XXXIII

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Camille comienza a hablar sin parar antes de que yo pueda terminar de decir hola. Tan propio de ella.

——Bebéee, comenzaba a pensar que me habías olvidado—lloriquea un instante a través del teléfono y después vuelve a su actitud de siempre—, pero después recordé lo genial que soy y que no podrías vivir sin mí.

—Es bueno saber que me has extrañado.—replico, colocando mi celular entre mi hombro y mi oído para con mis manos levantar la colcha de mi cama y entrar en ella.

—Muchísimo.—dice inmediatamente.

—También yo, Cam. Oye, hay algo que tengo que contarte...—Hasta ahora, me había olvidado de que hay personas a las que tengo que contarles los recientes sucesos en mi vida. Decidí comenzar con Camille.

—¿De qué se trata? Tengo toda la noche y la curiosidad de siempre—pregunta, dispuesta a  escucharme actualizarle mi vida así como a contarme lo que pasa en la suya.

Entonces comienzo a contarle todo, desde Shawn, hasta su hermano Sven, Kristine, Pauline, Connor e incluso le hablo de Jocelyn.

—¡Estoy tan contenta de que estén juntos de nuevo!—chilla después de que le he explicado todo.—¿Un hermano entonces eh? Y... ¿Es ardiente?

—Camille.—le reprendo.

—Está bien, está bien. Estaba bromeando Eva.—se ríe y provoca que una sonrisa también se plasme en mi rostro. —Pero de verdad estoy muy feliz de que tú y onco-boy estén juntos.

Que lo llame de esa manera siempre me hace reír. Ruedo sobre mí en el colchón para acostarme sobre mi costado y jalar la cobija hasta que me cubre hasta el cuello. Pero después saco mis brazos.

—Camille, lo amo.—confieso, sonriendo y mirando la cadena en mi muñeca. Debería quitármela para dormir, no quiero que se rompa, o perderla entre las sábanas.

—Por supuesto que lo haces.—responde. Me gustaría ver su cara porque la escucho hablarme casi con ternura cuando jamás ha sido del tipo romántica.

—¿Sabes qué me ha dado ayer?—pregunto añadiendo un tono de misterio a mi voz.

—Oh santo cielo, ¿¡QUÉ!? DIOS, DIOS, DIOS —se emociona y grita al final de su frase.

Así que inicio mi relato sobre el momento en que me entregó la pulsera que ahora se encuentra rodeando mi muñeca, describiendo todo a detalle, incluyendo el entorno, y por supuesto hablándole de cada una de las piedras y su significado.

—¡Oh Eva, por Dios!, lo que sigue es que estés caminando al altar mientras tu mejor -y sexy- amiga -que por supuesto soy yo- llora sin consuelo, después tendrás hijos y yo seré la tía ardiente que los consentirá a diestra y siniestra. —finge llorar, lo que hace que yo estalle en risas por su sobreactuación.

—Ni siquiera eres tan ardiente. —bromeo con ella. Hablo con un tono para fingir restarle importancia. Escucho un jadeo de sorpresa a través de la bocina y juro que puedo verla con la boca abierta en una “O” y una mano en su pecho, tratando de lucir ofendida.

—De qué hablas corazoncito, ya me imaginé en mi vestido de dama de honor, hará que resalten mis—

—Hey hey hey, señorita. —la regaño entre risas. No sé si sea ella o lo feliz que soy en este punto de mi vida, pero estoy de muy buen humor ahora mismo.

—Entonces, ¿quieres casarte?—la pregunta me toma por sorpresa y recuerdo la confesión de Shawn hace unos días.

«Iba a pedirte matrimonio» gritó. Lo cual significa que él se sentía listo para dar ese paso, para pasar el resto de nuestros días juntos. Y la verdad, no quiero imaginarme la vida de otra forma que no sea esa.

Hospital [Shawn Mendes] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora