VIII «Enemigo misterioso»

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El día era cálido, el sol golpeaba sutilmente la piel de Adara. Su sonrisa blanca, sus mejillas rosadas y una coleta en lo alto. Luego pudo observar que iba sobre un caballo. Cabalgaba su caballo en un enorme prado con flores de todo tipo y árboles a lo lejos. Entonces había otro caballo y Fandral en cima de él. Se veía feliz, andaba con una camiseta holgada y pantalones cafés...

Él la alcanzó y ella lo observó confundida.

¿No te encanta? —Preguntó Fandral—. Estamos en Midgard, como pedisteSonrió mirando el panorama.

Ella lo observaba aún confundida.

—¿Midgard? ¿Por qué estamos aquí? —Preguntó mirando el caballo—. ¿Y los vengadores? ¿Dónde están ellos?

Fandral sonrió y luego hizo una pequeña mueca.

—¿De qué hablas, linda? —Preguntó—. Estamos en Midgard por nuestra bodaSonrió. Ella miró su mano izquierda... Llevaba una argolla de matrimonio—. Y, como siempre te a encantado Midgard, decidí traerte para celebrar. Pensé que te gustabaLa miró un poco triste.

Ella negó.

Me encanta pero... ¿Dónde están mis amigos? Tengo muchos aquíTrató de explicar.

—¿Amigos? —Preguntó con una sonrisa—. Addy, cariño. Aquí sólo hay bestias y flora exquisita. Hace milenios que no existe la humanidad.

—¿Qué? —Preguntó asustada.

. Lo siento por eso... Tardamos un rato en casarnosSonrió un tanto triste—. Oh! Y... —Sacó una cajita de la bolsa que llevaba aun lado del asiento—. Préstame tu mano izquierda, por favor.

D E S T I N O » Steve Rogers Donde viven las historias. Descúbrelo ahora