficiente para que Miguel deje el lapicero de lado y lo mire por el rabo del ojo.

-Y luego yo soy el mañoso.

Dice Miguel entre risas entrecortadas, sin voltearse a verlo porque sabe que eso es lo que quiere.

-¡Pero si no he dicho nada!

-Eso dices tú.

-Que no.

Le da una palmada en el muslo antes de desplomarse a su lado y rodar hasta quedar de espaldas. Miguel se muerde el labio y deja salir una risa en un resople. Por fin deja de lado el cuaderno y el lapicero, y se gira en la cama. Con un movimiento rápido, deja caer sus piernas sobre el estómago de Manuel.

-Estas pesado, huevón.... Tienes que dejar de comer tanto.

Se queja Manuel, intentando quitarse sus piernas de encima en vano. Miguel simplemente hace un sonido, como restándole importancia al asunto.

-Feo. Tarado, y sin poto.

Susurra al final. Manuel resopla y ríe.

-Eso no es lo que decías la última vez que me quede a dormir en tu casa.

-La última vez....

Miguel se queda con la mirada perdida en el techo y Manuel esperando a que termine su oración. El cuarto cae en silencio y Manuel levanta la cabeza un poco para ver a Miguel.

Hay algo en la manera que mira, con sus ojos y sonrisa ausente, que hace que Manuel se sienta mal de la nada. Hace que un nudo se empiece a formar en su garganta y su cuerpo se sienta pesado. Aún más cuando Miguel le quita las piernas de encima y se sienta en la cama.

-¿Ya te vas?

Pregunta, tratando de que su voz suene normal, menos patética de lo que espera.

Miguel recoge su mochila del piso y tira el cuaderno dentro.

-Es que me acabo de acordar que mi mamá me pidió que llegue temprano....

Es mentira, Manuel lo sabe porque Miguel apenas sonríe cuando se inclina sobre él para darle un beso corto en los labios.

-Nos vemos.

Manuel asiente, sentándose de golpe para ver a Miguel salir por la puerta de su cuarto. Manuel casi quiere pedirle que se quede un rato más–que conversen de cosas serias que quizás hacen falta conversar–pero no lo hace porque tiene miedo de donde terminaran si el tema de la fiesta surge de nuevo.

Y ese es su segundo error.

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