«Serás un gran médico» le decía toda persona que conocía a Eva Harvey. El tercer año en la carrera de medicina estaba frente a ella, aún tenía muchísimo que aprender.
«No estoy aquí para ser amable y mucho menos su amigo» había advertido el Dr. Men...
Hace unos días las cosas empezaron a acomodarse -volver a su lugar- en mi vida.
He visto a Sven un par de veces desde entonces y lo encuentro dubitativo. A veces pienso que se ha convertido en una persona totalmente diferente a la que conocí en un inicio. No se detiene para hablar y en su lugar me dedica una leve sonrisa y asiente en mi dirección. Supongo que hay cosas que aún tiene que procesar, habrá que darle tiempo.
Ayer he conocido a la pequeña Kristine. Es tan encantadora que duele. «¡Doctora!» volvió a gritar apenas y me vio, esta vez corrió hacia mí y sin pensarlo me encontré levantándola entre mis brazos, definitivamente algo me pasa con los niños. Me encontré con ella y con su madre en el jardín del hospital, antes de que pasaran a ver brevemente a Sven. «Todo parece indicar que mi hermano quiere intentarlo, es un avance», comentó Shawn después. Me alegra mucho saber que Sven está llevando las cosas de éste modo, porque después de esto espero que las cosas entre Shawn y él mejoren.
Hablando de Shawn, no lo he visto aún. Son las nueve de la mañana y aún no aparece por el hospital. Su hora habitual de entrada es a las ocho de la mañana, siempre está aquí con cinco minutos de anticipación.
«Amor, ¿está todo bien?»
Tecleo en mi móvil para después enviarle el mensaje. Un minuto después, recibo su respuesta.
«De maravilla, he tenido que recoger algo. Te explico más tarde. ;)»
Todo lo que necesitaba era saber que se encuentra bien, así que ahora puedo seguir con mis actividades. La vida de MIP no es tan difícil cuando encuentras buenas personas en tu camino. Soy muy afortunada y estoy agradecida por eso.
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Camino por los pasillos que he recorrido muchas otras veces, y a lo lejos, diviso una figura yaciendo casi en el piso, sostiene su cabeza entre sus manos y apoya sus brazos sobre sus rodillas. A medida que me acerco, puedo darme cuenta de que es un un hombre jóven, tal vez veinticinco años. Se encuentra sollozando mientras tira levemente de su cabello.
Al pasar junto a él, me detengo.
―¿Te encuentras bien?―pregunto antes de regañarme mentalmente. Por supuesto que no está bien, Eva. Está llorando en el piso.
―¿Parece que estoy bien?―levanta la cara y me mira, juraría que está enojado. Sé que no he formulado mi pregunta de la manera adecuada, pero no tiene porque ser tan grosero. Bien, intentémoslo de nuevo.
―Es decir, ¿puedo ayudarte con algo?―me corrijo. El hombre me mira y después cierra los ojos y baja la cabeza antes de dar un gran suspiro.
Levanta la cabeza y vuelve a hablar: ―Lo siento por eso, gracias.―Así está mucho mejor.―¿Me ayudas?―extiende una mano hacia mí para que le ayude a ponerse en pie. Lo hago.