Las Memorias

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Día 35

Aquella noche estuvo repleta de primeras veces para Joan. La primera vez que viajó en ambulancia, que entró a un hospital, que recibía tanta ayuda... que se enfrentaba a tantas verdades de golpe. Luego de que Matt apareciera en su pequeño y destartalado departamento, no se había separado de su lado ni por un minuto. Joan estuvo más que consciente de su presencia durante todo ese tiempo. Sobre todo, estuvo consciente de la frecuencia con la que él parecía destacar en todos lados, aunque quizás eso fuera una simple percepción suya.

Matthias viajó en la ambulancia con ella y Noé, y sirvió como de intérprete entre Joan y el personal médico, dándole sentido a las pocas palabras que Jo musitaba en medio de su confusión. Fue él quien registró al anciano en el hospital, quien pagó el depósito del servicio médico y quien, sin titubear, hizo todo lo que Joan no pudo haber hecho ni aunque hubiera querido.

No hizo preguntas, no dijo nada. Dejó que ella procesara todo en silencio.

Aquella noche transcurrió en pausas aletargadas. La mente de Joan era un torbellino, veloz con los pensamientos y nublado por las mentiras que se difuminaban por más que ella intentase darles forma otra vez. Por largas horas pensó en una solución que le permitiera seguir con su pequeña farsa, algo que la dejara vivir en su diminuta ficción repleta de mentiras por omisión.

Pensó que tal vez podría mentir de nuevo y decir que sus padres estaban lejos, o que había huido de ellos porque se sentía rebelde, o que su abuelo necesitaba tanto de su ayuda que había optado por dejar su antigua vida atrás. Algo, cualquier cosa que la mantuviera lejos de aquella dolorosa palabra: huérfana. Pero no encontró nada que pudiese darle buenos resultados a largo plazo. No. Al final, las mentiras le caerían en la cara como parecía ser su costumbre. Así que pasó la mitad de la madrugada pensando en cómo podría admitir sus mentiras sin alejar a Matt en el proceso.

Cuando amaneció y el ritmo del hospital comenzó a acelerarse poco a poco, Joan despertó hecha un ovillo en una silla. Matt dormitaba a su lado, y podía ver que estaba bastante alerta por la forma en que sus pestañas se balanceaban sobre sus mejillas. Así que, con el corazón a mil por hora, Joan se desperezó y se cruzó de brazos, nerviosa.

—Te he mentido todo este tiempo —susurró de pronto, con voz tan débil que solamente él pudo escucharla.

Matt suspiró audiblemente, aliviado de escucharla. Se arrellanó debajo de su abrigo y abrió los ojos lentamente.

—Eso parece —dijo suavemente, sin dureza ni prejuicios.

—Lo lamento.

Entonces él se despabiló un poco, estirando las piernas para deshacerse del entumecimiento causado por el frío.

—No tienes por qué disculparte, creo que-

—Sí tengo que —interrumpió ella—. No he sido la amiga que te mereces, solo te he mentido.

Matt suspiró.

— ¿Puedes dejarme hablar al menos una vez? —reclamó, sonriendo suavemente para quitarle gravedad a sus palabras.

Jo sonrió débilmente y asintió en silencio.

—Intento decirte que no tienes por qué disculparte, creo que debes tener tus razones —aclaró Matt.

Joan levantó la cara y lo miró seriamente.

— ¿No estás enojado conmigo?

Él frunció el ceño.

—¿Por qué debería estarlo? Que decidas guardar tus verdades no es mi problema, Jo —carraspeó—. ¿Por eso estuviste evitándome estas semanas?

Forley asintió, agradeciendo la vaguedad de esa pregunta.

Joan Forley: Las Cosas Marchitas © [JF#0.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora