El profesor de coro les deja muy en claro que sin importar la razón de su pelea, seguirán trabajando juntos hasta el día del concurso. En realidad, ninguno de los dos escucha muy bien lo que dice el hombre. Martín mira a Miguel al otro lado del piano con los ojos brillando con ira. Miguel se limita a evadir su mirada y pretender que nada ha pasado, que todo acabo y listo.
Solo que no, porque Martín no va a dejar que lo tire como un zapato viejo sin obtener razón alguna.
Cuando el ensayo termina, Miguel agarra su mochila y se apresura a dejar el edificio de la escuela. Martín lo sigue dando zancadas, y gracias a la ventaja de tener piernas más largas, no le toma mucho alcanzarlo.
-¡Miguel!¡Mierda, Miguel, espera!
Cuando por fin logra acercarse lo suficiente, tira del brazo de Miguel quien se voltea inmediatamente con una mueca de molestia y espanto.
-Escu–
-Suéltame, carajo.
Miguel tira desesperadamente del brazo que sostiene Martín. La gente empieza a voltear a ver qué ocurre, y es entonces que Martín decide arrastrarlo lejos de la puerta de salida del colegio.
-No me puedes hacer esto. No te puedes largar sin decirme la verdad.
Dice Martín entre dientes, tirando de Miguel hacia una calle más despejada.
-Oh, sí, sí que puedo irme–yo no te debo nada, Martín. Suéltame–
Martín se da la vuelta y lo suelta, y Miguel se tambalea un poco antes de recuperar estabilidad. No retrocede cuando Martín se acerca a él con las mejillas rojas de ira y las manos cerradas en puños. A Martín casi le parece descaro que se atreva a sostenerle la mirada con la facilidad que lo hace.
-No me debes nada. Cierto. Pero no soy ningún boludo imbécil que puedes tirar como basura. Si ya no te importo, listo, te dejo en paz. Pero merezco que me digas la verdad.
Miguel lo mira sin moverse un centímetro, con el ceño fruncido. Traga saliva antes de asentir despacio un par de veces.
-La verdad...- Empieza Miguel con la voz ronca. Su boca se abre y se cierra un par de veces y el siguiente par de palabras tiembla en sus labios. -La verdad es que hay alguien más. La verdad es que soy una persona horrible, Martín.
Sus ojos están vidriosos y su voz suena estrangulada, pero Martín no le da importancia. Se dice que no podría importarle menos si un animal salvaje se tragara a Miguel en ese mismo momento. Martín siente que el tiempo se para, y algo dentro de él deja de funcionar y se hunde, y sus ojos y garganta arden, y sus manos se cierran tanto que duele. Y sin embargo cuando traga y entierra sus manos en sus bolsillos, aún logra que su voz suene decente.
-Ya. Te dejo en paz.
Ve a Miguel abrir la boca, pero no se queda a oír lo que va a decir. Martín se da la vuelta y camina de regreso al interior del colegio con las manos en los bolsillos. Incluso cuando escucha que lo llama, no voltea. Nada de lo que diga Miguel vale la pena escuchar. Miguel no vale la pena, se dice. Y él no debería sentirse como mierda.

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No Me Cantes
Aktuelle LiteraturTodos tienen su propia versión de la misma historia. Además de ser uno de los chicos más guapos de la escuela, Martín también es el mejor tenor del coro de esta. Su dedicación y pasión por el canto le aseguran un futuro prometedor. No tiene miedo a...