42. Beso público

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Ana está dormida en mis brazos, me levanto despacio para no despertarla. Me dirijo a la cocina por un vaso de agua y de camino paso por la habitación de Teddy, quien duerme profundamente. También paso por el cuarto del bebé, está despierto y me mira con sus grandes ojos, solo estará aquí hasta mañana, pero creo que Anastasia se encariño mucho con él. Lo tomo con cuidado y lo llevo a nuestra habitación, está bastante inquieto y no sé qué hacer, tal vez tenga hambre o esté mojado, la situación comienza a inquietarme. Creo que despertaré Ana, aunque no quiero hacerlo, se ve tan hermosa dormida...

Lo reviso y está perfectamente, lo más probable es que tenga hambre. He visto a Ana preparar su biberón varias veces, puedo con esto. Al instante que se lo doy se ve contento.

Me quedo pensando en que este fue uno de los tantos momentos que perdí con Ted, se siente una paz increíble al alimentar a este pequeño, es tan frágil e indefenso. Ya casi sostiene el biberón él solo, es muy listo.

-Vaya... Creo que te gustó, pequeño. Te llevaré a dormir, no son horas para que estés despierto.

Mathew se pone a jugar con el botón de mi pijama. Creo que dormir no está en sus planes.

Me doy la vuelta y encuentro a Anastasia apoyada en el umbral de la puerta observando como intento hacer que el bebé duerma.

-No imaginas lo hermoso que te ves en este momento.

-De seguro no más que tú, señorita Steele.

Ana se ríe y toma a Mathew entre sus brazos, no explico como pero se queda dormido y ella lo acuesta en su cuna.

-¿Volvemos a la cama?

-Mmm...

-Vamos – Suplico.

Le ofrezco mi mano y ella la acepta. No me puedo contener, la arrimo contra la pared y la beso, devoro su exquisita boca. Cuando logramos recuperar un poco el aliento nos dirigimos a la habitación. La tumbo sobre la cama y paro frente a ella mientras me quito la ropa.

-Eres un ángel...si no fuera por ti no estaría aquí en este momento ni sería todo lo feliz que soy, me has cambiado completamente, no imagino una vida en la que no existas.

-Eres bueno, Christian, siempre lo has sido, es solo que te negabas a verlo.

-De todos modos nunca me alcanzará la vida para agradecerte lo suficiente.

Mordiéndome el labio me acerco a ella para besarla.

Ana enreda sus dedos en mi cabello, solo ella logra relajarme de esta manera, nuestros besos se ponen cada vez más y más calientes que nuestras lenguas arden de lujuria.

-¿Qué estamos haciendo, Christian?

-Tú qué crees – Me burlo.

-¡Christian! Me refiero a nosotros.

-No lo sé... Yo te quiero conmigo.

-Tampoco yo sé.

-Entonces no hablemos de eso, por el momento lo único que quiero averiguar es que ropa interior traes abajo...

Sin dejar de besarnos le quito el camisón de seda que lleva puesto.

-No me cansaré jamás de tu cuerpo, toda tú eres perfecta.

Bajo mi mano a sus muslos y sus bragas están empapadas, lo que hace que mi miembro despierte de inmediato. Comienzo a trazar círculos sobre la tela que cubre su sexo.

-Me encanta que te encuentres tan húmeda mi querida Anastasia – Musito lascivamente.

-Por favor, Christian.

Mi Anastasia: mi más, mi todo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora