El Factor Sorpresa

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Día 145

Aquel sábado por la mañana se respiraba un ambiente calmo y ligeramente entusiasmado. Las peleas ganadas del día anterior todavía resonaban como eco en las mentes de las chicas, y en algunas de ellas -como Joan- todavía resonaban en el cuerpo. Un ojo morado era lo que tenía como recuerdo de su difícil victoria, pero pasó sin tanto problema gracias al delicioso desayuno y a la ruidosa compañía.

Tania tenía un labio roto y Sonia lucía unos rasguños en la sien, pero tampoco parecía importarles demasiado, no cuando podían reírse a carcajadas junto a las demás. Sin embargo, el buen humor no duró todo el día.

A eso de las dos de la tarde, se dieron cuenta de que Ania ya no estaba en la casa. Al principio esperaron pacientemente a que apareciera adormilada, supusieron que la razón de haberse perdido el desayuno era simplemente porque estaba demasiado cansada incluso para comer.

Cuando tampoco llegó al juego de baloncesto que había acordado con Mina, las chicas se encogieron de hombros pensando que, en efecto, la noche anterior había sido particularmente dura para todas. Pero cuando estuvo ausente también en la comida, fue demasiado.

En cuanto Joan se asomó a su habitación solamente para encontrarla vacía, sintió en el pecho un hueco de advertencia. Algo estaba pasando y no era nada bueno. De inmediato, fue a ver a Sonia para decirle que Ania tampoco estaba en su habitación, pero ella ya lo sabía, ya había cuestionado a Leo y ya se estaba mordiendo las uñas mientras se preocupaba cada vez más por las coincidencias de sabor amargo.

Leonida le había dicho que Ania simplemente fue a encargarse de un asunto por órdenes de Miranda, que volvería después. Nada más. Joan intentó iniciar una charla con Sonia por varios minutos, pero ella apenas y se quedaba quieta; iba de aquí para allá tratando de obtener respuestas de cada una de las chicas mientras Jo le pisaba los talones y la seguía como si fuese su parásito. Cuando entendió que no lograría nada más que contagiarse de la angustia de Sonia, decidió irse a su habitación.

En otra ocasión, hubiese ido a tontear con Danna, pero apenas y se hablaban. Hubiese ido a charlar con Tania, pero ella estaba entrenando y Joan se sentía con demasiada pereza como para siquiera pisar el gimnasio. Hubiese ido a ver si Ania quería jugar algo, pero...

Al entrar a su cuarto, se zafó el calzado y se dejó caer en su cama. Se puso las manos tras la nuca y miró el techo hasta que se quedó dormida.

──•✧•──

El vacío en mi estómago se siente tan grande que tal vez me estoy desintegrando desde dentro. A estas alturas ya debería de estar acostumbrada al hambre, pero supongo que no es así como funciona el cuerpo. Lo bueno es que estoy sentada sin hacer nada en especial; lo malo es que hace demasiado calor como para disfrutarlo.

Dejo de juguetear con las hilachas de mi ropa y le echo un vistazo a Alex. Está allí, a unos metros frente a mí, al otro lado de la calle, pidiendo limosna a cambio de unas horribles pulseras que hicimos con hierbas secas. Solo nos faltan unos pesos para poder comprar una buena hogaza de pan pero, aunque llevamos horas aquí, no estamos ni cerca de completar el costo.

Tuerzo los labios y me llevo una mano a la cara para limpiarme el sudor, el contacto me escuece la piel debido a la larga exposición al sol. Mis ojos se cierran sin que pueda hacer mucho por evitarlo; estoy exhausta. Sé que no hay mucho por qué estar cansada, pero no he comido en días y la última vez que bebí agua fue el otro día que llovió a cantaros. Suspiro bajito e intento hacerme más pequeña junto a la mochila de Alex. Me quedo viéndolo desde mi lugar, con los ojos entrecerrados y el ceño fruncido.

Después de lo que pareciera otra eternidad y media, alcanzo a ver cómo una mujer regordeta le extiende una mano y deja caer un montoncito de monedas en la mano sucia de Alex. Casi puedo escuchar el tintineo del metal y mi estómago ruge en respuesta. Sí, sí, sí. ¡Vamos a comer!

Joan Forley: Las Cosas Marchitas © [JF#0.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora