Manuel ( XI )

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A su lado, Miguel ronca bajito. La habitación se ve azul. Manuel mira el techo en silencio, con las manos descansando sobre su estómago.

Aún se pregunta qué demonios pasó, revisando los hechos de la última hora y media por fragmentos. Miguel en la puerta de su casa, diciéndole que está raro, que es un tonto, que quitara esa cara de amargado. Miguel besándolo, envolviendo su cuello despacio, sonriendo contra su boca y murmurando tonterías. Recuerda las caricias, los suspiros, la punta de los dedos de Miguel causándole cosquillas mientras bajaban por su estómago.

Fue en el cuarto, mientras bajaba por su cuello, dejando besos y mordiscos en su piel morena, que Miguel se removió y apartó sus manos despacio. Manuel no había querido apartarse.

-Oye...- susurró Miguel, su aliento caliente y su risa chocando contra su mejilla. -¿Qué haces?

Miguel había puesto una mano en su hombro. Manuel se congeló, levantó la mirada. De la nada estaba completamente perdido.

Miguel se había quedado dormido sobre la cama, a su lado. Manuel no puede dormir. Su boca está apretada en una línea y los nudillos de sus dedos están tensos y helados. Gira su cabeza, observando a Miguel roncar mientras una fina línea de saliva se desliza por la comisura de su boca.

Un tosco sonido proveniente del bolsillo de Miguel rompe el silencio, y Manuel no puede evitar dirigir su atención hacia el lugar de donde proviene. Espera que Miguel se despierte, que se siente de un tirón, pero no lo hace. Esta profundamente dormido.

Manuel se remueve incómodo ante el imperativo sonido del celular vibrando. Miguel apenas se mueve, aún con el bolsillo donde se esconde el celular expuesto. Cuando el sonido por fin para, Manuel suspira sin entender porque lo hace.

El celular vibra de nuevo. Manuel no lo puede ignorar. Se levanta despacio, apoyándose en sus codos para acercarse a Miguel sin despertarlo. Miguel se retuerce, arruga el ceño, y luego continua roncando tranquilamente. Manuel estira el brazo, hasta que la punta de sus dedos rozan la tela del pantalón de Miguel, aproximándose a su bolsillo. Se relame los labios, estático mientras siente sus dedos deslizarse dentro hasta toparse con el aparato.

Con un movimiento exacto y rápido, toma el celular y lo retira de su escondite. Miguel sigue durmiendo. Manuel siente su corazón en la boca de su garganta. Mira el celular, sin saber exactamente que hacer ahora.

Entonces la pantalla se ilumina. Manuel siente el tiempo detenerse.

Martin:

;) :*

Martin:

Estas?

Parpadea despacio, sus ojos aún fijos en los dos pequeños mensajes. Sus dedos sienten el escalofrío que lo recorre. Por el rabo del ojo, puede ver a Miguel sobre la cama, su boca curvada como si sonriera en su sueño. Manuel traga pesadamente, tratando de encontrar un orden en todo lo que ocurre en su cabeza.

Piensa ¿En dónde ha escuchado ese nombre? Martín.... No es de la escuela. No es ninguno de los amigos o familiares de Miguel. No lo recuerda, y es precisamente eso lo que dispara la tensión por su cuerpo.

Se dice que Miguel es así, siempre hablándole con cariño a todo el mundo. Siempre, incluso desde antes de que empezaran a salir. Manuel lo conoce; ambos se conocen más de lo que quieren creer. Quizás es por eso que Manuel tiene que reconocer que es tiempo de dejar de buscar excusas.

(Si algo está pasando, quiere saberlo ya. Aunque muera en el intento.)

El brillo de la pequeña pantalla ilumina la habitación que se oscurece más con cada minuto que pasa. Manuel siente sus dedos temblar cuando desbloquean la pantalla. Una conversación se despliega ante sus ojos.

No Me CantesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora