Martín ( III )

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La casa de Martín no es nada extravagante, pero es más grande que la de Miguel, o eso dice él. Su mamá es un amor de mujer que te saluda en la puerta con un beso y te sirve más en el plato antes de que termines. Su papá hace un montón de chistes viejos y dice un montón de maldiciones cuando hablan del último partido de fútbol.

Una vez que acaban de almorzar y ayudan a la mamá de Martín con los platos, suben al cuarto de Martín y cierran la puerta.

  Se tumban sobre la cama uno al lado del otro y miran el techo en silencio por un par de segundos.

-Tus papás no saben, ¿verdad?

-¿De qué?- Pregunta Martín volteándose a mirarlo. Miguel, sin embargo, solo le devuelve la mirada, como si esperara a que descifrara la pregunta. Martín siente como Miguel aprieta su mano despacio, y entonces comprende. -Ah, no. De eso no. Del coro, sí.

Miguel asiente y suspira despacio antes de devolver su mirada al techo. Martín juega con los dedos de la mano de Miguel, prestándole atención a la manera en cómo sus ojos se pasean por su cuarto.

Las paredes son azul claro, llenas de pósters de fútbol y bandas de rock. Típico Martín. Hay una mesa de madera que está llena de papeles y libros de colegio que solo toca cuando se acuerda. Lo que llama la atención de Miguel, sin embargo, es la pequeña pila de hojas de música junto a un cuaderno.

Martín lo observa de reojo y traga, mueve los dedos de Miguel para distraerlo.

-Sabes, empecé a cantar porque a mi mamá le gustaba mucho como cantaba un tipo que salía en la TV hace años.- Entonces Miguel lo mira atento y Martín sonríe de lado. -Tenía algo de cinco y creo que me moría de celos por como mi vieja miraba como el desgraciado sostenía una nota por un minuto. Luego un día el colegio me sale con que tenemos que llevar un curso de arte. Cualquier arte. Y pensé que si practicaba lo suficiente, de seguro iba a ser mejor que el tipo ese que mamá veía en la TV.

Miguel parpadea despacio sin decir nada por un par de segundos.

-No es joda eso de querer cantar, ¿verdad?

Martín niega, volviéndose a mirar el techo cuando su cabeza se inunda con imágenes de ese sueño.

-Puede que suene a suicidio, y quizás al final termine pidiendo limosna en una esquina, muerto de hambre. Pero es algo que quiero intentar.

Miguel asiente, acomodándose para apegarse más a él.

-¿Les has contado que quieres cantar?

Pregunta en un susurro.

-No. Pero creo que ya lo saben...

Hay silencio de nuevo y Martín se remueve incómodo, frunce el ceño.

-¿Planeas decirle a tus papás que...?

Miguel se queda mirando el techo en silencio por unos segundos antes de negar despacio con la cabeza.

-Se pondrían histéricos. Mi padre es de los que está de acuerdo con que borren el programa de arte de mi escuela. Dice que es una pérdida de tiempo y un robo de dinero.... Y creo que eso hace que tenga más ganas de ganar ese concurso.

Martín asiente y se vuelve a mirarlo serio.

-Vamos a ganar ese puto concurso.

Miguel asiente en acuerdo y Martín se sienta de un salto y se inclina para besarlo. Miguel pone sus manos en su pelo y lo despeina, ríe contra su boca.

Cuando se separan, mira extrañado al moreno.

-¿Donde demonios piensan que vas después del colegio?

Miguel se encoge en hombros, su sonrisa se ensancha rápido mientras pasea sus manos por la espalda del cuello de Martín.

-A la casa de un amigo a hacer tareas.

Martín bufa, se tumba de espaldas de nuevo y Miguel sonríe mientras lo observa.

-Me gusta cuando hablas de las cosas de coro. De cantar...

Martín ve sus mejillas rojas y su pelo negro despeinado. Presiente que anda en las mismas.

-¿Por qué?

Pregunta despacio. Miguel simplemente lo mira en silencio.

-No sé. Porque se nota cuanto te gusta, creo.

Miguel termina por encogerse de hombros y sonreír ampliamente. Martín cierra los ojos y sonríe también. En un segundo tiene a Miguel encima, con su nariz rozando su mejilla y sus ojos grandes mirándolo fijamente como un gato.

-¿Yo te gusto?

Pregunta y Martín puede sentir las manos traviesas que se deslizan por su pecho. Miguel no espera a que conteste. Le come la boca en un segundo y Martín corresponde con las mismas ganas.

-Claro que sí.- Sonríe y tira del cuello de Miguel para juntar sus labios de nuevo. -Eres mi novio, como no me vas a gustar...

Las palabras salen de su boca rápido, y cuando Miguel se separa de él, no puede hacer más que mirarlo a los ojos sorprendido. Miguel lo mira en silencio, con su rostro a apenas un par de centímetros del suyo.

Martín se pregunta si la ha cagado con eso último. Después de todo, en ningún momento han dicho que sean pareja, que estén apuntando a algo serio. Al final, se supone que solo están pasando el rato y quizás Miguel piense que está malinterpretando todo.

Pero Miguel se acerca de nuevo y le regala besos cortos en la boca, y sus manos se cuelan debajo de la remera de Martín para hacerle cosquillas.

Entonces, cuando siente su risa temblar mientras se besan, se olvida de todo.

No Me CantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora