Le manda un mensaje poco antes de las cinco, preguntándole si está en casa. Para su sorpresa, Miguel responde casi de inmediato. Que no, que aún está ensayando. Que se va a demorar un poco. Manuel le dice que lo esperara en su casa. Sabe que es suficiente para que Miguel le crea, para que crea que es lo suficientemente tonto como para esperarlo sentado en la puerta de su casa por horas.
Es martes. Miguel no tiene idea de que en realidad espera en otro sitio. Espera fuera del colegio donde Miguel ensaya, pasando desapercibido por la gente que pasa a su lado. Su respiración es pesada, porque la verdad es que nunca ha hecho esto en su vida y no está seguro de que va a pasar exactamente. Espera apoyado contra una pared, con las manos enterradas en los bolsillos de su chaqueta de colegio.
Va a atrapar a Miguel, con quien sea ese quien con el que le ha puesto los cuernos. Entonces no podrá mentirle más, no habrá excusa que valga.
Espera un poco más hasta que el reloj de su celular le indica que son las cinco y cinco de la tarde. Entonces los ve. Ve a Miguel salir del colegio, acompañado por un chico rubio y alto. Caminan hablando alegremente, demasiado entretenidos. Manuel siente su estomago revolverse.
Los sigue, a una distancia razonable, sorprendido de no ser notado en ningún momento. Supone que si no existe para Miguel cuando anda pensando en ese tipo, menos debe existir cuando está con él. No pasa mucho antes de que los vea tomarse de la mano, antes de que vea al rubio rodear la cintura de Miguel y apretarlo contra su cuerpo. Manuel no sabe que esperaba.
Pero en ese momento se siente mucho peor de lo que se sintió después de leer esa conversación. Es una tortura. Debería parar, darse media vuelta e ir a casa, terminar las cosas con Miguel la próxima vez que lo vea y no darle explicación alguna. Es la ira que siente, en medio de toda esa pesadez, que lo mueve y lo hace seguirlos por más de una hora.
Son las seis y media cuando empieza a llamar a Miguel. Desde lejos, puede ver como Miguel chequea el celular, puede ver al rubio preguntar que pasa, la expresión inquieta en su rostro. Llama de nuevo. Una vez, dos veces, muchas veces hasta que la batería de su celular le avisa que está apunto de morir. Lo apaga, porque sabe que Miguel intentara llamarlo después.
Sabe que el momento ha llegado cuando ve a Miguel despedirse del rubio con un beso, tomando sus manos, y agitando la mano mientras se aleja. Mientras se acerca más hacia donde Manuel lo espera. Su cuerpo se vuelve piedra, sus manos tiemblan como locas dentro de sus bolsillos. Miguel no nota que camina directo hacia él por andar mirando su celular.
Entonces para de golpe, a apenas unos centímetros de Manuel, con los ojos abiertos como platos y una expresión de pánico total.
-Manu, ¿que hac--?
-No jodas.
Miguel no se mueve. Manuel siente la ira burbujear dentro de él, subir por su cuerpo.
-¿Qué? ¿En serio pensaste que podías verme la cara de idiota, y nunca me iba a dar cuenta?
Miguel traga, abre la boca y sus labios tiemblan.
-Manu, no. Estas malinterpretan--
Coloca sus manos en los hombros de Manuel, pero Manuel las aparta de inmediato. Su cara arde, sus ojos arden, su garganta arde. Odia a Miguel.
-¡Te vas a la mierda, Miguel!¡No me vuelvas a tocar, no te quiero escuchar, mentiroso de mierda!
Lo empuja, lo aparta de él, ignorando la expresión de horror en la cara de Miguel. Se da la vuelta y camina dando zancadas, dispuesto a dejar a Miguel atrás para siempre. Sintiendo como todo lo que tenían--todo eso que construyeron en dos años y medio--se va al infierno.
Miguel se apresura detrás de él. Le toma un brazo, Manuel lo jala intentando zafarse inmediatamente.
-¡Por favor, Manuel. Manuel, por favor, por favor escúchame!
La gente los mira, hacen muecas cuando pasan por su lado dando ese patético espectáculo. Manuel solo se voltea para apartar a Miguel de nuevo.
-No tengo nada que escucharte Miguel. No tienes nada que decirme porque se todo, huevón. Todo. No tienes nada que decir que valga, ¿entendiste? La cagaste conmigo, no quiero que me vuelvas a hablar jamás en tu vida. Déjame en paz, antes de que te reviente la cara.
Lo empuja, y Miguel retrocede un par de pasos. Sus ojos se ven vidriosos y su cuerpo tiembla pero a Manuel no le interesa. Cada segundo que ve a Miguel, se siente más idiota.
Cuando se aleja entre la gente, dejándolo atrás, se dice que es para siempre.
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No Me Cantes
Художественная прозаTodos tienen su propia versión de la misma historia. Además de ser uno de los chicos más guapos de la escuela, Martín también es el mejor tenor del coro de esta. Su dedicación y pasión por el canto le aseguran un futuro prometedor. No tiene miedo a...