37. Encierro

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-Anoche te quedaste dormido, fui por una manta porque no quería que te enfermes.

-Gracias, Ana. Ven, vamos a desayunar.

La llevo de la mano hasta la cocina, Gail nos ve y sonríe, le da gusto vernos juntos.

El desayuno es tranquilo y callado, Ana no dice nada, daría toda mi fortuna por leer su mente y saber lo que está pensando.

-¿Estás bien?

-Sí Christian.

-Estás muy callada.

-No sé de qué hablar.

-Lo que sea, podemos hablar de lo que quieras. Pregúntame del clima si quieres.

Ella sonríe.

-Bueno, hay algo de lo que quiero preguntarte.

-Dime.

-Tengo recuerdos... De un cuarto especial.

Paro de comer, sé a qué cuarto se refiere.

-¿Ah, sí? - Se ruboriza.

-Quiero saber más...

-Entiendo - Trato de ocultar la risa de solo imaginar lo que recordó de nosotros. La extraño en todos los sentidos.

-¿Aún lo tienes?

-Ya no, bueno sigue existiendo, pero ahora solo es un deposito, ya no se encuentran los juguetes y nada de eso.

-¿Puedo verlo? - Me atraganto con mi café, casi escupo todo.

-¿Estás bien?

-Sí, solo que me tomaste por sorpresa, no esperaba que quisieras verlo... ¿Estás segura?

Taylor se acerca tosiendo.

-Señor.

Me doy cuenta de que Taylor quiere hablar sobre algo importante.

-Vamos Taylor.

Entramos a su despacho y cierro la puerta.

-¿Alguna noticia, Taylor? ¿Avances en la investigación?

-No señor, tampoco las autoridades tienen pistas.

-¡Mierda! Esto no puede quedarse así, quien hizo esto debe pagar, quiso hacerle daño a la madre de mi hijo.

-Estamos trabajando en eso, señor - Estoy por reventar de los nervios.

Ana entra en la habitación y me mira preocupada, no quiero alterarla a ella también, todavía está recuperándose.

-¿Ocurre algo malo, Christian?

-No Anastasia, no te preocupes - La rodeo con mis brazos, su expresión es de sorpresa, hasta yo estoy sorprendido de mí mismo, pero necesitaba este abrazo.

Quiero sentirla de nuevo cerca de mí, esta conexión que tengo con ella es especial.

-¿No vas a decirme qué ocurre?

-Ya hablaremos de eso, Ana. Ahora en lo que nos habíamos quedado, ¿segura que quieres ir a ese cuarto? - Veo que se asoma una sonrisa tímida.

Voy por las llaves y nos dirigimos al que alguna vez fue el cuarto rojo, abro la puerta y dejo las llaves en la cerradura, entramos y de repente la puerta se cierra de golpe.

¡Mierda, soy un idiota!

Esta puerta no se puede abrir desde adentro, lo pedí así por seguridad.

Ana se queda observando, este lugar ya no es ni la sombra lo que era. Las paredes siguen iguales, los muebles están sucios y la cama está desarmada.

Mi Anastasia: mi más, mi todo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora