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Despierto por los rayos de sol que entran entre las cortinas de mi habitación. Me pongo un short y un top de tirantes. Salgo del cuarto y voy a la cocina. Mientras vierto el jugo en un vaso, noto unas manos en mi cintura.

- Buenos días, preciosa

- Buenos días - digo apartándome y dejando el jugo en el frigorífico.

- ¿Estás bien?

- Sí - digo dejando el jugo de nuevo en su sitio

- No lo parece - estoy a punto de pasar por delante de él cuando me coge del brazo y hace que este frente a él - ¿qué te ha pasado en el labio? - pregunta al verme la herida.

- No te importa - digo apartando la cara

- ¿Qué he hecho? - pregunta ya muy confundido.

- No me extraña que no te acuerdes - bufo

- Tú fuiste la que me obligaste a beber - dice ahora irritado.

- ¡Pero no que te acercaras a la primera que te prestara un poco de atención!- digo alzando la voz.

- ¿Qué? No entiendo nada - me mira esperando una explicación por mi parte.

- No tengo ganas de hablar - le miro haciendo notar mi enojo - me duele la cabeza, solo venía a por una aspirina y algo para poder tomármela - la muestro - voy a darme un baño, deberías hacer lo mismo.

Salgo de allí antes de que le dé tiempo a decir otra palabra y entro en mi cuarto. Nada más cerrar la puerta, suspiro y me tomo la aspirina junto al jugo, para así ir a preparar el baño y minutos después entrar en la bañera. Sentir el agua templada alrededor de mi cuerpo me relaja, cierro los ojos e inclino mi cabeza hacia atrás, la sensación de relajación que me invade es inmensa y más ahora que la aspirina va haciendo efecto.

Tardo unos minutos en salir y volver a mi habitación para cambiarme, mientras busco algo en el armario se me ocurre una idea que sé que me va a traer consecuencias, pero ahora mismo lo veo desde una perspectiva en la que no me importa lo más mínimo, así que me cambio con un top blanco, junto a una falda negra de cuero negro sintético y mis botas negras.

Me maquillo con un maquillaje parecido al de ayer, paso el cepillo por mi cabello provocando que este se quede más lacio, coloco mis aretes en forma de aros como de costumbre y agarro mi bolso del mismo color y material que la falda en el que llevo algo de dinero.

Salgo de mi habitación con cuidado intentando no hacer ruido. Miro hacia todos lados notando que no había ni rastro de Joel, cierro la puerta con el mismo cuidado, me acerco a la de él y escucho el ruido del agua indicándome que está bañándose. Voy directa al armario donde sabía que encontraría lo que buscaba, cojo las llaves de su auto, las del apartamento y mi teléfono. Hay Pimentel, la próxima vez no seas tan obvio. Coloco todo en mi bolso y salgo con éxito sin que mi cuidador se dé cuenta.

Bajo corriendo por si acaso, sale justo en ese momento y subo al auto para comenzar a conducir por las calles de Londres. Recuerdo la calle del restaurante de ayer, así que me dirijo hacía allí, al llegar bajo y me dispongo a caminar.

Camino durante unos veinte minutos, cuando escucho una voz masculina gritando como intentando llamar la atención de alguien. Sigo mi camino, ya que era obvio que no era a mí a quien quieren, pero me veo obligada a parar mis pasos en cuanto siento que alguien toca mi hombro. Me giro y enseguida reconozco a la persona que estaba delante de mí.

- Hola, te llevo llamando un rato - dice mirándome con una gran sonrisa en su rostro - ¿Eres la del club de ayer, cierto? - asiento.

- ¿Tu el camarero no? - ríe ante mi comentario.

- Prefiero que me llamen Richard - extiende su brazo y me entrega su mano, la cual aprieto levemente con la mía.

- Yo me llamo T/N - separamos nuestras manos y sonreímos.

- Lindo nombre, igual que la dueña - noto como mis mejillas se sonrojan - ¿Qué haces por aquí sola? Pensé que estarías con el tipo de ayer.

- Lo dejé en casa - reímos

- ¿tu novio? - pregunta curioso

- Para nada, ya le gustaría a él - y a mí. Pienso y veo como mi comentario hace que él se ría

- Igual no deberías estar sola. Te voy a proponer algo

- Te escucho - me cruzo de brazos mirándole divertida

- Por tu acento está claro que no eres de aquí, así que te invito a dar un paseo y que me dejes enseñarte esta hermosa ciudad - abre los brazos para recalcar que se refería a la ciudad de Londres

- ¿Y por qué crees que confiaría en ti tan fácil? - sonríe con un toque de burla - En realidad no te conozco, solamente sé tu nombre y que trabajas de camarero en un club. Además, lo primero podría ser falso

- No es falso. Realmente me llamo Richard Camacho, tengo 19 años y soy de República Dominicana. Tengo dos hermanos menores y... ya no sé que más explicarte - ríe provocando mi risa

- Está bien Richard Camacho, hagamos que te creo. ¿Dónde vamos primero? - sonríe

-¿Tienes auto? - asiento - vamos

Caminamos hasta el auto y nos ponemos rumbo al primer destino. Richard me lleva hasta el más pequeño rincón desconocido de la ciudad. Hace que mi día sea muy divertido. Compartimos varios secretos. Le explico que vengo de Miami y como era de esperar, la curiosidad de saber como había acabado aquí no tarda mucho en aparecer, así que le acabo explicando todo. Lo del internado, el accidente y el porqué ahora me había escapado del apartamento y he acabado con él.

Ya es tarde, cuando estacionamos el auto al lado de su apartamento, le agradezco todo lo que ha hecho hoy mi, él sonríe y va a salir, pero para y me mira.

- ¿Me podrías dar tu número de teléfono? - pregunta algo tímido, cosa que me descoloca, ya que al largo de la tarde si algo me había quedado en claro era su seguridad.

- Mejor dame tú el tuyo, en cuanto llegue el idiota de Joel me quitará el teléfono de nuevo y no sé cuanto tardaré en volver al internado, pero no creo que me quedé mucho de libertad y menos después de esto

- Está bien - le extiendo un papel en el que escribe su número y yo le extiendo uno con la dirección del internado.

- Por si en algún momento te necesitara o tú a mí - asiente y se acerca a darme un beso en la mejilla.

- Adiós, bella

Sin más sale del auto y yo me pongo rumbo al departamento. La idea de no volver, ha estado rondando durante todo el día por mi cabeza, ya que sé que en cuanto ponga un pie en ese departamento se firmará mi sentencia de muerte. Pero he decido afrontar la tormenta como la mujer valiente que soy, o eso creo.

EL GUARDIA | Joel PimentelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora