XXXV

1.2K 90 6
                                    

A la mañana siguiente, la alarma en mi móvil grita que es hora de comenzar mi día.
Giro mi cuerpo sobre la cama esperando encontrar a Shawn en el lado contrario sin embargo, no está.
Se ha ido, ¿y no me he dado cuenta?
Debí haber caído como una roca.

Es extraño que se haya ido sin avisarme antes. Tal vez lo intentó y yo estaba en un 8 en la escala de coma de Glasgow.

Normalmente, me toma menos de una hora estar lista. Camino hacia la cocina y me preparo un café rápido. Como siempre, con sumo cuidado de no manchar mi uniforme blanco. Tengo 20 minutos antes de tener que salir hacia el hospital, el tiempo justo para tener un desayuno pseudodecente.
De pronto, escucho que la puerta se abre y el trago de café que acabo de beber se queda atascado en mi esófago. Me muevo despacio para acercarme a ver de qué se trata, procurándo hacer el mínimo ruido.
Hasta que una voz rompe el silencio.

——¿Mein Schatz?—su pronunciación del alemán me vuelve loca. —¿Dónde estás?

Saliendo de la cocina y haciendo mi entrada en la sala de estar, lo veo. Tiene dos bolsas llenas de sabrá Dios qué, una a cada brazo.

—¿Qué es...?—intrigada, señalo las bolsas antes mencionadas.

Se acerca a mí, me besa con las bolsas interponiéndose entre nosotros y acto seguido comienza a caminar para entrar en la cocina y colocar las benditas bolsas en la barra.

—Ayer mientras buscaba las cosas para prepararte “la cena”—hace las comillas en el aire —me di cuenta de que no habías hecho el súper.

Comienza a sacar despensa de una de las bolsas y a colocar las cosas en la alacena correspondiente. Cereales, café, azúcar, avena. ¿Yo como avena? Después, prosigue con las que van dentro del refrigerador. Leche, yogúr y otros cuantos lácteos, jugos, jamón, etcétera.

—No me mires así, lo hice porque recuerdo mis días de residencia lejos de casa y sé perfectamente que ir al supermercado es una de las últimas cosas para las que te sobra tiempo.

Lo estoy mirando pero, no sé de qué manera, porque estoy sorprendida, conmovida y sin saber qué decir ante lo que acaba de hacer. Sigo sin hablar.

—No tenías que.—niego con la cabeza y me acerco a él.

—Eso lo sé, Eva. Quise hacerlo, quiero ayudarte, cuidarte, protegerte.—Se coloca frente a mi y me toma de las manos. —No estás sola aquí, me tienes a mí.

—Y eso me basta para ser feliz, no necesitas hacer nada por mí. Tú me bastas para llenar mi vida, Shawn.

Se recarga sobre la barra, me atrae hacia él para acortar la distancia entre nosotros y pega su frente a la mía. —¿De verdad?—pregunta, cerrando los ojos.

—¿De verdad qué?

—¿Soy suficiente para ti?—lleva mi mano izquierda a su mejilla y la frota contra ésta.

En ese momento, mi corazón se hace bolita y llora en un rincón, ¿duda ser suficiente para mí? ¿Soy tan mala demostrándole cuánto y cómo lo amo?

—Shawn, amor, mírame a los ojos y dime si confías en mí.—sujeto su rostro entre mis manos.

—Por supuesto que confío en ti.—afirma.

—Entonces, ¿no te lo demuestro lo suficiente?—La pregunta ha salido, porque es lo que más temo.

—No se trata de eso, mein Schatz. No es eso.—responde inmediatamente negando con la cabeza. —En absoluto es eso.

—¿Por qué lo dudas? Es por... ¿Por la forma en que vine aquí?

—Eva basta, no tiene que ver contigo.—dice con total seriedad y sé que es sincero. Pero entonces no entiendo qué pasa. —Desde que estamos juntos, soy inmensamente feliz, cada día me descubro más y más enamorado de ti y, saber que tu me amas de la misma forma es... no tengo aún una palabra para eso.—sonríe de lado —Me haces sentir pleno —continúa— y es por eso que constantemente me pregunto si tú eres tan feliz como yo, porque te amo de tal manera que—acaricio suavemente su labio inferior, él deja de hablar.

Hospital [Shawn Mendes] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora