Miguel ( IV )

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Regresan al cuarto de espera justo a tiempo para ser llamados. Suben la angosta y oscura escalera del teatro, y esperan detrás de la cortina junto a un pequeño grupo de gente. Unos son solistas, otros competirán en su misma categoría. Le parece chistoso como algunos parecen al borde de un ataque de nervios, y otros simplemente están jugando con el celular ó a punto de quedarse dormidos. Se apoyan contra una pared, e intentan ignorar las voces que vienen del escenario. Es imposible.

A su lado, Martín mira al vacío y se muerde el labio. Las voces en el escenario retumban, la gente aplaude, y el grupo se hace más pequeño. Está oscuro y la pantalla del celular de Miguel brilla como un fósforo. Su buzón se ha llenado con mensajes de sus compañeros de coro celebrando lo bien que les fue en el escenario. Por un segundo, deja que la lluvia de emoticones le saque una pequeña sonrisa, una risa en un bufido, apenas audible. Todo se va al carajo cuando ve que Manuel no ha contestado. Que sus, "te extraño", "te quiero", "vienes al concurso?" siguen estando solos.

Presiona las teclas, armando y mandando un mensaje rápidamente, antes de que pueda arrepentirse.

"Puedes pasar por tu casa? Quiero hablar."

Piensa en mandarle otro mensaje, en reprocharle lo mal que se está portando, como ni siquiera está intentando con él. Termina apagando el teléfono y empujándolo dentro de su bolsillo cuando empieza a sentir su estómago retorcerse y su garganta empezar a arder.

-¿Pasa algo?

-No, no es nada.

-Oye...- Comienza Martin, dándole un empujoncito con su hombro. -¿Estas nervioso?

Miguel niega con la cabeza, pero termina mirando la punta de sus zapatillas.

El tiempo es como ruido blanco, apenas importante o perceptible. Esperan tranquilos, Martin silbando las canciones que llegan hasta ellos, y Miguel contando a la gente que va y viene hasta que ya no queda casi nadie.

Para de contar cuando el último dueto antes del suyo desaparece tras la cortina del escenario. Entonces, Martín se inclina y le susurra.

-Oye.

-¿Qué?

-¿Quieres ir a ver detrás de la cortina?

Martín apunta hacia la cortina del escenario con su cabeza, parándose y estirándose como un gato. Miguel lo sigue, parándose a su lado junto a la pequeña abertura que los oculta del público. Desde donde están, pueden ver al público, a la persona de terno elegante que toca el piano, y al dueto de chicas que alzan sus melodiosas voces al ritmo de una canción de jazz.

Miguel se inclina para ver mejor el público. Reconoce varias caras, mayormente gente de su colegio que se ha sentado junta en una de las filas del teatro. También ve a los padres de Martín; su mamá murmurando en el oído de su esposo, que no deja de mover las manos. Su mano se desliza dentro de su pantalón, atrapando al celular que se esconde ahí otra vez. No se molesta en sacarlo, simplemente espera mientras sus ojos buscan a Manuel en el público.

Lo busca en la primera fila de gente que mira embobada...

En la segunda, en la tercera, en la cuarta...

Es en la octava fila que sus ojos se atascan en una pareja en particular, en dos rostros demasiado familiares. Su mandíbula cae y sus dedos se enroscan. Apenas llega a cerrar la boca para ahogar un quejido. El tiempo se congela y el latido de su corazón en sus oídos ahoga el sonido de la música. Parpadea, sin querer creer lo que ve. Se dice que no es verdad, que se está imaginando cosas por culpa de los nervios.

Y sin embargo ninguna excusa le basta lo suficiente para engañarse. Da un paso atrás, mirando rápidamente hacia el pasillo por donde vinieron, y a Martín. Se pregunta cuánto lo odiaría si decidiera salir corriendo en ese mismo instante. Se imagina lo cagado que esta.

No Me CantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora