Manuel ( I )

535 70 5
                                    

Manuel siempre ha sabido apreciar la importancia de su espacio personal. Le gustan esos momentos de soledad donde puede hacer cosas como morder el lápiz, jugar a pescar la bolsa de té con la cuchara, o mirar videos de gatitos sin ser juzgado. Ahora, esto no significa que le moleste pasar tiempo con gente, en el mundo real. A decir verdad, sus habilidades sociales han mejorado un poco desde que empezó a salir con Miguel, y los profesores empezaron a aumentar la cantidad de trabajos grupales que asignan. Va a fiestas, sale con su pequeño grupo de amigos, pasa tiempo con Miguel....

La verdad es que pasa más que suficiente tiempo con Miguel.

Miguel no es la clase de persona que disfrute del tiempo a solas. En profundo contraste, Miguel raramente se encuentra solo. Siempre esta hablando con alguien, tiene planes, o esta con Manuel. Simplemente no se queda quieto. Manuel incluso ha llegado a pensar que la razón por la que Miguel siempre busca hablar con alguien es porque le tiene pavor a estar solo.

No es que le moleste pasar tiempo con su novio. Ahora que han pasado el punto donde pelean cada cinco minutos y por tonterías, hasta puede decir que le gustan esos momentos donde esta solo con Miguel y pueden hablar de verdad o simplemente quedarse enredados el uno con el otro.

Es solo que pasa demasiado con él últimamente, o por lo menos así se siente. Un día se lo dice a Miguel.

-¿A qué te refieres?- Pregunta Miguel visiblemente ofendido, cruzando los brazos sobre la mesa de biblioteca donde Manuel pretende estudiar. -Soy tu novio, ¿no?

Manuel suspira y arruga la nariz sin despegar sus ojos del libro de historia. Tiene examen en un par de horas, y sin embargo pensó que sería buena idea hablar de esto con Miguel primero. Mala idea.

-Ajá, sí.... Mira, a lo que me refiero es que--

Y no termina de decirlo porque Miguel le quita el libro. Manuel frunce el ceño, levantando la mirada por fin, solo para darse con la expresión seria de Miguel y ver como se sienta sobre su libro.

Va a reprobar y todo será culpa de Miguel.

-Mira,- Comienza de nuevo Manuel, inclinándose sobre la mesa para que nadie más escuche. -Lo que quiero decir es que no puedes andar...ya sabes, pegado a mi todo el tiempo, ¿entiendes?

Pero Miguel no entiende, o no exactamente a decir por la mueca que hace. Manuel se sujeta el puente de la nariz, se acaricia el entrecejo y espera a que Miguel diga algo.

Miguel se queda mirándolo en silencio por unos segundos, hasta que por fin algo parece hacer conexión en su cabeza, y termina frunciendo el ceño ligeramente y torciendo la boca en una sonrisa sarcástica.

-Y justo cuando empezaba a pensar que ya no me ibas a salir con más tonterías....

El disgusto en su voz se siente, y Miguel se echa hacia atrás en su silla, como buscando apartarse de él inmediatamente. Manuel tiene ganas de poner los ojos en blanco, porque no tiene idea de porque esperaba que explicarle esto a Miguel le tomara menos de lo que dura el recreo. No rueda los ojos, porque tampoco quiere que Miguel se ponga aún más dramático, se largue maldiciendo, y luego no le dirija la palabra por semanas.

-Sabes, Manu, eres demasiado confuso.

Empieza Miguel, torciendo la boca de lado y levantando una ceja.

A diferencia de Manuel, Miguel ni siquiera se molesta en bajar la voz. Igual no es como si a la bibliotecaria le importara si le prendieran fuego al sitio. Desde donde están sentados, se le puede ver jugando Farmville en su viejo ordenador.

Manuel tuerce la boca y frunce el ceño, sabiendo lo que se viene.

-No, no hagas esa cara. Sabes exactamente a qué me refiero.- Sigue Miguel, volviendo a apoyarse en la mesa y cruzando sus manos despacio. -A ver, Manu, ¿quien es el que se pone histérico cuando no le responden el celular o los mensajes en un periodo de cinco minutos o menos? ¿Quien es el que exige saber donde es la fiesta y quien va, a que hora regreso a casa, y cuanto tomo? Es que a ti simplemente no se te puede tener tranquilo y contento.

Cruza los brazos sobre el pecho y suspira pesadamente, como si acabara de sacarse un peso gigante de encima. Manuel se encoge de hombros.

-Es que tu eres cabeza de pollo. Fácilmente podrías terminar durmiendo en un callejón, sobre una bolsa de basura o algo. Además no es lo mismo,- explica casi murmurando. -Solo digo que parecemos chicle y zapato.

Quizás no es la mejor de las maneras de decírselo. Manuel se da cuenta demasiado tarde, cuando Miguel entrecierra los ojos y frunce el ceño.

Abre la boca y Manuel está seguro que va a mandarlo a la mierda. Pero luego la cierra y lo mira en silencio mientras frunce el ceño ligeramente, como esforzándose por maquinar una respuesta.

-Ya. Como quieras.

Manuel levanta las cejas, sorprendido.

-¿En serio? ¿Así de fácil?

Miguel se encoge en hombros, desvía la mirada.

-Es que si dices que te estoy molestando....

Manuel siente que podrá ver su propio cerebro por culpa de la fuerza con la que rueda los ojos.

-Ya, Miguel, basta. No estoy diciendo que me molestes, solo te estoy pidiendo que me des un poco de espacio, ¿si? Lo humano, no que te vayas a vivir a otro planeta.

Manuel se endereza en la silla, y Miguel se vuelve a mirarlo, levanta una ceja.

-Dije que estaba bien, ¿no?

Gruñe Miguel entre dientes, suelta un suspiro y busca en su chaqueta por su celular.

Manuel chasquea los dientes despacio, volviendo a mirar al papel con notas en la mesa. Mira de reojo a Miguel, que sigue sentado sobre su libro y de seguro no se lo va a devolver. Espera en silencio a que Miguel diga algo más; algo tonto o dramático, como suele hacerlo.

Cuando Miguel no dice nada, Manuel se inclina sobre la mesa de nuevo y susurra.

-¿Estas molesto?

Miguel niega despacio, sin quitar los ojos de la pantalla de su celular. Por supuesto que esta molesto. Pero eso es solo porque no puede procesar las cosas como debería alguien de su edad.

Mentalmente, tiene cinco.

La campana suena y Manuel no ha recuperado su libro. Aunque ya sabía que iba a ser así.

-¿Quieres que espere a que salgas de coro?

Pregunta mientras se levanta de la mesa y empieza a empujar sus notas incompletas dentro de su mochila.

-Nah.

Responde Miguel, levantándose de su silla y alcanzándole el libro. Manuel lo toma y lo mete a su mochila.

-¿En serio no estas molesto?

Insiste Manuel mientras caminan hacia la salida de la biblioteca.

-No insistas o voy a cambiar de opinión.

Es todo lo que responde Miguel, antes de sacarle la lengua y tomar su camino por el pasillo.

No Me CantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora