Manuel ( IX )

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Son las nueve de la noche cuando el celular de Manuel empieza a vibrar entre la pila de hojas y libros en su escritorio. Le parece extraño ver el número de la casa de Miguel en vez del celular, pero contesta de todos modos.

-¿Diga?

-¿Manuel?

-¿Señora Prado?

-Disculpa que llame tan tarde. Solo quería saber si Miguel está por ahí. Dijo que se iba a quedar a estudiar donde un amigo.

Sí. Eso es lo que le había estado diciendo Miguel a sus padres desde que empezó a quedarse a ensayar en la otra escuela. Manuel aprieta la boca, tratando de pensar en una excusa creíble con la cual tapar la mentira de Miguel y evitar que todo se venga abajo. La mamá de Miguel no sabe que Miguel está en el coro. Si se enterara, correría inmediatamente a contarle a su esposo y entonces Miguel se podía olvidar de ir a un colegio normal. Seguro terminaría en una academia militar o algo por el estilo.

-Creo que esta donde Francisco,- responde tratando de sonar lo más convincente posible. -Es que mañana tenemos examen. Seguro se quedaron hasta tarde.

-Mmm. Bueno. Gracias de todos modos. Si le hablas le dices que se venga para la casa antes de las once, por favor.

Se despide de la mujer, prometiéndole que hablara con Miguel. La verdad es que tampoco tiene idea de dónde podrá estar. Son las nueve, y el ensayo de coro acabó hace horas.

Termina marcando a Francisco, solo porque sabe que es la otra persona con la que Miguel se comunica constantemente durante el día.

-¿Pancho?

-Dime.

-¿Miguel está ahí?

-Nah. Tiene ensayo hoy, ¿no?

-Sí, pero eso acabó hace rato.

-Ni idea. No dijo que fuera a hacer nada después.

-Bueno. Por cierto, su mamá piensa que está en tu casa. Si llama, le mientes y le dices que está en el baño o algo.

Cuelga antes de que Francisco tenga oportunidad para refutar. En seguida marca el número de Miguel, solo para oír a la operadora decirle que el número está fuera de servicio. Fuera del área, o no disponible.

Mira la pantalla del celular en silencio. Lo deja de lado por unos minutos, regresando su atención a su tarea. Apenas pasan quince minutos cuando se rinde y vuelve a tomar el celular. Vuelve a marcar. Mismo mensaje.

Seguro se distrajo con algo o alguien, se dice en un vano intento por evitar que escalofríos le recorran la espalda del cuello. Tamborilea los dedos sobre el escritorio. No recuerda que Miguel haya mencionado nada--aunque últimamente no le cuenta que cosas hace de todos modos.

Tuerce la boca y se rasca la cabeza despacio. Termina llamando de nuevo.

Son las doce de la noche cuando el celular vibra de nuevo. Manuel esta tirado sobre su cama. El cuaderno está abandonado sobre el escritorio y la lámpara sigue prendida. Se frota los ojos con las manos antes de mirar de reojo al celular.

Tan pronto como distingue el número de Miguel, se sienta de golpe y responde.

-¿Miguel, dónde demonios estabas?

-Ya--no grites--me distraje haciendo algo, no pensé que mi mamá iba a querer salir--

-¿Haciendo qué? ¿Por qué pusiste el celular fuera de línea? ¿Quieres que piensen que te han raptado y robado un riñón?

-Nada importante.- Miguel gruñe bajito en la línea. Manuel se sujeta el puente de la nariz. -Y no exageres. Tampoco es como si hubiese llegado tan tarde.

-¿En serio?¿Nada importante y te desapareces por más de cuatro horas?

Bufa, se pasa una mano por el pelo. Como odia ese sentimiento enredoso de satisfacción y cólera. Por lo menos está vivo... pero no podría ser más imbécil.

-Ya, Manuel. Basta. Te recuerdo que no te debo explicaciones de lo que haga. Solo llamé porque vi que me habían reventado el buzón del celular.

Manuel resopla, ríe con sarcasmo mientras siente su cabeza arder y sus dedos empezando a tensarse alrededor de su celular.

-Que chistoso eres, ah.- Cojudo. Eso le pasa por preocuparse por él. -Ya, como quieras. No tengo ganas de hablar contigo ahora.

Cuelga, y se queda en el silencio de su cuarto y con la tarea incompleta esperándolo. Desde su cama, mira perdidamente mientras rebobina despacio sus palabras, los últimos hechos, las semanas pasadas.

Aquí es cuando admite que algo está mal, muy mal. Se siente como la punta de un cuchillo rozando su espalda.

No Me CantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora