Manuel ( VII )

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Es cuestión de semanas. Todo regresa a la normalidad. Miguel se ocupa en ir a los ensayos de coro después de clase. Manuel trabaja en crear un pequeño portafolio que le permita aplicar a un trabajo de verano en una revista de literatura local. Los fines de semana, uno se aparece en la casa del otro. Comen, miran TV juntos, y hacen bromas estúpidas que siempre acaban en pequeños debates de un minuto. Cuando sus padres salen--cuando la mamá de Manuel se va a la iglesia a ayudar con las catequesis, la mamá de Miguel se va al chequeo y su papá está muy ocupado en su pequeño taller--cierran la puerta, y ruedan sobre la cama.

Se besan y tocan con parsimonia; como si tuviera todo el tiempo del mundo, como si todo estuviera bien. Manuel es torpe; se distrae con la seguridad de esos momentos. Se distrae con la escuela, las pequeñeces de los días que corren rápido, y llenando más y más hojas con palabras y historias.

Le toma un tiempo darse cuenta.

-¿Puedo ir a tu casa después del ensayo?

Pregunta, mientras le da otro mordisco al sándwich de jamón que Miguel tan amablemente le ha cedido. Están tirados en el césped, uno al lado del otro. Miguel tontea en el celular y Manuel solo descansa.

-Mmm... no, no ahora, amor,- Miguel susurra sin quitar los ojos de la pantalla del celular. Seguro inmerso en algún juego o algo por el estilo. -Regreso muerto del ensayo.

-¿Mañana?

-Mañana sí.

Manuel lo mira por el rabo del ojo, curioso. Es raro que esté tan callado últimamente.

-¿Como va lo de coro?

Miguel resopla, se queda silencio un par de segundos. Manuel lo mira esperando una respuesta.

-Aburridísimo.

Termina diciendo en un suspiro largo, como con esfuerzo. Manuel tuerce la boca.

Miguel no ha mencionado casi nada del asunto. Apenas que es pesado, que la otra escuela es igual a la suya, que se aburre y que la canción es vieja. Han pasado casi tres semanas. Es raro, porque al comienzo no se callaba.

Abre la boca, listo para preguntarle si sigue molesto. La cierra inmediatamente cuando se acuerda que están en el colegio, que no son precisamente callados cuando discuten. Termina retorciéndose un poco en el césped, acomodándose y entrecerrando los ojos cuando los rayos del sol lo ciegan.

No Me CantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora