39

51 5 3
                                    

El viernes pasa igual de rápido que el jueves y hoy ya estamos a sábado, el día de la fiesta. Estos dos días me ha ayudado a conocer mejor a Zabdiel, y aunque aún no sentimos nada el uno por el otro, se puede notar como la amistad va creciendo y es algo que me da esperanzas de que algún día pueda llegar a algo más.

Por otra parte, no puedo parar de pensar en Joel. Hace dos meses desde la última vez que le vi y no ha pasado ni un solo día que no se me haya cruzado por la mente. Lo peor de todo es que cada vez que creo que mi vida con Zabdiel no será tan mala como supuse cuando me dijeron lo del compromiso no puedo evitar sentirme culpable y con miedo de olvidarle. Mi mente está dividida, una parte me dice que me olvide porque no lo veré más y la otra me pide que me aferre a esa esperanza de que nos encontraremos en algún momento.

Todos esos pensamientos se cruzan por mi mente de nuevo mientras estoy sentada en la repisa de la ventana, mirando el paisaje que hay al otro lado de esta. Mis pensamientos se interrumpen por los golpes en la puerta. Mi mirada se aparta de la ventana para mirar en esa dirección y doy paso a quien haya golpeado. La puerta se abre y por ella entra Zabdiel.

- Buenas, vine a huir de todo el alboroto que está ocurriendo abajo - dice entrando al cuarto y cerrando la puerta

- ¿Y por qué huir a mi cuarto cuando puedes refugiarte en el tuyo De Jesús? - me mira mientras se acerca hasta donde estoy y me sonríe de forma burlona notando que solo le estoy bromeando.

- Perdone Miller. Si mi presencia le molesta, lo único que tiene que hacer es decírmelo y me iré por donde he venido - sonrío y le dejo espacio para que se siente a mi lado - No te puedes llegar a imaginar como están nuestras mamás.

- Me lo puedo imaginar, por eso aún no he bajado. Quiero tener un poco de paz antes de que me estresen con que todo tiene que estar listo y perfecto para esta noche.

- Yo no fui tan listo y nada más bajar tenía a mi mamá a mi lado haciéndome mil preguntas de cosas que ni logré entender - ambos reímos - pueden ser bastante...

- Intensas - termino su frase al ver que no encuentra la palabra adecuada y él asiente - Ves acostumbrándote. Creo que por desgracia esto solo es el principio.

Nos quedamos el resto de la mañana hablando. Al mediodía, cuando empezamos a tener hambre, conseguimos llegar hasta la cocina y coger algo de comida sin que nadie descubra. Salimos corriendo una vez la tenemos y entre risas llegamos a un banco en el camino que tomamos el otro día para llegar hasta donde están los caballos.

Allí pasamos el resto de la tarde hasta que recibimos como diez mensajes y llamadas de nuestras mamás, diciendo que tenemos que ir a cambiarnos porque los invitados llegarán en menos de una hora. 

Llegamos a la casa y un cinco mujeres, dos de ellas nuestras mamás y otra Daisy, me agarran del brazo para llevarme a mi cuarto. Miro a Zabdiel con miedo e intentando que me ayude y él me responde con una sonrisa burlona mostrándome que la situación le está divirtiendo.

Una vez estamos en el cuarto, me baño mientras preparan todo. Cuando salgo una de las mujeres me peina recogiéndome la parte de delante de mi cabello en una cola, dejando el resto suelto y un poco ondulado. La otra mujer me maquilla con rímel, base, labial de color marrón nude mate y con sombra de ojos del mismo color con toques en color verde oscuro. Al terminar salen para prepararse ellas y bajar a recibir a los primeros invitados para que así también pueda cambiarme.

Me pongo un vestido largo de color verde botella, de satén, de tirantes, con la espalda abierta unida por unas cuerdas y con un corte en la pierna derecha que me llega hasta por un poco encima del muslo. El vestido lo combino con unos zapatos de tacón negro.

EL GUARDIA | Joel PimentelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora